Hace unos días el cronista probó en casa de unos amigos unos langostinos exquisitos. Acababa de leer por enésima vez “La casa de Lúculo”, y pensó que si Julio Camba los hubiera conocido los habría tratado como a resucitados emperadores austrohúngaros.
“Son langostinos mesetarios”, dijo el anfitrión, antes de añadir que de Medina del Campo, población ganadera e industrial de 22.000 habitantes en la provincia de Valladolid.
¿Langostinos de la especie Blanco del Pacífico, producidos en agua dulce?
Ante la incredulidad del cronista, el anfitrión le mostró el envase, que señalaba que los crustáceos eran frescos, cultivados a casi 500 kilómetros del mar.
El cronista llamó a la “crustáceofactoría” –valga el neologismo-- y habló con uno de sus responsables, José Villarrubia. Así supo que este es el primer cultivo de langostinos del mundo tierra adentro. Ni siquiera en Japón poseen conocimientos técnicos equiparables.
El milagro se debe a un piscicultor noruego, Borjn Asphen, que tras conocer en EE.UU. una técnica primaria de estos cultivos la mejoró enormemente, y pensó: España es el país europeo que más langostinos consume, la mayoría congelados. Madrid es su principal mercado. Me instalo cerca y envío el marisco fresco cada día.
De momento tiene 24 piscinas con entre 200 y 500 kilos de animales cada una y el ciclo completo de producción y reproducción.
Viven en agua dulce convertida en marina con sal israelí del Mar Rojo. ¿Y el alimento? Pienso biológico importado de Francia, aunque pronto se producirá en Palencia.
Con circuito de agua cerrado, el seguimiento del biólogo marino y del ingeniero bioquímico no hay enfermedades.
Llegados aquí, ¿y si en Castilla se ponen a producir centollas, nécoras, langostas, ostras o almejas?
Aunque la empresa, gambanatural.es, afirma que quiere dedicarse solamente a sus langostinos. Aunque, posiblemente, sólo sea de momento.
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