De vez en cuando puede ser necesario arengar a nuestra gente. Unir emoción y mensaje, forma y fondo, de manera que multipliquemos la eficacia y operatividad de la comunicación.
¿Cómo lo hacemos?, ¿sabemos cómo tocar la fibra sensible de los nuestros?
En este discurso-arenga de Charles Chaplin en El Gran Dictador encontramos algunos recursos para las nuestras. Identifícalos… al menos hay cinco.
Estos son los cinco recursos empleados:
1. Usar el mayestático. No existe el Yo ni el Tú, siempre existe el Nosotros. Queremos, alcancemos, hagamos…
2. Usar la contraposición. Esto es bueno en contraposición a aquello que es malo, malísimo. (la fuerza de los contrarios es lo que “mueve”, en versión Heráclito).
3. Jugar con la voz y los gestos. No es solo cuestión de qué decimos, es cuidar el cómo lo decimos. Y las emociones, para transmitirlas, necesitan de gestos reafirmantes y tonos de voz cambiantes, de sosegado a alterado.
4. La mirada es clave. Para exponer, mirada perdida (busca un punto fijo). Para alentar e interpelar, mirada activa, repartida entre los oyentes.
5. Los calificativos, uno tras otro. “Fuerte, luchadores, invencibles, ganadores…”. Enunciemos sinónimos de forma seguida… dan fuerza al mensaje, enfatizan en positivo y… abren la fibra selectiva de los oyentes (cada uno se queda con el que le “emociona”).
Y para terminar, una certeza. De vez en cuando una arenga viene bien. Para enfatizar lo bien que hacemos las cosas o para cambiarlas. Cuando un líder añade emoción a sus palabras, tocan la fibra sensible de quienes le siguen. Y se trata de eso.