Autor: Mo Yan
Traducción: Carlos OssésEditorial: Kailas (2008)Año de publicación: 1989Páginas: 489
Precio: 21,90 euros
[...]"¡cualquier partido político o gobierno que se olvide del bienestar de su pueblo está pidiendo a gritos ser derrocado por éste!"
A raíz de la concesión del Premio Nobel de Literatura 2012 al escritor chino Mo Yan el pasado mes de octubre, organizamos en el Café Literario una lectura conjunta de su obra Las baladas del ajo. En mi caso se trata del segundo acercamiento a este autor, del que ya leí hace un par de años su conocidísima Sorgo Rojo (gracias a la preciosa película del director Zhang Yimou) de la que podéis leer aquí la reseña. Si Sorgo Rojo me pareció una obra maestra que justificaba más que de sobra la concesión de tan prestigioso premio, con Las baladas del ajo quedo plenamente convencida de que Mo Yan es uno de los grandes escritores vivos que existen actualmente. Muchos de los obstáculos de Sorgo Rojo desaparecen en esta obra, mucho más breve, sencilla, cercana y de un ritmo ágil, que han hecho que se convierta inmediatamente en mi favorita del autor. Las baladas del ajo, pese a su aparente sencillez, no deja de ser un libro complejo, en el que se tratan multitud de temas, el lenguaje es muy rico y hay un gran manejo de las técnicas narrativas utilizadas, como por ejemplo, los saltos temporales del presente al pasado, muy logrados para que queramos seguir leyendo ya que sabemos en el presente lo que sucedió por lo que se nos cuenta, pero solo asomándonos al pasado, vemos realmente lo que pasó.
Las baladas del ajo nos sitúa en el corazón de China, en una de esas aldeas de campesinos que tratan de salir adelante gracias a sus cultivos. Nos encontramos a finales de los años 80 y el Gobierno comunista tiene la "genial" idea de pedir a los granjeros que se dediquen a plantar únicamente ajo. No hace falta tener unos conocimientos profundos de economía para darse cuenta de que una idea semejante lo único a lo que conduce es al colapso de los mercados, el Gobierno no puede comprar todo el ajo cultivado por los campesinos, así que estos ven cómo se pudren sus cosechas y sus posibilidades de poder alimentar a sus familias. Cuando los campesinos, desesperados por el hambre, se alzan contra el Gobierno, este, en vez de reconocer su error, reprime y castiga duramente a estos campesinos que, un poco por ignorancia (que aprovecha el Gobierno en su beneficio) y otro poco porque no les queda más remedio que obedecer, han dedicado todas sus tierras de cultivo al ajo y ahora se han quedado sin nada.
Hasta ahí la trama política, pero es que además, Las baladas del ajo contiene una preciosa segunda línea argumental, con los campesinos como protagonistas. Por un lado, Gao Yang, un cultivador de ajo, padre de dos niños que se ve envuelto en las revueltas. Y principalmente, la trágica historia de amor de Gao Ma y Jinju, enamorados pero a los que la familia de ella impiden estar juntos. Sin duda, esta historia, conmovedora pero realista, ha sido lo que más me ha gustado de la novela. Los personajes no se idealizan en ningún momento, la relación de los amantes no es romántica sino muy apegada a la realidad, Gao Ma apesta a ajo y suelta eructos al comer, ambos son campesinos, algo que Mo Yan no olvida en ningún momento ni nos deja que nos olvidemos de ello. Su vida es dura, ellos mismos no han conocido nunca otra cosa, pero en medio de esa vida, de los problemas diarios, puede nacer algo bello.
La novela es muy dura en el sentido de que no escatima en escenas violentas (por ejemplo, la represión del Gobierno hacia esos campesinos rebeldes) o en plasmar la realidad tal y como es sin dulcificarla (la suciedad, la peste continua a ajo, los piojos en la prisión...). Sin embargo, como ya sucediera con Sorgo Rojo, a pasajes de gran violencia le siguen otros llenos de poesía y belleza. El campo es brutal, sí, pero también tiene una belleza primigenia que hay que saber ver a través de esa suciedad. Tengo que destacar también algunos pasajes que remiten al "realismo mágico" como las apariciones de muertos, un bebé hablando desde el útero de su madre, imágenes oníricas que rozan el surrealismo o la mezcla de realidad y sueños. A esa poesía narrativa se suma el hilo conductor de la novela, esas baladas del ajo a las que alude el título y que encabezan el principio de cada capítulo, cantadas por el rapsoda ciego Zhang Kou que nos va adelantando los acontecimientos.
El choque entre tradición y modernidad, entre campo y ciudad, es acusadísimo. El Gobierno comunista quiere imponer unas maneras de pensar y actuar (para ellos modernizadoras del país) que chocan frontalmente con las tradiciones y con la realidad del campo. Así, por poner un ejemplo, se obliga a incinerar a los muertos pagando unas tasas altísimas que los campesinos no pueden permitirse, pero es que además, la costumbre entre ellos es el enterramiento. En una sociedad tan apegada a la familia, contravenir el último deseo de un familiar que va a morir es algo impensable por grande que sea el castigo del Gobierno. Además, también podemos ver cómo en las culturas orientales el individuo se encuentra en un segundo plano frente al colectivo (ya sea la familia, el pueblo...) algo vital para la supervivencia, y algo que el Gobierno comunista aprovechó en su beneficio. Resulta realmente injusto ver cómo los funcionarios ricos se aprovechan de su poder para someter a los campesinos pobres, quienes no tienen ninguna oportunidad frente a ese sistema abusivo. Pero es más chocante aún ver cómo algunas críticas que valen para el comunismo, plasmadas en este libro, son muy válidas para el momento que vivimos actualmente y para nuestras sociedades capitalistas: malos gobernantes que lo único que piensan es en enriquecerse a costa de los ciudadanos cada vez más pobres, la ineptitud y el absurdo de las administraciones (que provocan escenas realmente kafkianas en las que un cultivador debe ir dando cantidades cada vez más grandes de ajo a los funcionarios para poder llegar al mercado donde finalmente no podrá vender lo poco que le queda), la brutal represión de las fuerzas de seguridad a quienes solo piden lo que es justo...
Sin dudarlo me atrevo a decir ya que esta va a ser una de las mejores lecturas que haga este año. A mí me ha sorprendido, como digo, Sorgo Rojo me gustó, pero es que Las baladas del ajo me ha entusiasmado. Tiene todo lo bueno que debería tener una novela: técnicas narrativas originales y muy bien utilizadas, una prosa que mezcla realismo crudo y pasajes de gran belleza, una historia que combina lo político y lo humano y un ritmo que consigue atraparnos para saber qué les sucederá a esos personajes por los que es difícil no apiadarse. Eso sí, aviso que la novela es muy dura y que Mo Yan no parece sentir esa piedad hacia sus personajes algo que, por otro lado, acentúa el realismo crudo y sin edulcorantes de la novela. Aún así, como suele suceder siempre con una lectura, que al final no deja de ser un acto que pasa por la subjetividad de cada uno, no ha gustado a todos los participantes en la lectura conjunta, os iré dejando los enlaces a sus reseñas a medida que las vayan publicando:
** Para ilustrar esta entrada he utilizado las maravillosas imágenes de China del fotógrafo Feng Jiang que nos muestran un país lleno de bellos paisajes.