LAS 3 PREGUNTAS
Tres desafíos, tres caminos, tres preguntas para contestar en ese riguroso orden. Para evitar la tentación de dejar que sea quien está conmigo el que termine decidiendo adónde voy. Para evitar caer en el error de definir quién soya pattir de qll1en me acompaña. Para no pretender definir mi rumbo desde lo que veo del tuyo. Para no permitir que nadie quie ra definirme en función del rumbo que elijo y mucho menos confundir 10 que soy con esta parte del camino que voy recorriendo. Primero lo primero -decía mi abuelo; y después, guiñando un ojo, agregaba- : porque 10 último siempre conviene de- jarlo para el final. y el primer desafío es el del proceso de descubrir quién soy. El encuentro definitivo con uno mismo. El trabajo de aprender a No depender. El segundo es el desafío de decidir adónde voy. La búsqueda de plenitud y de sentido. Encontrar el propósico fundamental de nuestra vida. y el tercero, el desafío de elegir con quién. El encuentro con el otro y el coraje de dejar atrás lo que no está. El proceso de abrirse al amor y de hallar nuestros verda- deros compañeros de ruta.
Me he pasado gran parte de mi vida consultando los apun- tes que otros dejaron registrados en sus mapas. Consejos y sabiduría de muchos que me ayudaron a retomar el rumbo cada vez que me perdía. He dedicado casi todo el resto de mi tiempo a trazar en ideas mis propios mapas del recorrido. Quizá las cambiantes respuestas que fui encontrando pue- dan servir a alguno de los que, como yo, suelen animarse al descubrir que otros llegaron al mismo lugar por diferente camino. Ojalá puedan ayuda r también a los que, en lugar de respuestas, prefieren encontrar sus propias preguntas. Obviamenre, no hay que ceñirse a los conceptos que es- tablezco en las siguientes páginas; como se sabe, el mapa nunca es el territorio y será responsabilidad de cada lector ir corrigiendo el recorrido cada vez que su propia experiencia encuentre que el que suscribe está equivocado. Sólo así nos encontraremos al final. Tú con tus respuestas, yo con las mías. Querrá decir que las encontraste. Querrá decir que también lo conseguí yo.
LA ALEGORÍA DEL CARRUAJE
Un día, suena el teléfono. La llamada es para mí. Apenas atiendo, una voz muy fa miliar me dice: - Hola, soy yo. Sal a la calle. Hay un obsequio para ti. Entusiasmado, me dirijo a la aceTa y me encuentro con el regalo, Es un precioso carruaje estacionado justo , justo, fren te a la puerta de mi casa. Es de madera de nogal lustrada , tiene herrajes de bronce y lámparas de cerámica blanca, todo muy fino, muy elegante, muy "chio), Ahro la portemela el e la cabina y subo. Un gran asiento se- micircular tapizado en pana burdeos y unos visillos de encaje blanco le dan un toque de realeza al cubículo_ Me siento y me doy cuenta de q ue todo está diseñado exclusivamente para mÍ: está calculado el largo de las p ierna s, el ancho del asiento, la altura del techo_ Todo es muy cómodo, y no hay lugar para nadi e más_ Entonces, miro por la ven tana y veo "el paisaje;.;. : ele un lado, la fachada de mi casa; del otro, la de la casa de mi vecino .. y digo: "¡Qué maravilloso este regalo! Qué bien, qué bonito .. ." y me quedo disfru tando de esa sensación. Al rato, empiezo a aburrirme: lo que se ve por la ventana es siempre lo mismo. Me pregunto: "¿Cuánto ti empo puede uno ver las mismas cosas?" Y empiezo a convencerme de que el regalo que me hicieron no sirve para nada .
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De eso me ando quejando en voz alta cuando pasa mi veci- no, que me dice, como adivinándome el pensamiento: - ¿No te das cuenta de que a este carruaje le falta algo? Yo pongo cara de "qué-le-falta>~ mientras miro las alfombras y los tapizados. -Le faltan los caballos -me dice antes de que llegue a preguntarle. Por eso veo siempre lo mismo -pienso--, por eso me pa- rece aburrido .. --Cierto -digo yo. Entonces, voy hasta el corralón de la estación l' consigo dos caballos, fuertes, jóvenes, briosos. Ato los animales al carruaje, me subo OLra vez y, desde dentro, grito: -iiEaaaaa!! El paisaje se vuelve maravilloso, extraordinario, cambia per- manentemente yeso me sorprende. Sin embargo, al poco tiempo empiezo a sentir cierta vi bra- ción en el vehículo y una rajadura se insinúa en uno de los laterales. Son los caballos que me conducen por caminos terribles; atraviesan todos los pozos, se suben a las veredas, me llevan por barrios peligrosos. Me doy cuenta de que no tengo ningún control de nada; esas bestias me arrastran a donde ellas quieren. Al principio me pareció que la aventura que se presentaba era muy divertida pero, al fi nal, siento que esto que pasa es muy peligroso. Comienzo a asustarme y a darme cuenta de que esto tam- poco sirve. En ese momento, veo a mi vecino que pasa por allí cerca, en su coche. Lo insulto: -¡Qué me hizo!