Porque así como la naturaleza (…) hizo a las mujeres para que, encerradas, guardasen la casa, así las obligó a que cerrasen la boca.Fray Luis de León (s. XVI).
Escribe Clara Janés en Guardar la casa y cerrar la boca: “Estos poemas fueron recogidos por un escritor afgano, Said Bahodine Majruh, en el libro titulado El suicidio y el canto, (…) obra que yo misma traduje al castellano”.
En secreto ardo, en secreto lloro,
soy la mujer pashtún que no puede desvelar su amor.
(…)
¡Oh, Dios mío! Me envías de nuevo la noche oscura.
Y de nuevo tiemblo de la cabeza a los pies, pues debo entrar en el lecho que odio.
Gentes crueles, veis que un viejo me arrastra hacia su lecho.
¡Y preguntáis por qué lloro y me arranco los cabellos!
(…)
El «pequeño horrible» no hace nada: ni el amor ni la guerra.
Por la noche, en cuanto tiene el vientre lleno,
sube a la cama y ronca hasta el amanecer.
¡Oh, señor! De nuevo está aquí la noche larga y triste,
y de nuevo él está aquí, mi «pequeño horrible», y duerme…
Abre una brecha en el muro y bésame la boca,
el «pequeño horrible» es albañil y sabrá repararla.
(…)
Dame la mano, amor mío, y partamos por los campos
para amarnos o caer juntos bajo las cuchilladas.