En la tauromaquia, antes de las actuales banderillas, se usaban unas banderillas llamadas Banderillas de fuego, estas estaban provistas de pólvora y petardos que hacían explosión al clavárselas al toro, estas eran populares en la lidia del siglo XVIII, eran tan populares que incluso Francisco de Goya las inmortalizó en sus grabados.
Por Real Decreto de 13 de junio de 1928 y, de forma definitiva por Orden ministerial del 17 de marzo de 1950, estas prácticas fueron prohibidas pese a que algunos empresarios y aficionados a la tauromaquia se opusieron rotundamente ya que pensaban que las banderillas normales no hacían bien su trabajo, pues preferían ver como las banderillas de fuego estallaban quemando vivo al toro. Aún así se consiguió prohibir gracias al apoyo de la segunda república española y las posteriores dictaduras de Primo de Rivera y Francisco Franco, los cuales también se oponían a estas prácticas.
Según afirman los antitaurinos, pronto las banderillas serán cosa del pasado, tanto las de fuego como las actuales, pues la tauromaquia, con el paso del tiempo, se verá condenada al olvido.