Revista Opinión
autor: blog Agua Viva
"La ciencia hincha, la caridad edifica" (1Cor. 8, 1)
Las carnes inmoladas a los ídolos (capítulo 8 de la primera epístola a los Corintios) es un caso de conciencia que los primeros cristianos plantean al apóstol Pablo para que lo resuelva.
De estas carnes inmoladas como sacrificio para los dioses (Apolo, Poseidón, Artemisa, Zeus), una parte se consumaba en el mismo sacrificio, otra parte se reservaba a los sacerdotes y otra al que ofrecía el sacrificio. Con esta tercera parte se celebraba un banquete en las dependencias del templo, al cual se podían invitar amigos y conocidos (cf. v. 10). El sobrante se podía llevar a las casas particulares y comerlo allí con los familiares y amigos. Se daban casos en que la cantidad superaba cuanto un particular podía consumir, y entonces se podía vender al público en el mercado. Esto es lo que originaba las angustias de conciencia entre los neófitos. ¿Podían los cristianos comer las carnes de los sacrificios en las casas de los amigos gentiles o cuando se las vendían en el mercado? De hecho, en Corinto unos las comían sin escrúpulo, sin preocuparse de su origen; otros las evitaban, temerosos de que aquello fuese una participación en el culto idolátrico. Pablo no había impuesto a los corintios las prescripciones del concilio de Jerusalén, que prohibía comer las carnes inmoladas a los ídolos. Y ahora se ve en la precisión de resolver el problema.
Pablo empieza por exponer los principios que deben regir la práctica del cristiano, la ciencia y la caridad (8, 1-13); después prueba con su ejemplo que es preciso en determinados casos renunciar a la propia libertad y a cosas legítimas para no escandalizar a los pequeños (9, 1-10, 13). Por fin resuelve el caso concreto de las carnes inmoladas (10, 14-11).
En vez de resolver directamente el problema, se detiene en una digresión sobre la gnosis, porque “los fuertes” de Corinto, que conocemos por 5, 2, se gloriaban de una ciencia superior, que les liberaba de todo escrúpulo en esta materia. “La ciencia hincha, la caridad edifica”. La ciencia puramente humana y natural, sin la caridad, origina la soberbia. La caridad, el amor del hermano, es la que levanta espiritualmente el edificio de la comunidad cristiana.
“Pero no en todos hay ciencia; algunos, por la costumbre todavía del ídolo, comen las carnes como sagradas, y su conciencia, por ser débil, se mancha” (v.7) El centro de este verso está en la falta de ciencia que hay en algunos, lo cual es lo mismo que “conciencia débil”, no bien formada. Antes del cristianismo estaban acostumbrados a pensar que los ídolos eran algo, verdaderos dioses. Bajo esta costumbre, siguen todavía pensando que las carnes ofrecidas a los ídolos tienen algo de sagrado. Las comen con esta conciencia errónea y pecan por ir contra la propia conciencia.
En realidad tales carnes no son sagradas. Comerlas o dejarlas de comer es lo mismo en sí objetivamente delante de Dios. La persona tiene derecho a hacer lo que su conciencia le dicta. Pero el apóstol dice:
“Pero cuidad de que este vuestro derecho no sea tropiezo para los débiles”
En estos versículos 9 y 10 intervienen dos sujetos:
1) El que sabe que los ídolos son nada y que se puede comer sin mancharse las carnes ofrecidas a los ídolos;
2) El que no tiene ideas claras todavía y cree que las carnes son sagradas.
¿Qué debe hacer el sabio? Renunciar a su derecho para no desedificar al débil. (La Sagrada Escritura. II., 2da. Edición, Profesores de la Compañía de Jesús, B.A.C., p. 401-404)
Los primeros cristianos de Corinto no debían preocuparse por comer esas carnes, eso no les afecta porque esas carnes son sólo eso: carne. Incluso tienen facultad de ejercer su libertad de conciencia. "Pero cuidad de que esa VUESTRA FACULTAD no sea tropiezo para los débiles" (v. 9) (*) Sin embargo, y esta es la razón de la advertencia, deben tener cuidado que su libertad [de conciencia] no sea ocasión de pecado para los débiles. "Por lo cual, si un alimento escandaliza a mi hermano, no comeré carne jamás, para no escandalizar a mi hermano" (v.13).
De ahí la frase “la ciencia hincha”. Algunos cristianos de Corinto se gloriaban de una ciencia superior que les liberaba de todo escrúpulo en esta materia. Definitivamente no estaban cometiendo ningún culto idolátrico al comer esas carnes inmoladas, tienen incluso facultad a ejercer su libertad de conciencia. Pero si un cristiano débil en su fe ve a los fuertes sentados a la mesa del templo, entonces comerán también y no para saciar su hambre con aquella carne (como los fuertes), sino para rendir culto a un dios que no existe.
De ahí la frase “la caridad edifica”. No se trata de comer carne inmolada, eso es lo de menos porque esa carne no significa nada para un cristiano con conciencia formada. La razón fundamental radica en el hecho de “no escandalizar” a los hermanos, principio que se fundamenta en la caridad, en el amor hacia los hermanos.
El sabio, por caridad, debe renunciar a su derecho para no desedificar al débil. Está escrito.
(*) Biblia (versión directa de las lenguas originales, hebrea y griega, al castellano) por Eloíno Nácar Fuster y Alberto Colunga, O.P. (a mi juicio la mejor versión para introducirse en el estudio de las Sagradas Escrituras).