HACE FALTA SABER OBEDECER PARA SABER MANDAR. Solón
Las Cajas de Ahorro, herederas casi todas de los Montes de Piedad, se modernizan. Lo hacen agrupándose y cambiando sus sistemas de gestión, asemejándolos al de los bancos. Son los tiempos. A aquellas instituciones que durante años ocuparon el centro de los pueblos y que revertían en alguna medida su labor social sobre ellos les ha llegado el momento de la reconversión. De hecho, en poco tiempo muchas van a pasar de manos semi-públicas a privadas. Y éstas se encontrarán dirigiendo unos consejos de administracción en los que poco hicieron por capitalizar unas entidades en las que están depositados gran parte de los ahorros de los trabajadores de este país.
Con la nueva gestión se trata de pasar del servicio al ciudadano al mayor beneficio, aunque a éste le suponga más coste. Se critica que están politizadas, pero lo cierto es que ello no tiene por qué ser malo. Los bancos públicos, el Central Europeo o la Reserva Federal también lo están. En todo caso será un problema de democracia y de instrumentos adecuados de participación. De hecho, ¿alguien se cree que la privatización va a defender mejor los intereses sociales y las iniciativas de este tipo?. Parece lógico que lo sean los representantes de los ciudadanos que fueron elegidos. Otra cosa es que éstos y las estructuras de los partidos actúen como golfos o Reinos de Taifas.
Gran parte del sistema financiero va a ir a parar a manos privadas o se va a regir con modelos de gestión similares, lo que va a propiciar que grandes capitales pasen a manos interesadas por la acumulación de beneficios en detrimento de los intereses de los ahorradores modestos y de las Obras Sociales. Hoy la modernización es entregar el dinero capitalizado por los que menos tienen a unas instituciones que hubo que salvar con el dinero público, para que éstas busquen el máximo beneficio mediante la rentabilidad, la privatización de servicios y el cobro de comisiones.
Poco tienen en común estas Cajas de Ahorro con las pretensiones de los Montes de Piedad, o modernamente con la Banca Ética para socorrer a los más necesitados adaptando los crédidos y las ayudas a las necesidades particulares. Si esto hoy lo plantea alguien como Muhammad Yunus con sus microcréditos, le damos el Nobel de la Paz y lo ponemos en los altares del Tercer Mundo.