ETAPA 2: JAMEOS DEL AGUA-CALETA DE FAMARA (62km, 1410m d+)
La segunda etapa da comienzo en Jameos del Agua y acaba en la Caleta de Famara. Un total de 62km y 1410 m de desnivel positivo.
Los nueve primeros kilómetros los realizaremos por la carretera que une Jameos con Órzola y que nos servirá de calentamiento para el posterior ascenso a los riscos de Famara.
Carretera hacia Órzola, riscos de Famara al fondo.
Transcurre esta vía muy cerca de la costa y abriéndose camino por la reserva del Malpaís de la Corona, zona de lava volcánica donde la vegetación comienza a hacerse hueco debido a las pocas lluvias que provocan los acantilados de Famara y el impresinoante cono volcánico de la Corona.
A la derecha de esta carretera existen algunas playas tranquilas, cálidas y transparentes; que bien pudieran situarse en el mar Caribe si no fuese por la presencia de las rocas magmáticas que la delimitan. Una de ellas es la playa del Caletón Blanco.
Caletón Blanco, próxima a Órzola.
Pronto llegaremos a Órzola, pequeño pueblo pesquero que tiene la línea regular que une Lanzarote con la pequeña isla de La Graciosa; isla que visitaremos en nuestro último día de viaje.
El cambio de carretera nos enfila directos y sin duda alguna hacia lo alto del Mirador de Río. Pero no realizaremos el ascenso por el asfalto, solo nos ayudaremos en puntuales ocasiones para ello.
Ascenso de Lomo Blanco entre tabaibas.
El camino sale de la carretera para afrontar el primero de los ascensos escalonados hasta lo más alto. Es el lomo blanco el primero que tensa nuestras piernas recurriendo al primer giro de herradura que nos encontramos desde que salimos de Arrecife; todo ello por un bonito sendero entre las típicas tabaibas.
Pequeños tramos de asfalto.
Tras este primer aviso, la ruta sale al asfalto levemente para volver a acometer un segundo tramo de ascenso, ahora por pista ancha pero con un porcentaje próximo a la veintena porcentual para poder vencer el desnivel del cono volcánico de La Quemada.
Hacia la loma de La Quemada
Un duro punto de la ruta que da paso a un nuevo descanso para poder recuperar el aliento rodando por una zona de cultivos. Pero no debemos acomodarnos puesto que rápidamente asoman dos duros ascenso, que vuelven a superar la veintena porcentual, para dejarnos nuevamente en la carretera de acceso al mirador.
Vega Grande y Lomo de los Polvillos, 23%.
Ya en la carretera, a la altura de la localidad de Ye, tomamos el cómodo asfalto, que a pesar de su inclinación, nos vuelve a servir como descanso antes de acometer el definitivo y último ascenso hasta las antenas de telecomunicación.
Carretera hacia el Mirador del Río.
El último tramo de esta interminable subida, se realiza por pura intuición por un paisaje completamente árido, cuasi lunar, teniendo como única referencia las antenas de telecomunicación. Una vez conquistadas, obtendremos la recompensa a este largo y sufrido ascenso.
En busca de las antenas.
Ahora, las mejores vistas de la isla se muestran ante nosotros. Observar la isla de La Graciosa desde lo alto de los riscos de Famara es casi enamoradizo. Cerca, podemos encontrar un búnker defensivo y un poco más abajo, el turístico Mirador del Río.
La Graciosa, desde lo alto de los riscos de Famara.
Iniciamos el descenso por la carretera que sigue escrupulosamente la arista del acantilado, mostrándose desafiante ante nosotros. Mantenemos las vistas a nuestra derecha del océano y La Graciosa. Pero contamos con un nuevo invitado que comienza a aparecer a nuestra izquierda, el imponente cono volcánico de La Corona.
Carretera por la arista de los riscos.
El cómodo y continuo descenso por el que rodamos, acaba con un desvío que nos introduce en un camino que se abre paso entre un pequeño campo de aloe vera, tan presente por toda la isla.
Ensimismado en estas curiosas y cuidadas plantaciones llegamos a un nuevo ascenso que, en esta ocasión, nos obligará a echar pie a tierra. Tan solo lo haremos durante un breve periodo de tiempo que, además, quedará amenizado por el horizonte donde asoma tímidamente ya la isla de La Graciosa.
Dura y técnica subida, La Graciosa al fondo.
Una vez en lo alto de esta corta subida, deberemos guiarnos de nuestra intuición para encontrar de nuevo el camino por el que continuar nuestra marcha. Esto será fácil ya que simplemente tendremos que tomar como referencia la innegable silueta del monte Corona.
Volcán de La Corona
Rodaremos ahora, muy próximos al valle de Guinate. Desde la altitud en la que nos encontramos podemos divisar a nuestra derecha los cultivos que luchan por salir adelante en este complicado terreno.
En él existe un interesante rincón donde observar cantidad de aves tropicales dentro del parque de ocio Tropical Park, muy próximo al Mirador de Guinate.
Descendiendo al valle de Guinate.
Quedaba en evidencia que en esta jornada nos tocaría rodar por la zona “húmeda” de la isla. La altura de estos riscos permiten que las pocas lluvias registradas en Lanzarote se concentren en esta mitad norte de la isla.
Una vez en lo más profundo del valle, resulta muy curioso ver como los pequeños campos de cultivo utilizan una peculiar técnica de regadío. Las laderas comienzan a estrechar el valle, obligando a levantar la mirada en busca del trazado zigzagueante que venciese el siguiente paso.
Valle de Guinate.
Los campos de cultivo comienzan a desaparecer a la misma velocidad que empezamos a tomar altura sobre a ladera. El camino se retuerce y endurece para poder ascender hasta la llanura del Gallo. Pero esta dureza queda desinhibida con tan solo levantar la mirada del piso y encontrar frente a nosotros el valle que estamos abandonando, la silueta del monte Corona y los riscos de Famara.
Ascenso hacia El Gallo.
Una vez arriba, la recompensa del esfuerzo se nos presenta a modo de postal turística. Una impresionante panorámica de la costa noroeste de Lanzarote, con la kilométrica playa de Famara delineada paralelamente a los acantilados que estamos bordeando durante toda la jornada.
Unas vistas que bien merecían detener la marcha para disfrutar de la leve brisa que golpeaba nuestra piel. La sensación de libertad que se percibe en este punto es increíble.
La cruz de acero situada en este simbólico lugar sirvió para rememorar la película “Náufrago”, y como hiciera Tom Hanks con su balón en aquella paradisiaca y desértica isla, transformé la cruz en un momentáneo ciclista para compartir el momento.
Momentáneo compañero de ruta.
Un poco más adelante llegaremos al mirador de El Gallo. Es este un punto en el que una pequeña pirámide sitúa un punto estratégico donde las vistas son similares a las anteriores, donde además, podremos divisar por primera vez las instalaciones militares situadas en lo alto de las Peñas del Chache, punto más alto de la isla.
El viento está siendo muy respetuoso en todo el viaje; es una factor muy a tener en cuenta, ya que no es común esta benevolencia climática en la isla durante tanto tiempo consecutivo. No obstante, en lo alto de estos acantilados el viento siempre se hace sentir. Tanto, que en ocasiones no tan respetuosas como esta, puede llegar a ser peligroso el rodaje por estos parajes de altura.
Mirador de El Gallo.
El descenso hasta Máguez es muy cómodo gracias al adecentado y zigzagueante camino que nos permite retomar el aliento suficiente para afrontar el resto de la jornada. Éste acaba con un divertido sendero que nos sitúa en el núcleo urbano de esta localidad.
Descenso hacia Mágez.
Tras rodar durante un breve tramo de asfalto, volveremos a salir a campo abierto para empezar a encontrarnos con las primeras palmeras que pueblan esta zona. Estamos acercándonos al valle conocido como el de “las mil palmeras”, presidido por la gran urbe de Haría.
Máguez con las primeras palmeras, La Corona al fondo.
El paso por un leve collado nos sitúa en el valle presidido por Haría donde haremos un breve descanso para reponer líquidos y fuerzas sentados en cualquiera de las terrazas de los bares que pueblan sus céntricas calles.
Tras el merecido descanso iniciamos el largo ascenso hasta lo más alto de la isla, las peñas del Chache. Éste bien puede dividirse en varios sectores.
El primero es un ascenso por el interior del valle del Rincón, que va tomando altura hasta llegar a uno de los múltiples miradores que nos ofrecen estos cortados de Famara.
Playa de Famara desde el mirador del Rincón.
Volviendo hacia el interior de la isla para continuar el ascenso, el camino faldea por la loma de la montaña Ganada. En lo alto, unas antenas de telecomunicación vigilan nuestro pedaleo. A la izquierda de nuestra marcha va quedando Haria casi oculta entre los centenares de palmeras que pueblan sus tierras.
Haría entre sus palmeras
Sigilosamente, el camino se adentra en el valle del Malpaso. Casi sin darnos cuenta, en un leve giro, hemos cambiado de valle donde las laderas se hacen más abruptas e inclinadas, creando una sensación de grandeza inmensa. Aquí, las palmeras aún siguen salpicando el paisaje, aunque ya con menor intensidad.
Entrando al valle del Malpaso.
El esfuerzo del ascenso queda reprimido por la grandiosidad de las paredes naturales que se alzan ante nuestros ojos. Al fondo, la carretera se abre paso ante tal verticalidad. Parecemos estar en una zona de alta montaña alpina. De nuevo el carácter camaleónico de la isla aparece para sorprendernos por enésima vez en nuestro viaje.
Deberemos recurrir al asfalto para continuar nuestro camino hacia lo más alto de la ínsula. Hasta cuatro curvas de herradura deberemos contar para poder llegar hasta lo más alto de la isla.
Puerto del Malpaso
En una de estas curvas se halla una caseta abandonada donde merecerá la pena detener la marcha y disfrutar de las vistas que nos ofrece el mirador de Haria. Desde aquí podremos observar dos de los múltiples valles que desembocan en la costa este; Malpaso y Temisa.
Valle de Temisa, con la costa al fondo.
Una vez en lo alto del puerto, un restaurante mirador nos ofrece un descanso que en esta ocasión desestimaremos. No obstante, puede ser interesante acercarse a su balcón para divisar las panorámicas que nos ofrece.
Ahora nos desviamos de la carretera para aproximarnos a las inmediaciones de las instalaciones militares de la Peña del Chache. Pero como no es posible acceder a ellas, tomamos un camino rumbo a la zona de ocio y esparcimiento del El Bosquecillo, muy próximo a estas instalaciones.
Es este un lugar idóneo donde reunirse con amigos y pasar un gran día en familia. Columpios, barbacoas, mesas… Todo preparado para el uso y disfrute de los amantes de la naturaleza.
Área de esparcimiento de El Bosquecillo, Peñas del Chache
Con las instalaciones militares a nuestras espaldas el camino sigue bordeando el acantilado por un invisible sendero hacia el sur. No es un paso muy aconsejable si el día en nuboso o ventoso, por lo que recomiendo volver sobre nuestras rodadas si no queremos tener un buen susto en caso de que las condiciones climáticas no sean perfectas.
Instalaciones militares de la Peñas del Chache.
Como en esta ocasión la climatología acompañaba, decidí ser fiel a la arista de los acantilados. Un camino que se transforma en sendero abriéndose paso a espaldas de estas instalaciones militares, al que acompaña un respetuoso barranco a la derecha de nuestra marcha. No es tramo para “tiquismiquis”, puesto que en más de una ocasión la tecnicidad del trazado y el sentido común, nos obligará a empujar la bici durante algunos tramos.
Tramo técnico y peligroso.
Tanto si tomamos un camino como otro, el punto común de encuentro de ambas opciones es la Ermita de las Nieves. Es una sencilla capilla rodeada por un muro donde aún a día de hoy los habitantes de la isla van a orar pidiendo lluvias para sus tierras.
Ermita de las Nieves
Muy cerca tenemos un nuevo mirador al que podemos acercarnos, pero de todos los que hemos encontrado a lo largo de la jornada de hoy es el menos llamativo. No obstante, siempre merecerá la pena asomarse y recrear la mirada por última vez desde las alturas, puesto que en este punto comenzará el descenso hacia Teguise.
Es la bajada muy cómoda en su primera parte, pero lo suficientemente técnica en su segunda mitad como para impedirnos disfrutar del horizonte donde se alza el perfil controlador del castillo de Santa Bárbara que vigila las tierras fértiles de la vega de San José; zona de cultivos de las antigua capital de la isla.
Parte técnica,;valle de San José y castillo de Sta Bárbara.
Una vez en el llano, podremos rodar alegremente por los caminos negros de ceniza hasta toparnos con la señorial, bucólica y bohemia Villa de Teguise; capital de la ínsula hasta mediados del s. XVII. Sus calles estrechas y encaldas, su amplia plaza, su monumental iglesia y su ambiente en los mercados de los domingos hacen que se respire en ella ambiente de grandeza que invita a detener la marcha.
Villa de Teguise.
Un intenso callejeo es suficiente para confirmar la popularidad de esta noble villa. Pero Famara nos esperaba a orillas del mar.
Solo quedaba descender por una ancha y adecentada pista, como si de una carretera abandonada se tratase, hasta la altura de la mar. Comodamente, perderemos altura para comenzar a tener unas perspectivas completamente opuestas a todas las que hemos tenido en la jornada de hoy.
Descendiendo hacia Famara, los riscos a la derecha.
Disfrutaremos de las últimas pedaladas antes de llegar a la Caleta de Famara, localidad donde terminará la jornada de hoy, famosa por su peligrosa playa. Lugar de culto de surferos. Y desde donde podremos observar los riscos por los que hemos rodado durante toda esta jornada, pero desde un punto de vista mucho más relajado.