En 1909, Raoul Leroy (1869-1941) describió unas alucinaciones que implicaban la visión de risueños seres diminutos que actuaban con aparente autonomía, realizando sus quehaceres. Las bautizó como alucinaciones liliputienses debido a su similitud con la población de Los viajes de Gulliver de Jonathan Swift, aunque también son conocidas como alucionaciones diminutivas o micrópticas. Años después, en 1921, contaría que por entonces él mismo las había experimentado mientras viajaba.
Se tratan de alucionaciones generalmente benignas e incluso agradables que no sirven como señal de una patología cerebral local, aunque en los casos conocidos suelen ser consecuencia de patologías previas. Las figuras aparecían en el entorno del observador, presentándose en grupos de menos de diez seres a incluso millones.
Aspecto
Estos seres descritos como personas pequeñas, gnomos, diablillos o enanos mostraban gran diversidad en el vestuario, habitualmente colorido, y sus acciones. Aunque frecuentemente eran poblaciones ajenas al observador, en ocasiones podía reconocer a familiares entre estos seres o incluso a sí mismo (autoscopia). Esto va en consonancia con la palinopsia, por el que se vuelve a percibir la presencia de algo que se ha visto antes. Además de pequeños humanos, podían verse animales, herramientas o vehículos con todo detalle y bien proporcionados. Los rangos de altura comunes de estos seres rondaban entre 10 y 30 centímetros, siendo los 23 centímetros la altura más común. No obstante, se llegaban a extremos de 1 milímetro a 1 metro.
Aunque la población liliputiense era la mayoritaria en estas alucinaciones, podían acompañarle alucinaciones brobdingnagianas o gulliverianas, donde presentaban proporciones gigantescas o normales, respectivamente. Entre estos, algunos eran liliputienses que aumentaban su tamaño. La situación opuesta también ocurría pero era menos frecuente. Igualmente, las metamorfosias, donde se alteraban los rasgos faciales, eran raros
De la misma manera que algunas personas describían visiones monocromáticas, al contrario que la mayoría, otros tenían alucinaciones bidimensionales sobre una superficie, como si las emitiese un proyector, o que seguían su campo visual. Más de un tercio de las alucionaciones implicaban sentidos distintos a la vista. No solo podían producir sonidos y música, sino que hablaban con un timbre agudo. El tacto era el segundo sentido más prevalente, pero también podían llegar a percibirse por el resto de sentidos. Incluso podían despertar una respuesta sexual o detectarse como una presencia. Su heterogeneidad se manifestaba con pacientes con alucinaciones extracampinas, como ver una imagen fuera del campo visual u oír con un órgano distinto a los oídos.
La duración de las alucinaciones estaba limitada. Si bien podía mantenerse simplemente unos segundos, un soldado que perdió la vista por el gas mostaza durante la Primera Guerra Mundial fue acompañado durante 40 años por pequeñas figuras religiosas.
Más de un tercio de los casos informados se divertían o calmaban con las alucinaciones, pero para casi la mitad resultaban molestos, terroríficos o amenazantes, pues algunos sentían como les golpeaban y atacaban con descargas eléctricas, mientras otros no conciliaban el sueño. Entre las actividades que realizaban también se encontraban las sexuales, incluyendo los consecuentes partos. El observador podía disfrutar de ellas, pues podían llegar a notar estímulos táctiles.
Aunque el estado afectivo del paciente solía afectar a la manifestación de las alucinaciones, para un paciente psicótico-depresivo eran la única alegría de la vida.
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Estas alucinaciones están causadas mayoritariamente por trastornos psiquiátricos (Trastornos del espectro esquizofrénico), intoxicaciones (alcoholismo) y lesiones del sistema nervioso central (epilepsia, enfermedad de Parkinson y parkinsonismo, ictus, neurosífilis y tumor cerebral). Como en el síndrome de Charles Bonnet, en el que además se ven formas geométricas, puede surgir por una pérdida de visión. Al tratar con éxito estas causas, las alucinaciones remiten en la mayoría de los pacientes en cuestión de días o meses.
Ya a principios del siglo XX se observó la aparición común de estas alucinaciones en estados disminuidos de conscienciam como la privación del sueño y la hipnagogia, es decir, esa transición entre la vigilia y el sueño. No obstante, las lesiones del sistema nervioso central y el abuso de sustancias no entran dentro de este paragüas.
Se cree que la pérdida de capacidad sensorial, como en el síndrome de Parkinson, donde son frecuentes las alucinaciones crepusculares. La excepción a esto fue un hombre ciego de un ojo y con hemianopsia en el otro que podía ver hombrecillos en la mitad del ojo donde conservaba la visión. Otra explicación es que el tipo de procesos mentales oníricos que se mantienen opacados por otras actividades durante la vigilia, emergen mezclándose con la realidad, sin sustituirla.
En el folclore, las criaturas conocidas como "gente pequeña", que incluyen a seres como las hadas, los enanos, los elfos, los gnomos, diablillos y duendes, suelen representarse como humanoides con un tamaño reducido. Sus historias están presentes en todos los continentes. Aunque Raoul Leroy lo bautizó, se conocen muchos casos previos al siglo XX, desde los pequeños etíopes que vio San Macario (300-391) a los liliputienses, hadas y fantasmas que describieron Peyroux y Broussais en los siglos XVIII y XIX, pasando por relatos contemporáneos a las cazas de brujas.
Duendes psicodélicos
En la década de 1960, el interés por los enteógenos creció al tiempo que la comunidad académica se olvidaba de las alucinaciones liliputienses. Los consumidores de dimetiltriptamina (DMT), peyote y mescalina, entre otros, describían a pequeñas criaturas. Sin embargo, aunque móviles y pequeños, las alucinaciones liliputienses son mundanas y suceden en torno al observador, normalmente ajenas a él. Con estos alucinógenos, el usuario siente que se transporta a otro mundo, donde le esperan estos seres, cambiantes como un caleidoscopio, para experimentar y cambiarlo.
- Blom, J. D. (2021). Leroy's elusive little people: A systematic review on lilliputian hallucinations. Neuroscience & Biobehavioral Reviews.