Buena parte del trabajo de los historiadores se basa en citar fuentes y citar a otros autores. Y buena parte del trabajo del buen historiador consiste en comprobar la veracidad de las citas antes de escribirlas. Sin embargo, a veces tenemos una fe ciega en quien ha afirmado algo, y por su prestigio o por cualquier otra virtud, confiamos en que sea cierto, pero a menudo nos equivocamos.Esto fue lo que ocurrió cuando algunos historiadores empezaron a escribir acerca de la inquisición francesa. Y es que aunque ahora está de moda combatir la leyenda negra española y el papel que la Inquisición jugó en ella, no solo en España cocemos habas, y otros países como Francia se han enfrentado a exageraciones e historias para no dormir.En 1901 el historiador alemán Joseph Hansen escribió un libro considerado básico para cualquier estudio sobre la Inquisición y las persecuciones de las brujas en Europa, en especial en el centro de Europa. El título del libro, por si quieres saberlo, es Quellen und Untersuchungen zur Geschichte des Hexenwahns und der Hexenverfolgung im Mittelalter. Bien, ¿no? En cristiano viene a ser algo así como: Fuentes y estudios sobre la historia de la creencia en y la caza de brujas en la Edad Media. Ahora mejor.El caso es que el libro está muy bien, en él se basaron muchísimos historiadores a la hora de apoyar argumentos, tomar puntos de referencia para sus investigaciones, etc. Pero tenía un pequeño problema. Estaba en alemán. Bueno, tenía dos: estaba en alemán y además se basaba en la obra de otro escritor, Lamothe-Langon.
Este es Langon, o Langan o Langdon.
¿Quién era ese tal Lamothe-Langon? Pues aquí está el problema: un francés. Y no cualquier francés, un escritor que había conseguido acceso a los archivos eclesiásticos de Tolouse para redactar una historia de la Inquisición francesa.El producto de sus investigaciones fue una obra que vio la luz en 1829 bajo el título Historia de la Inquisición en Francia, bueno, el título que él le puso fue Histoire de l'Inquisition en France. El libro no era un ensayo propiamente dicho, sino más bien algo más parecido a un conjunto de historias de terror pero muy detalladas, que permitían incluso extraer información sobre protocolos, sobre instrumentos de tortura, sobre las costumbres de las supuestas brujas, etc. Tanto es así, que Hansen lo incluyó como fuente primaria en su obra, pero no solo él, sino muchos más investigadores.Así fue durante más de un siglo: desde que el libro se publicó en 1829 hasta la década de 1970 la Histoire de l'Inquisition en France y el título impronunciable en alemán formaron parte de las bibliografías de los principales estudiosos de la brujería, la Inquisición y demás elementos relacionados.Afortunadamente, en 1970 dos historiadores sacaron a la luz la verdad. Ellos fueron Richard Kieckhefer, un medievalista estadounidense, y Norman Cohn, un historiador británico. Ambos dedicaron buena parte de su carrera a desenmascarar bulos y tropelías historiográficas, y este fue uno de sus hits. El primero lo hizo en su obra European Witch Trials: Their Foundations in Popular and Learned Culture (1300–1500), y el segundo en su libro Europe's Inner Demons: The Demonization of Christians in Medieval Christendom.R. Kieckhefer orgulloso tras descubrir
el fraude de Langon.
- Doval, Gregorio (2011). Fraudes, engaños y timos de la historia. Nowtilus.
- Gibbons, Jenny (1998). "Recent Developments in the Study of The Great European Witch Hunt", en Pomegranate: The International Journal of Pagan Studies, 5, Equinox.
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