¿Quién me habría dicho a mí hace cinco o seis años que comenzaría el 2017 eligiendo a mis lectoras cero, o como yo las llamo: Las “beta” de Patricia? ¡Esto sí que es increíble!
Hoy: Las “beta” de Patricia.
Y es que el proceso que me condujo hasta aquí ha sido largo. Sabía que lo sería, en parte por mí -soy una persona que nunca mueve ficha hasta que ve el panorama claro- y en parte por mi visión personal del tipo de colaboración que me interesa y espero de esta clase de lectores, que como te cuento más abajo, tardó en cristalizar.
Un lector beta (o lector cero) es alguien que lee la primera versión de una obra, la valora, la corrige (hablamos de correcciones menores porque lo que recibe es un texto que ya ha sido corregido) y aporta mejoras (a través de señalarle al autor momentos de la historia en los que su interés decayó, personajes o escenas que no acabaron de “cuadrarle”, pasajes en los que se ha perdido en la lectura, en que ésta le resultó confusa, etc).
En mi visión personal, además, es alguien que está familiarizado con mi estilo y que conoce muy bien mis historias porque las ha leído más de una vez. Es alguien que conecta con ellas y aunque las disfruta enormemente, cree que son mejorables. Y lo más importante: es alguien a quien le encantaría aportar su granito de arena para ayudarme a conseguir que sean mejores.
Y luego, como decía antes, está mi forma de hacer las cosas. No soy de las que saltan de inmediato a seguir el consejo o a probar la táctica de turno. Incluso aunque tal consejo o táctica me resulte coherente en su planteamiento y crea que puede funcionar, me gusta tomarme mi tiempo para observar el terreno de cerca, analizar si realmente funciona tan bien como parece, recabar opiniones y, en especial, oír lo que me dice mi intuición. Sí, mi intuición juega un papel fundamental porque con los años he tenido la ocasión de comprobar que cada vez que la he ignorado, las cosas no salieron bien.
Todo curso o taller de escritura recomienda a sus alumnos que busquen activamente impresiones sobre sus manuscritos, sea a través de lectores beta o de editores externos (o de ambos). Yo he hecho dos talleres, de modo que conocía el dato. Sin embargo, descarté el primer consejo de forma instintiva. Mi intuición me decía que no siguiera ese camino y si alguien me hubiera preguntado por qué, la verdad, no habría sabido qué más responder. Me tomó tiempo descubrir la razón: no escribo romántica al uso y obtener una opinión no profesional sobre uno de mis manuscritos solo podía tener utilidad si provenía de alguien que conectara con mi forma de contar historias y me hubiera leído a fondo. O sea, de una lectora fiel. Y entonces, claro, no tenía lectoras fieles a quienes consultar… ¡Ni de ninguna clase, por cierto!En cuanto a los editores externos, en el pasado recurrí a ellos en un par de ocasiones y no quedé del todo conforme con el resultado. Ahora me propongo repetir con un planteamiento de trabajo diferente. Es mi siguiente movimiento previsto para 2017, del que ya te hablaré cuando llegue el momento. ¡Sigue en antena!
Así que así ha empezado el año para mí, lanzando una sorpresiva propuesta a mis fieles seguidoras de Románticas y asombrándome con la buenísima acogida que la misma ha tenido. Ayer cerré la convocatoria y ahora estoy metida de lleno en la tarea de escoger a mis cuatro “betas”. Teniendo en cuenta la cantidad y calidad de las solicitudes recibidas, la cosa no va a ser sencilla.
¿Y sabes qué? Estoy nerviosa, ansiosa, ilusionada y, sobre todo, feliz. Feliz de que haya llegado este momento. Feliz de comprobar que aunque el camino de un autor independiente es por naturaleza solitario y duro, no estoy sola. Tengo la inmensa suerte de contar con una legión de personas fantásticas, que no solo me conceden el enorme privilegio de leer mis historias, valorarlas, recomendarlas…, sino que están siempre dispuestas a ofrecerme su cariño y su apoyo. Si eres una de ellas, un millón de gracias desde el fondo de mi corazón.
¡Qué camino más interesante se abre ante mí y cuánto promete 2017!
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