Hace ya mucho tiempo que a nadie le apetece brindarme su opinión sobre cómo educar a mi niño, cómo hacer que duerma de fábula o cómo lograr que coma de todo y fenomenal. Es curioso, tengas uno, dos o más niños en cuanto te ven con un bebé en brazos -da igual que tengas o no experiencia- todo el mundo se cree obligado a hacerte algún comentario para que lo hagas mejor. Lo mismo da si saben cómo lo haces o cómo duermen/comen/juegan/hablan tus niños, ellos y ellas saben hacerlo mil veces mejor.
En estos años he escuchado consejos, observaciones, opiniones e incluso amenazas de personas que ni tan siquiera sabían lo que pasaba en mi casa o cómo estaba criando a mi hijo. Pero era importante marcar el territorio, dejar claro quién sabía sobre el tema. Todo eso me dejó claro que vivimos en la cultura del miedo, aquella que te deja frases del tipo: "como no hagas esto, ya verás lo que te pasa".
Tienes un bebé, llora un poco e intentas acercarle a tu pecho, le besas, le acaricias, le sonríes y entonces como es normal tu hijo se calla pues vuelve a sentirse seguro y atendido. Y ya llega la opinión de turno: "vas lista, no sabe ni nada, como le atiendas/cojas en cuanto llora estás perdida, te tiene ya la medida cogida".
Si tu hijo ya come en la mesa o en su trona puede que te diga o haga el gesto de que no quiere más. Tú retiras el plato con toda la naturalidad del mundo y llega el comentario: "pero insístele un poco, no ves que sino no come nada; si le engañas te abre la boca".
Y si se te ocurre confesar que dormís todos juntos entonces no falla aquello de: "no le vas a sacar de tu cama hasta que tenga novia, mándale a su cuarto que ya está bien mayorcito".
Los años pasan, los niños crecen y aunque en su día tanta presión pudo ocasionar dudas seguimos con nuestro plan y al final no resultó tan mal. Ya lamento defraudar a todas esas buenas gentes que quisieron advertirme del negro futuro que se me venía encima, pero las amenazas no se han cumplido. Y eso que yo soy muy terca y seguí erre que erre con mis métodos. Me empeñé en coger todo lo que pude y más a mi bebé tanto si lloraba como sino. Insistía en respetar los deseos de la criatura con respecto a la comida, sino quería comer más no se comía. Y dormimos todos juntos hasta que un día decidió que estaría bien probar en su cama.
Nueve años acaba de cumplir y resulta que hoy tengo a un niño con muchas virtudes y por supuesto también defectos, pero ninguno tiene que ver con lo comentado anteriormente. Y como apunte os diré que a pesar de que es un niño cariñoso ya no duerme en nuestra cama, es más ya ni viene a meterse un ratito, se ha vuelto muy independiente. Aunque adora que estemos juntos, y siempre busca estar a mi lado ahora ya necesita su pequeño espacio vital y no puedo estar acariciándole continuamente o besuqueándole como cuando era chiquitín, un "mamá ya vale" hace que tenga que contenerme las ganas.
¿Qué ha pasado entonces? ¿Qué hay de esas amenazas? Ya lo hemos hablado antes por aquí pero insisto en el tema porque sigo viendo en redes sociales, en publicaciones diversas la misma basura que hace años yo leía, cuando mi hijo contaba pocos meses. Nuestros hijos necesitan el amor de sus padres, un amor sin límites, sin reloj, sin condiciones. Olvídate de métodos impositivos, de disciplina, madre mía ¡son bebés! No tengas tanto miedo, en serio no es necesario poner tantos límites. Quizá sería bueno mirarnos el ombligo y ver por qué tenemos esos temores. Es un buen momento para comenzar a hacer un poquito de instrospección, sumérgete en tu interior y busca respuestas. Seguro que encontrarás muchas sorpresas.
Siempre lo digo, puedo resultar repetitiva, pero es fundamental dejarnos llevar por el instinto y por nuestro corazón. Deja los dictados de esta sociedad a un lado, no los necesitas. En tu hogar las normas las pones tú y la ausencia de ellas también. Disfruta de tus hijos porque el tiempo pasa volando y cuando quieras darte cuenta tendrás delante a una personita con una firme personalidad que nada tendrá que ver con aquel bebé que un día tuviste en brazos.
Deja que tu corazón decida y no pongas barreras al amor, mucho menos al amor por tus hijos.