Las botas siguen merodeando en Argentina:
Muchos dicen “¡Nooooo! Los milicos nunca más van a derrocar gobiernos en Argentina”, pero también deberían recordar que antes (hace décadas) se acusaba en voz baja a quienes “golpeaban las puertas de los cuarteles”. Hoy la frase en boga es “Golpe cívico-militar”, que es lo mismo con otras palabras, y si a la expresión le quitamos justamente la última palabra, pues estamos definiendo la ruta que prevaleció durante el 2012 y los ejemplos abundaron.
Si los seguidores del gobierno se muestran plenamente obedientes a todo lo que decide la presidenta Cristina F. de Kirchner, los opositores viscerales actúan exactamente igual multiplicando tuito lo que dice el Grupo Clarín, engrampado a la penetración cultural de EE. UU.
El pensamiento crítico en nuestro país pareciera haber desaparecido pues hace una década se montó un atentado que allá lejos se bautizó 11S. Ahora los delegados argentinos, durante este año bautizaron a los movimientos de choque popular como 13S, 8D, 20N y 7D.
Que una empresa se enfrente al gobierno democrático de un país demuestra a todas luces la presión que puede hacer el poder no votado contra el sí votado y el desprecio a la voluntad del pueblo. En la calle celeste y blanca, en una vereda se organizan fiestas populares (apertura de Tecnópolis, Bicentenario de la Independencia, Día de la Democracia y los DD. HH., etc., etc.) y en la vereda de enfrente se organizan motines para vomitar odios. En la calle poblada por trabajadores ocupados en trabajar (la redundancia refuerza su significado) los paseantes miran a diestra y siniestra mientras se sorprenden por el antagonismo. Unos buscan la felicidad del pueblo y a otros les duele la alegría callejera. Los belicosos se amontonan en las grandes urbes para que en cadena nacional difundan la imagen de que el país está listo para destituir al gobierno, y otros, también en cadena nacional pero oficial, cantan y bailan no sólo en las metrópolis sino también en las pequeñas ciudades y pueblos.
La presidenta se mimetiza entre la multitud festejando la democracia y minutos después, en el programa Hora Clave se apunta al “diagnóstico psiquiátrico” reflotando la acusación que hizo Eduardo Duhalde hace un año atrás: que Cristina está “desviada” mentalmente.
La familia del espectáculo (actores, cantantes, etc.) se acerca a los micrófonos para reconocer la política de inclusión, y no sólo se acercan sino que participan sus miembros para entretener y divertir sanamente a la población. Otros se suceden hora tras hora en estudios televisivos (aislados de las calles) con el único objetivo de sembrar pesimismo y picanear al espectador para que sienta que vive mal. ¿Les duele la felicidad del otro?
Si Cristina dice algo por cadena nacional, en minutos la están criticando. Nadie cuestiona al jefe mediático (Magnetto) porque nunca habla en público. Federico Luppi más de una vez ha elogiado a nuestra presidenta (”Difícilmente tengamos en el futuro una presidenta tan capaz”), pero contra Luppi no se animan a confrontar porque saben que el hombre les contestaría con munición gruesa. Sí atacan a Cristina porque ella es el objetivo a derribar (Golpe cívico-militar, sin la palabra militar).
Pasó el crucial 7 de Diciembre y la oposición mediática se relajó en parte; entonces aceptó transmitir la cadena nacional oficial por la fiesta de la democracia. Recordemos que las cadenas anteriores no las había transmitido, haciendo uso pleno de su autoritarismo enfrentando al gobierno. Ahora sí, TN retransmitió la fiesta popular. Después dicen que ellos son democráticos e independientes. Con total rigor objetivo, ellos hacen lo que quieren y les importa un cuerno lo que piensa la población, pues sólo atienden su negocio, como ocurre en cualquier empresa privada. Esta verdad absoluta fue ocultada a los pobres dominados que se manifestaron el 8 de Noviembre y a aquellos que a diario repiten inconscientemente las críticas e inventos que ese multimedios reparte por el país desde sus sucursales y empresitas adheridas.
En la calle celeste y blanca, el paseante escucha de un lado mensajes optimistas, escucha, ve y lee sobre apertura de empresas, inauguraciones de obras públicas y gente que salta, canta y baila. Del otro lado nota que para amontonar gente les hacen cercos con piquetes o les cortan los servicios públicos para que estallen de bronca y se precipiten a la vía pública en plan de derrocamiento.
El odio organizado se aprecia sistemáticamente en cada nota que publica el diario Clarín, diario La Nación (deglutido por Clarín), sitio Yahoo.com.ar, etc., etc. Hasta en notas que apuntan a hechos totalmente ajenos a la política nacional, los opinantes de manera monocorde critican al kirchnerismo.
El batallón de opinantes parece reclutado de la villa más villa del país, pues ni saben escribir armando en cada renglón una colección de guarangadas, faltas de ortografía y letras sobrantes/faltantes, sin el menor aporte a la nota del encabezamiento. ¿Objetivo de sus jefes? Apenas crear malestar en cada lector y dar la sensación de que existe oposición al gobierno, cuando en la práctica sólo es oposición de una empresa que tiene historia en su participación con cada caída de gobierno democrático.
La obsesión enfermiza de esta gente no entiende que la crítica por la crítica misma termina siendo altamente perjudicial para el que critica ciegamente. El último lunes, el radical Leopoldo Moreau dio el ejemplo más claro en una advertencia que en su momento se le hizo al presidente Perón: “Si suena tanto Perón en la prensa, el que va a sonar es Perón”. Si la oposición de zócalo está presente todos los días en todas las notas del grupo mediático opositor, el que va a “sonar” es esa empresa o de lo contrario por efecto bumerán va la fortalecer cada vez más al gobierno que tanto detesta. “Elemental, mi querido Watson”.
Ahí está el canal aborigen Wall Kintun, que por demorarse algunas horas en salir al aire desde Bariloche, la prensa visceral se apuró en repartir el fracaso oficial, pero hizo silencio cuando finalmente inició su transmisión en los primeros minutos del día 8 de Diciembre.
Los pobres soldaditos disciplinados del grupo mediático detestan a la presidenta Cristina Kirchner, pero tampoco escuchan las voces de otros políticos no necesariamente afines con el gobierno. Es el caso del radical Moreau, quien este lunes decía: “¿Se pudo juzgar a los militares y no se puede aplicar la ley de medios?”… “No está bien que la justicia sea lenta para los pobres y rápida para los ricos”.
Está claro que los militares nunca más se van a prestar al coqueteo de los grupos de poder económico anti-nacionales para voltear gobiernos; por eso, esos grupos de poder están actuando por su cuenta, desenmascarados a falta de socios uniformados, directamente desde sus oficinas, con cámaras y micrófonos (los “fierros mediáticos”) promocionando la destitución del gobierno, que es sinónimo de caída de la democracia.
No me quedan dudas que las botas siguen merodeando en nuestro país; claro que las botas civiles, o sea los golpistas consuetudinarios.
Luis Colombatto