Revista Historia

Las causas de una locura

Por Santi
Traigo al Café dos textos interesantes y concisos, sobre las causas que llevaron a España -de nuevo- a la guerra civil, elaborados por dos reputados historiadores.
Las causas de una locuraGabriel CardonaProfesor Titular de Historia Contemporánea Universidad de Barcelona
Las profundas desigualdades, el atraso y la injusticia originaron la Guerra Civil española, pero no fueron sus causas desencadenantes. Otros países, con circunstancias estructurales parecidas, vivieron una historia diferente.Era la cuarta guerra civil española en un siglo y supuso el fracaso de una sociedad, dividida por la intolerancia, donde algunos grupos dirigentes veían en la violencia un recurso para resolver los problemas. La principal responsabilidad recae en ellos y en su falta de respeto por las reglas de convivencia democrática. Hasta el extremo de que cada elección general, entre 1931 y 1936, fuera replicada violentamente: la de 1931, por el golpe de Sanjurjo en 1932; la de 1933, por la huelga revolucionaria de 1934; y la de febrero de 1936 por la sublevación de julio.  Entretanto, la CNT mantuvo su propia insurreción permanente contra el poder constituído.La revuelta militar de julio y la revolución que lo contestó, hicieron saltar por los aires la estructura del Estado y provocaron un doble fracaso. Fracasó el Gobierno en sus intentos de reducir a los sublevados y fracasaron éstos en su pretensión de hacerse con el poder en toda España.

Las causas de una locura

Homenaje a Manuel Azaña, jefe del Gobierno, en A Corunya.


A la izquierda, Casares; a la derecha, Franco

En esta situación de recíproca impotencia, ambos bandos se enfangaron en un empate que posibilitaba la Guerra Civil. Porque, si en la primera semana se hubiera resuelto el contencioso, la guerra no habría llegado a producirse. Una rápida victoria rebelde habría desembocado en una junta militar y una victoria fulminante gubernamental habría frustrado el pronunciamiento.En ambos bandos, el recurso general a la violencia y los primeros asesinatos desencadenaron un torrente de miedos, vnganzas y rencores del que resultó una avalancha de odios. Sin embargo, estos primeros choques carecieron de potencia destructiva porque el equipo militar español era escaso, anticuado y los parques del Ejército apenas tenían municiones. La intervención extranjera se encargó de ampliar la capacidad de ambos bandos, de multiplicar su potencia destructora y de magnificar el disparate.Pero en la guerra no sólo intervinieron dos Españas deseosas de agarrarse recíprocamente por el cuello. Existía una tercera España mayoritaria que, sobre todo, quería vivir. Y resultó prisionera y víctima de las otras dos.
Responsables militares y civilesAlbert BalcellsCatedrático de Historia ContemporáneaUniversidad Autónoma, Barcelona
Difícilmente podría acabar bien la República, cuando era sólo condicional la adhesión con que contaba por parte de los dos partidos con más representación parlamentaria: el PSOE y la CEDA (Confederación Española de Derechas Autónomas).  A pesar del peso de la socialdemocracia en el PSOE y de la presencia de los primeros demócratacristianos en la CEDA, ambas fuerzas subordinaron a la consecución de sus respectivos objetivos su lealtad a la República además de declararse inconciliables entre sí. La respuesta del PSOE  a la entrada de la CEDA en un gobierno plural presidido por Lerroux, en octubre de 1934, fue la huelga general revolucionaria que en Asturias constituyó una auténtica insurrección armada. La respuesta de una parte de los cuadros de la CEDA al triunfo del Frente Popular, en febrero de 1936, fue considerar que no quedaba otra solución que un golpe militar como el que tuvo lugar cinco meses después.

Las causas de una locura

Presos de Asturias (http://www.historiasiglo20.org)

La conspiración militar estaba ya muy avanzada cuando fue asesinado José Calvo Sotelo por Guardias de Asalto, y no puede considerarse ese suceso como la causa de la sublevación del 18 de julio de 1936, pero el hecho que hubiese policías que se prestasen a represiones ciegas en la espiral de violencia política en que caían oficiales suyos a manos de pistoleros fascistas, indica el grado de descontrol de la situación por parte del Gobierno.Los militares sublevados en Barcelona el 19 de julio podían decir a los soldados que iban a reprimir una insurrección anarquista,  porque la mentira era verosímil a la vista de los tres conatos insurreccionales anarquistas producidos entre 1932 y 1933. No había tampoco ningún peligro  en que Lluís Companys volviese a declararse rebelde desde la Generalitat de Catalunya como el 6 de octubre de 1934, porque ahora gobernaban en Madrid las izquierdas y las derechas catalanas no podían apelar al poder central contra las reformas sociales que se estaban implantando en Cataluña, como la Ley de Contratos de Cultivo. Pero el recuerdo de la revuelta del Consejo Ejecutivo de la Generalitat veinte meses antes, era un falso justificante para unos militares que actuaban en nombre de un nacionalismo español monolítico, pretoriano e incompatible con los derechos nacionales de catalanes, vascos y gallegos.Por otra parte, integrismo católico y anticlericalismo tenían suficiente influcencia como para arruinar cualquier intento de establecer una auténtica libertad religiosa. Cada día resulta más relevante la pugna religiosa en los orígenes de la Guerra Civil, sin que sea reductible a la lucha de clases.Los responsables de la Guerra Civil fueron quienes la desencadenaron: los jefes militares sublevados y sus apoyos civiles. Pero la falta de respeto por el pluralismo democrático estaba demasiado extendida, sin limitarse a los extremistas de derecha e izquierda, como para que la democracia parlamentaria pudiese consolidarse en España. Además, tuvo la desdicha de coincidir con la crisis de la democracia en Europa -entre el fascismo y el estalinismo- y con los prolegómenos de la Segunda Guerra Mundial, si bien los factores internos fueron más importantes que los externos.
--Estos dos textos aparecen en el debate "Las responsabilidades de la Guerra Civil" incluído en la revista La Aventura de la Historia (Año 1, nº 6, Abril 1999, 500 ptas.)
Saludos

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