Érase una vez un joven que desde bien pequeño quería ser alguien. Pero no alguien como tú o como yo, él quería ser o parecer alguien importante. Y aquí está el quid de la cuestión: ¿qué es más importante ser alguien o aparentar serlo?
Si ya de antiguo se distinguía a los pudientes por llevar color púrpura, ahora los bienestantes marcan diferencias con sus atuendos aunque la democratización de la moda (obra y gracia de los grandes almacenes) ha diluido mucho las diferencias. Sin embargo, más que en el vestir, hay otros métodos de diferenciarte de tus semejantes y es con la ostentación del lujo. Acaparar en una carrera sin fin bienes lujosos ya sean inmuebles, vehículos o joyas.
Y el sueño de Nicolás era aparentar ser rico e influyente para poder codearse con quienes ostentan el poder. Su pecado fue, como en todos los delincuentes, pasarse de listo. Aunque le riamos las gracias con un cierto punto de admiración más o menos disimulado, Nicolás no deja de ser un estafador. El problema es que en España (y en Catalunya) donde los corruptos campan a sus anchas y tenemos un Blesa en la calle con un Silva expulsado de su trabajo; el pequeño Nicolás se convierte en el personaje del mes, el guay, el chico listo y gracioso, cuando no es más que un timador. Ha sido un timador listo, aunque le ha podido el afán de protagonismo y le han acabado pillando.
Tras más mes de un de silencio después de su detención, ha reaparecido recientemente en entrevistas concedidas a El Mundo y el programa Un tiempo nuevo de Telecinco. Ha reiterado que había colaborado con la Zarzuela para mediar ante el Sindicato Manos Limpias en referencia a su acusación ante la infanta Cristina, que Vicepresidencia le había pedido que se entrevistara con Oriol Pujol y los abogados de la familia para recabar información sobre ERC y que también había hecho trabajos para el CNI. Es decir, se reafirma en sus propias mentiras. Se ha dicho que podría trabajar para un político o empresario y ser todo una farsa. Sin embargo, creo que tan solo es un chaval fantasioso con afán de protagonismo al que las mentiras le han impulsado más de lo esperado y no ha sabido parar el embrollo que ha montado. Estuvo cerca de convertirse en lo que pretendía: un lobista profesional, campo rodeado de secretos por estos lares a diferencia de países como Estados Unidos donde es una figura pública y reconocida.
Si estuviera en sus zapatos, aprovecharía el boom y escribiría un libro (o me lo escribirían como a tantos y tantos famosos) y protagonizaría una película. Tiene que aprovechar que está en la cresta de la ola mediática antes de convertirse en un Don nadie, un freakie desconocido para el gran público, un personaje pasado de moda y caduco y ser confundido por la calle con un ex–concursante de Gran Hermano.
Eso si, espero que los responsables de seguridad y protocolo que le permitieron sus andanzas mejoren sus sistemas pues un chaval de veinte años les ha tomado el pelo durante años. Como se dice en catalán: ¡Què s’ho fagin mirar!