Como ocurre con muchas asociaciones de carácter profano, un Taller masónico ha de llevar puntualmente al día su Libro de Actas, verdadera memoria de la Logia donde se refleja lo tratado y acontecido durante los Trabajos. Cada acta de una reunión, como sucede en otros colectivos, ha de leerse y ser eventualmente aprobada o rechazada en la Tenida siguiente, para lo cual, lógicamente, los miembros del Taller se pronuncian y votan, previa concesión o circulación de la palabra. La decisión de adoptar o aplazar la adopción del trazado se hace teniendo en cuenta no el fondo, sino la forma de la redacción.
Dicha precisión suena, en verdad, algo extraña o, al menos, peculiar. ¿Por qué no considerar el fondo del acta?
La explicación, una vez más, se halla en nuestra fuente ritual, el Régulateur du Maçon, donde podemos leer lo que sigue:
“La plancha debe contener, necesariamente, todas las deliberaciones que se han adoptado, así como las proposiciones efectuadas en el transcurso de los trabajos.
Por muy ejercitado que esté el Hermano Secretario, por mucha atención que preste, es difícil que pueda redactar el acta durante el desarrollo de los trabajos en tenida, de manera que dicha acta pueda soportar una lectura detenida; por otro lado, es posible que se le haya olvidado mencionar algún hecho, y que por consiguiente la Logia entienda que el acta es nulo, lo cual conllevará tachaduras, reenvíos, etc. De ahí que se proponga al Hermano Secretario que no trace el acta durante los trabajos, sino solamente un resumen que podrá luego corregir y tachar, según las circunstancias, y pasarlo a limpio en el libro de actas destinado a tal fin. Para dicho resumen utilizará hojas timbradas con los sellos de la Logia.
Al final de los trabajos, el Hermano Secretario dará lectura a este resumen, para que cada uno pueda hacer las correcciones que estime pertinentes: estas correcciones sólo tendrán como fin reflejar lo más exacta y claramente posible lo que se ha hecho durante los trabajos, y para hacer constar legalmente lo que haya sido reflejado en el resumen, el Hermano Secretario hará que lo firmen el Venerable y el Hermano Orador.
Mientras el Hermano Secretario da lectura a lo redactado en el Libro de Actas, el Hermano Orador lo coteja con el resumen que tiene ante sus ojos, a fin de asegurar si en la redacción ha cambiado u omitido el Hermano Secretario alguna deliberación de la asamblea precedente”.
De este modo, según la antigua tradición, era perfectamente lógica la precisión, a al hora del voto, de tener en cuenta la redacción, no el fondo del acta trazada de los últimos Trabajos de Logia. ¿Una costumbre recuperable?