Revista Opinión
Creo que fue Churchil el que dijo aquello de que la democracia es la peor de las formas de gobierno del mundo si se excluyen todas las demás. Dejando a un lado la tendencia irresistible que Churchil padecía a hacer frases históricas-no puedo ofrecer otra cosa al país que sangre, sudor y lágrimas-no cabe la menor duda de que aquella otra es una rigurosa verdad: la democracia es la peor de las formas de gobierno porque es radicalmente hipócrita. Cratos, griego, significa poder, y el poder, coño, nunca puede pertenecer al demos, pueblo, o sea, ser democrático porque entonces pierde su jodida naturaleza. En la revolución francesa, el poder tampoco fue del pueblo sino de Robespierre y luego de Napoleón porque el pueblo tiene una naturaleza resbaladiza al respecto, si alcanza el poder no sabe como manejarlo y lo declina en el primero que pasa por allí. Si el poder del Estado se divide entre todos sus ciudadanos, se atomiza de tal manera que resulta inservible para sus fines, ¿entonces? El poder no es sino el propio, jodido y asqueroso poder. Quiero decir que no se puede gobernar a un pueblo, por el pueblo y para el pueblo, sobre todo si es como el nuestro, con un nivel de inteligencia casi nulo, una cultura que sí que es nula por completo, y una voluntad de vivir libremente aún más nula todavía. Gobernar es esencialmente contrario a la idea de la libertad puesto que toda norma de gobierno, aunque sea de buen gobierno, lo que hace fundamentalmente es restringir la libertad del ciudadano. Entonces, creo, que los términos demos, pueblo, y cratos, poder son imposibles de conjugar en una misma palabra porque son esencialmente antagónicos. Si fuera posible realmente que gobernara el pueblo lo que regiría efectivamente el funcionamiento social sería precisamente el antipoder, no el poder del pueblo porque éste es esencialmente contrario a cualquier forma de dominación incluso a aquella que se basa en él mismo como sujeto activo. Pero ¿qué es el antipoder? Coño, la libertad. Pero ¿existe realmente la libertad, es posible ese estado de gracia en el que cada uno de nosotros haría realmente su espontánea voluntad? Parece que no porque la realización espontánea de nuestra voluntad, la mayor parte de las veces contrariaría la voluntad de los demás. O sea que la libertad absoluta también es absolutamente imposible. Pero, tratando de regresar de los famosos cerros, a lo que llamamos democracia española, la mayor de las entelequias políticas posibles, la están asesinando cobardemente Rajoy y Rubalcaba, PP y Psoe. Julen Benda escribió hace ya mucho “La traición de los intelectuales”, él decía clérigos, y efectivamente ésta puñetera traición es ya total, pero la más relevante de todas las traiciones es la de los políticos porque un político es aquel que cuida del buen funcionamiento de la polis, de la ciudad, de la res publica. Y cuando estos traicionan su función, la república se hunde. Que es lo que está ocurriendo ahora y aquí. El pueblo, con su sabiduría cazurra, dice PP y Psoe la misma mierda es. A ver quién es el guapo que mejora esta definición identificativa. Bárcenas ha demostrado que Rajoy es aún menos que una mierda pinchada en un palo. Si Rubalcaba hiciera lo que debe, ordenar a los suyos que no asistieran ya más al Congreso, dando la legislatura por finiquitada, la mierda se iría al peor de los estercoleros, pero no sólo no puede sino que tampoco quiere, porque ellos, el Psoe, también tienen su Bárcenas y se llama los Eres y residen en Andalucía. ¿Entonces? Yo, esta noche, no he podido dormir, no me dejaban las estentóreas carcajadas de Fraga, el autor de todo esto.