Las angustias de Adela - ¿Y yo, por quién voto?
-Qué bolonqui primo, -me decía Adela-, ya llega el momento de la elección presidencial y todavía no sé por quién votar
-Me parece una inconsciencia. Algo imperdonable a tu calidad de ciudadana, -repliqué-. No me vas a decir que no estuviste escuchando propuestas desde hace meses. Me extraña de vos, una persona inteligente e informada.
-Sí, ya sé, -contestó poniendo cara de patito mojado-. Pero una cosa son las internas abiertas donde voté sin mucha preocupación, y otra es ahora. Ahora lo hacemos para presidente y por cuatro años.
-Pero hace tres meses ya votaste por un candidato.
-Sí, pero Alfonsín ya no me gusta más. Lo escuché gritando cosas remanidas desde la tele. Y yo no quiero modelos viejos, quiero nuevos.
-Bueno, votá por Cristina.
-La verdad, no me disgusta. Pero tengo mis dudas porque primero se mostraba inflexible y ahora parece una ‘idishe mamele' protectora. Hasta ayer era una guerrera de acero y hoy se convirtió en una comprensiva filósofa. No me cierra del todo.
-¿Y Rodriguez Saa no te convence?
-Me encanta como está San Luis. Vos sabés que voy a menudo y esas autopistas y esculturas me encantan, pero me preocupa el tiempo que llevan gobernando a la provincia como si fuera un feudo. ¿Y si después hacen lo mismo con la Nación? Además es muy mujeriego...
-¿Eso que tiene qué ver? -acoté.
-Todo tiene que ver. A las personas se las conoce no sólo por lo público, sino también por su vida privada. Y lo de la Benedetto, después Esther Goris y ahora la Delfina Frers me parece un poco mucho ¿no?
-¿Y la izquierda, que antes te gustaba?
-Sí, pero ¿qué izquierda? Porque todos dicen que son de izquierda. Los socialistas que siempre me gustaron dicen ser la izquierda, los de Lilita dicen ser de izquierda, la presidenta dice ser de izquierda...
-Bueno, hay distintas izquierdas... me refiero a Altamira y Castillo.
-¿Ese que se parece a Diego Capusotto?
-Te referís a Castillo, el candidato a vice. Te hablo de la fórmula.
-Pero Altamira llegó por lástima. Yo no quiero votar a nadie por lástima, sino por las ideas. Las de ellos no me disgustan tanto, pero eso de que todo lo manejen los trabajadores no me cierra. Quiero gente capacitada para gobernar. Con estudio y con ideas.
-Entonces, olvidate de esa izquierda. Y Binner, que es socialista... ¿no te gusta Binner?
-Mirá, no me disgusta. Debe ser un buen médico. Pero me parece un poco mayor para una responsabilidad como la de una presidencia.
-¡Nunca te imaginé discriminando!
-Te equivocás, -me dijo en tono firme-, yo no discrimino a nadie. Pero para afrontar un compromiso como el que se vota, hay que tener una salud de hierro. Mirá lo que pasó con de la Rúa. Necesitamos una persona vital, en la plenitud...
-¿Y la Carrió no te gusta?
-La verdad que sí, sobre todo el labial y el color de uñas que usa...
-No seas banal, le dije.
-Para una mujer no es un tema banal, dijo con una sonrisa pícara, pero volviendo a tu pregunta, me parece que no es su momento.
-A lo mejor es el momento para Duhalde, que ya tiene la experiencia de haber sido y que dice que ahora sabe lo que hay que hacer.
-Esa película ya la vi. No dudo que tenga buenas intenciones, pero le falta piripipi. Creo que hay gente que ya fue, que tiene que quedarse en su casa o en todo caso dar conferencias. Lo que sí reconozco es que sabe mucho. Andaría bien para asesor...
-¿Entonces quién?
-Qué sé yo... y vos... ¿por quién vas a votar?
-Yo... -dije mientras la cabeza me iba a mil para poder explicar una decisión que todavía no había tomado- ... yo... Mirá...- le dije mientras me alejaba hacia la puerta- El voto es secreto.
Carlos Honorio Gallo Grech