Viendo “Las brujas (de Roald Dahl)” confieso que no he sido capaz de reconocer a Robert Zemeckis detrás de la cámara. Me considero un admirador del popular realizador nacido en Chicago, “la ciudad de los vientos”, desde que, siendo yo un adolescente, me divertí sobremanera con su primera entrega de “Regreso al futuro”. Desde sus trabajos en “Forrest Gump”, “Contact” o “Náufrago” hasta sus incursiones más alocadas e hilarantes en “¿Quién engañó a Roger Rabbit?” o “La muerte os sienta tan bien”, ha ido reuniendo en su filmografía excelentes momentos cinematográficos. Se trata de un cineasta intrépido, ingenioso y sumamente hábil a la hora de combinar emotividad, entretenimiento y comicidad. Sin embargo, en “Las brujas (de Roald Dahl)” ofrece un artificio sobrecargado y sin sustancia con el que ni ha captado mi interés ni me ha aportado esa dosis de evasión fantasiosa a la que me tenía acostumbrado.
El célebre escritor galés de ascendencia noruega Roald Dahl cuenta con numerosos libros llevados a la gran pantalla. “Matilda” de Danny de Vito, “Fantástico Sr. Fox” de Wes Anderson, “James y el melocotón gigante” de Henry Selick, “Charlie y la fábrica de chocolate” de Tim Burton o “Mi amigo el gigante” de Steven Spielberg dan sobradas muestras de su imaginativo universo infantil. De hecho, en 1990 ya se estrenó “La maldición de las brujas”, dirigida por Nicolas Roeg, producida por Jim Henson y protagonizada por Anjelica Huston y Rowan Atkinson. Su prolífica producción literaria se traduce en destacadas aportaciones visuales, puesto que todas sus adaptaciones incluyen secuencias relevantes desde el punto de vista artístico. Sin embargo, esta reciente versión de Zemeckis resulta sobreactuada, postiza y artificial, no pudiendo los colores llamativos, los alocados giros y las exageradas muecas esconder cierto vacío creativo.
A finales de los años sesenta, un pequeño huérfano se va a vivir con su abuela a un pueblo de Alabama. El niño y la anciana mantienen extraños encuentros con unas brujas aparentemente glamurosas pero, en realidad, malvadas, así que la mujer decide quitarse de en medio y llevarse al chico a un hotel de lujo en la costa. Sin embargo, no consigue con su cambio de aires despistar a la Gran Bruja, empeñada en lograr sus maquiavélicos planes.
Tal vez haya perdido una parte de mi espíritu de niño, muy necesario para apreciar este tipo de propuestas, aunque dudo que se encuentre ahí la explicación al hecho de que la cinta no me haya gustado. A menudo me deleito y me río con títulos destinados a los más pequeños de la casa e, incluso, reviso algunos de los largometrajes ya mencionados con una imaginación que me retrotrae a etapas tempranas de mi vida. Mi decepción radica, por lo tanto, en la sobrevenida carencia de personalidad y creatividad que manifiesta el director, así como en su utilización de trucos y efectos especiales superfluos, destinados exclusivamente a alargar un tiempo de proyección de por sí ajustado.
Guillermo del Toro, polifacético profesional mejicano muy acostumbrado a desenvolverse en las creaciones fantásticas, firma el guion junto al propio Zemeckis, no habiendo mejorado ni el original literario ni la anterior versión cinematográfica. Aun así, cabe destacar el esfuerzo del equipo artístico por apuntalar este proyecto. Queda patente su dedicación y empeño en aportar grandeza a la filmación, si bien dicho afán, en mi opinión, no resulta provechoso. Anne Hathaway sostiene sobre sus espaldas gran parte del peso interpretativo, que resuelve con corrección. Personalmente, prefiero sus papeles en “Interstellar”, “El caballero oscuro: La leyenda renace”, “One Day” o “La boda de Rachel”, habida cuenta que su nivel como actriz lo manifiesta mejor a través del drama. Octavia Spencer encarna a la abuela con su pulcritud habitual. Sus personajes de “Criadas y señoras”, “Figuras ocultas” y “La forma del agua” la avalan como uno de los nombres más competentes del panorama actual del Séptimo Arte. Les acompañan, entre otros, los populares Stanley Tucci y Chris Rock.