Revista Cultura y Ocio

Lancha cañonera por antonio barceló

Por Ilustrado

Uno de nuestros mejores marinos ilustrados del siglo XVIII fue Antonio Barceló. Siendo teniente general de la Real Armada española colaboró en el asedio de Gibraltar, durante los años de la Guerra contra Inglaterra de 1779 y 1783, mediante la aportación de unas lanchas cañoneras de su invención que supondrían el comienzo de hacer la guerra marítima de una manera muy efectiva y que fueron el terror de los ingleses. La lancha cañonera fue una aportación más de la Ilustración española a la ciencia marítima y militar.
LANCHA CAÑONERA POR ANTONIO BARCELÓ

ANTONIO BARCELÓLa lancha cañonera estaba blindada con planchas de acero por toda la obra muerta, con formas redondeadas que hacían rebotar los proyectiles enemigos. Montaba una sola pieza artillera en su centro de 24 libras, protegida con un parapeto que se podía alzar o abatir. Sus dimensiones eran de 56 pies de eslora, 18 de manga y 6 de puntal y 14 remos por banda y una gran vela latina para modificar su rumbo y apuntar, aunque luego se modificó el proyecto añadiendo a la pieza artillera una base giratoria que permitían apuntar el cañón sin modificar el rumbo de la embarcación.

Antonio Barceló y Pont de la Terra, era natural de Galilea (Puigpuñent, Mallorca) donde nació en 1717. El 24 de agosto de 1779, Barceló ascendió a jefe de Escuadra y fue nombrado comandante de las fuerzas navales destinadas al bloqueo de Gibraltar. Su fuerza la componían un navío de línea, una fragata, tres jabeques, cinco jabequillos, doce galeotas y veinte embarcaciones menores. Por tierra debía efectuar el ataque el general Martín Álvarez de Sotomayor. Fue entonces cuando se le ocurrió la idea de construir las lanchas cañoneras y bombarderas, que tantos éxitos le dieron a él como a los que las comandaban, realizando prodigios nunca pensables, incluido el ataque a los navíos británicos, que en la mayoría de los casos huían.

La dificultad para atacar la plaza por mar residía en la más que comprobada inferioridad de los buques de vela y madera de la época contra las fortificaciones terrestres. Nelson afirmaba a este respecto que un cañón en tierra en un buen reducto valía diez embarcados, y eso a igualdad de proyectiles, pues desde tierra era fácil responder al atacante con balas rojas o granadas incendiarias, que por su peligrosidad estaban casi totalmente descartadas en los buques.

LANCHA CAÑONERA POR ANTONIO BARCELÓ

MAQUETA DE LANCHA CAÑONERA

Para bombardear la plaza ideó el marino mallorquín el uso de las lanchas cañoneras y bombarderas, consistentes en armar grandes botes de remo con una pieza de 24 (casi la de mayor calibre de la época, pues las más pesadas eran de 32 ó 36 y sólo en las baterías bajas de los navíos), o con un mortero. Para proteger a la tripulación se dotó las lanchas de un parapeto plegable forrado por dentro y fuera con una capa de corcho. Medían 56 pies de quilla, 18 de manga y 6 de puntal, con 14 remos por banda. Montaban la mencionada pieza de artillaría sobre un sistema giratorio. El velamen consistía en una gran vela latina, y su dotación era de una treintena de hombres.

Muchos opinaron que tales botes no podrían soportar el peso y mucho menos el retroceso de la enorme pieza, pero las experiencias probaron que tales temores eran infundados. Barceló desarrolló su idea proporcionando a las lanchas un blindaje de hierro, que las cubría hasta por debajo de la flotación. Pero pronto se pudo observar que tales precauciones eran exageradas, pues, dado los limitados recursos de puntería de la época, resultaba poco menos que imposible acertar a las pequeñas lanchas cuando atacaban de proa, mientras que éstas tenían muchos menos problemas para batir blancos mucho mayores. El mejor juicio sobre su efectividad, y no pudo ser más concluyente, vino del enemigo.

Según un oficial británico llamado Sayer:
"La primera vez que se vieron desde nuestros buques causaron risa; mas no transcurrió mucho tiempo sin que se reconociese que constituían el enemigo más temible que hasta entonces se había presentado, porque atacaban de noche y, eligiendo la mayor oscuridad, era imposible apuntar a su pequeño bulto. Noche tras noche enviaban sus proyectiles por todos lados de la plaza. Este bombardeo nocturno fatigaba mucho más que el servicio de día. Priméramente, trataron las baterías de deshacerse de las cañoneras disparando al resplandor de su fuego; después se advirtió que se gastaban inútilmente las municiones."


 

LANCHA CAÑONERA POR ANTONIO BARCELÓ

LANCHA CAÑONERA
Finálmente, el rey ilustrado Carlos III eligió como arma principal para el asedio de Gibraltar las baterías flotantes inventadas por el ingeniero francés D´Arçon que se mostraron absolutamente sobredimensionadas e incapaces para una acción de este tipo y que fueron destruidas por el enemigo británico, siendo uno de los principales motivos del fracaso final del asedio de Gibraltar que finalizó en 31 de enero de 1.783.
Se construyeron 10 plataformas cañoneras tipo D´Arçon. Montaban en total 140 cañones de grueso calibre, munición para el asedio y una dotación de 5.300 hombres. Cuatro de las baterías flotantes del modelo D´Arçon fueron destruidas por el enemigo porque presentaban un blanco fácil y explosionaron fácilmente al estar sobrecargadas. El gran Federico Gravina, héroe español de la batalla de Trafalgar, mandó una de ellas en esa jornada de Gibraltar, la San Cristóbal de 17 cañones que también fue destruida por el enemigo.
La Armada española fue precursora en el uso de la lancha cañonera, que prestó grandes servicios y victorias frente a escuadras convencionales desde el último cuarto del siglo XVIII hasta el primer cuarto del XIX. Gracias a ellas se repelieron eficazmente los diversos ataques a Cádiz en la Guerra contra Inglaterra de 1797 a 1799 y durante la Guerra de la Independencia española de 1808 a 1812, constituyendo una auténtica "guerrilla naval". Incluso se llegaron a utilizar lanchas cañoneras operando en el río Ebro, en los sitios heroicos de Zaragoza, contra la invasión napoleónica.
Posteriormente la Armada española siguió utilizando las lanchas cañoneras en su doble función artillera y como patrullera. Su uso fue muy frecuente en las guerras coloniales en Cuba y Filipinas a finales del XIX. El cañón Tigre que fue el que arrancó el brazo al almirante Nelson en su frustrado intento de tomar de Santa Cruz de Tenerife, el 24 de Julio de 1.797, acabando en derrota y rendición de la Royal Navy ante las fuerzas españolas.

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