Los genios son los genios, perdón por la tautología, pero el problema, su problema, es que, la mayor parte de las veces, no son lo suficientemente explícitos, de modo que, detrás de ellos, tenemos que venir los picapedreros o sea los jodidos escribidores.
Digo esto a propósito de Miguel Delibes y sus “santos inocentes”, novela en la que reflejó hasta la saciedad cómo es y cómo se comporta esta mierda que es la sociedad española.
Pero comencé hablando de Fraga. Si España es un inmenso cortijo, dividido en otros, un poco más pequeños, el cortijero mayor del Reino fue aquel supremo canalla que hizo siempre en defensa del dueño del inmenso cortijo, el señorito Franco, todo lo que hubo que hacer, tanto en vida del supremo asesino, como después, siendo el más perfecto de los albaceas testamentarios.
Si hubo que intoxicar a la opinión pública, se la intoxicaba, si había que firmar sentencias de muerte a chiquillos que pedían libertad, se firmaban, si había que emplear a esbirros asesinos para que abortaran manifestaciones como la de Montejurra, se empleaban, si había que bañarse con un meyba espantoso en Palomares para demostrar que las bombas atómicas que los americanos habían dejado caer por allí, no eran sino una especie de regalo, se bañaba el tío, acompañado de un par de palafreneros, si había que pergeñar un asqueroso remedo de las constituciones de nuestro entorno, se pergeñaba, cuidando, eso, sí, de que ninguna de las conquistas aparentes que en ella se reseñaban pudiera nunca llevarse a la práctica, si había que fundar un remedo de partido político para que participara en nombre de todos los canallas de España, se fundaba, si había que elegir a los tipos capaces de ser como él mismo era, o todavía peores, se elegían.
Fue por eso que este genio maléfico creó un slogan que justificara para siempre todas las tropelías que no sólo se estaban cometiendo sino que siempre se iban a cometer: “spain is different”.
Si España era diferente, él y sus secuaces, y los hijos de los hijos de todos ellos estarían siempre justificados cometieran las tropelías que les viniera en gana, perpetraran las peores canalladas. Y en eso estamos.
Y este país, esencialmente diferente, se llena de aeropuertos sin aviones, trenes superrápidos sin viajeros, con estaciones en fincas que pertenecen a ellos mismos, en las que sólo una vez de cada mil, uno de los miembros de la familia de la presidenta madrileña lo tomará.
Porque éste, además de un país diferente, es también, y sobre todo, un país de cornudos, de perfectos cabrones a los que les gusta sobremanera ser apaleados.
Y, así, mientras en Usa, un jodido presidente tuvo que irse del cargo por atreverse a espiar a otro partido contrario; y en Alemania, una todavía más jodida vicepresidenta o no sé qué, hubo de dimitir porque se descubrió que, cuando era estudiante, copió parte de su tesis de una compañera; o en Inglaterra, coño, en Inglaterra, el país de la Thatcher y de Cameron, han tenido que dimitir de sus cargos en el Parlamento varios diputados por intentar utilizar dinero público para gastos privados, aquí, coño, en el gran cortijo francofascista, además de cometer estos mismos y jodidos actos que acabamos de describir, tenemos un presidente que no se recata de escribir sms en los que reconoce que no sólo está protegiendo a un peligrosísimo y devastador delincuente, según ellos mismos, sino que, además, le promete que si es bueno y no habla, su mujer no irá a acompañarle a él a la cárcel, sino que, además, echará de su poltrona al ministro de justicia que no ha sido lo suficientemente diligente para no protegerle de los malvados fiscales, que dependen directamente de él, y, lo que es absolutamente decisivo, reconoce por escrito, los sms lo son, que su caso se irá a la mierda por un defecto de forma en su tramitación, como sucedió con el caso Naseiro.
O sea que el puñetero presidente del Gobierno se atreve a decir por escrito, “erga omnes”, lo que todos sabemos, que en España eso de la división de poderes, jajaja, que los jueces superfrancofascistas, acabarán como en aquel otro caso, echando sobre el caso Bárcenas mucho más tierra aún que la que echaron en el de su amigo y predecesor Naseiro.
Y, entonces, va el jodido Bárcenas y nos lo cuenta todo, y salen los cipayos de Rajoy y nos dicen, que si, que todo está muy bien, pero que el presidente no sólo no dimitirá sino que aspirará con un par de cojones a la reelección, porque “spain is different”, como ya nos lo dijo el padre putativo de todo esto, el inefable, el inconmensurable Fraga, aquel tipo del que el no menos inefable e inconmensurable Felipe González dijo aquello de que le cabía todo el Estado en la cabeza y todo el inmenso patrimonio nacional en sus inmensos bolsillos.