Mussolini era enormemente visceral.
En el colegio se hallaba en permanente disputa con sus compañeros. Era un niño difícil que siempre se metía en líos. Cuando tenía once años fue expulsado del internado en el que estaba estudiando, ya que había cortado con una navaja a un compañero de clase. Ya de mayor estuvo en prisión. Fue expulsado del partido socialista. Estuvo arrestado otra vez por tenencia ilegal de armas... Otra de sus aficiones era el odio que profesaba por judíos y homosexuales, despreciaba a los franceses y a los españoles, odiaba a Hitler y a Franco. Violento y machista, relegaba a la mujer a un segundo plano (“A la mujer, bastonazos e hijos”. “El niño a estudiar y a prepararse con el mosquetón; la niña a coser con la Singer.”) Sobre el tema de las mujeres es curioso observar las grandes diferencias que había si lo comparamos con otros líderes de la familia fascista europea. Mientras las relaciones de Hitler y de Franco -claro está que no me refiero a las que tuvieran entre ellos, sino con las damas- eran más bien anodinas y poco pasionales (Ambos tenían pocos vicios: no bebían alcohol, no fumaban, ni lo consentían en su presencia, tenían escasos escarceos amorosos, comían más bien poco), Mussolini parece ser que fue un mujeriego de aúpa y tuvo un montón de amantes, la última: Clara Petacci, fusilada y colgada boca abajo junto a él en una gasolinera de Milán por los partisanos antifascistas. Fragmento del capítulo correspondiente de Historias que no son cuentos