Revista Cultura y Ocio

Las calles están que aúllan

Publicado el 27 abril 2018 por Javier Ruiz Fernández @jaruiz_

La Manada… ¡menudo nombre! La Manada son ellas, ¡que han demostrado todo lo bueno de esa palabra! Y no cinco violadores cobardes, basura de la peor calaña, que no han tenido valor ni para admitir su culpa.

Hoy, sigo creyendo que el camino es el de las verdaderas manadas: las de los siempre sufridos lobos ibéricos, que son familias, y las de las mujeres valientes que inundan las calles de esperanza. Sigo creyendo que unidos somos más, que ellas no nos necesitan, pero, joder, ¡vamos a estar ahí!, a su lado, porque eso es ser hombre, y ser persona, también. Sigo creyendo que no hay nada que no podamos cambiar, que hay que seguir saliendo a la calle, y que no nos van a callar, ni a vencer.

Las calles están que aúllan

Hoy, me da pena España, que maltrata y encarcela a los catalanes que quieren un referéndum, a los raperos que denuncian las injusticias levantando la voz; me da pena el poder, que sigue llenándose la boca con ETA, y generando conflicto, y dividiendo, en Alsasua, en Cataluña, en Murcia, y hasta en la Audiencia Provincial de Navarra; sobre todo en la Audiencia Provincial de Navarra, donde dicen que cinco hombres metiendo a una chica en un portal y rompiéndole el cuerpo y el alma no es violación, es abuso.

Me dan pena los españoles —y me da igual que sean vascos, catalanes o madrileños— que creen que el Código Penal son las putas tablas de Moisés, los que dicen que la ley llega hasta donde llega, y los que aprovechan para hacer política incluso aquí.

Me da pena España, y el Gobierno, que no es que se crean canovistas viviendo en el siglo XIX, sino que, excepto por las pantallas de plasma donde se oculta el presidente, se atreven con el disfraz del Leviatán de Hobbes, condenando al peor absolutismo a sus votantes, y peor, a los que ni se les ocurriría votar a esa mafia. El lobo es un lobo para el hombre, ¿eh? Vosotros lo que sois es basura humana, bastardos hijos de puta.

Violaron a una niña de dieciocho años que se fue de fiesta, y encima la han juzgado a ella: que si seguía con su vida, que si consentía, que si no se defendió frente a cinco malnacidos que no valen ni el aire que respiran. Han estirado la sentencia tanto como les ha sido posible, han esperado, a ver si se enfriaban los ánimos; se han atrevido a decirle a la víctima que disfrutó, que es culpable de no haber muerto, que nadie la va a creer. Pues aquí no se ha enfriado nada: y yo sí la creo; joder, si la creo, y sé que todo el mundo te cree, y que las calles son nuestras y ya pueden empezar a cambiar las cosas, hermana, porque, las calles están que arden, las calles están que aúllan.

Que se preparen.


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