En buena parte de Cataluña se vive una hostilidad oculta entre sus habitantes, con el boicot y la humillación de hijos de españolistas en las escuelas, desprecios a sus padres en los vecindarios, su asesinato en efigie o con ataques a los símbolos y a los partidos que defienden la españolidad de la región.
La “revolución de las sonrisas” que los independentistas han vendido eficazmente en el exterior está poniéndose bronca en las bases, mientras los líderes siguen radiantes como si no ocurriera nada, ni siquiera tras la huida de casi 3.000 empresas de Cataluña.
Los agredidos por esa violencia sorda y malintencionada, quizás tantos como quienes la practican, van acumulando una ira interior que podría estallar inesperadamente.
Una señal de la tirantez creciente es que medio centenar de extremistas catalanes, pero españolistas esta vez, se manifestaron este sábado en Barcelona con gritos e insultos ante la sede del partido antisistema y separatista más radical, la Candidatura d'Unitat Popular (CUP), cuyos dirigentes denunciaron judicialmente este acoso o escrache.
Que fue como los que ellos practican contra los partidos no independentistas, aunque mucho menos agresivo.
El principal grito de los manifestantes, “Las calles ya no son vuestras”, señala un nuevo paradigma: la aparición curiosamente con banderas constitucionales de una vanguardia ultraderechista del españolismo, que no es más fascista que sus rivales, los nacionalistas radicales del catalanismo.
Los choques de radicalismos comienzan con los de sus vanguardias más violentas. Son los que despiertan luego las pasiones de los apacibles, por ejemplo, de españolistas que sufren la callada ira acumulada.
Quizás el globo de la rabia se desinfle si se normaliza la situación, sobre todo social, tras las elecciones del 21 de este mes, pero de momento está hinchándose y podría estallar.
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SALAS