El otro día quise escribir sobre Las ciudades invisibles, de Italo Calvino, y al final no dije nada del libro. Voy a intentarlo hoy.
Italo Calvino ni era arquitecto ni escribió Las ciudades invisibles pensando en los arquitectos, pero nosotros -los estudiantes de arquitectura- lo acogimos con entusiasmo, como un libro sagrado. (Bueno: A la vista de lo que conté se ve que mi entusiasmo fue relativo).
Italo Calvino
Es un libro muy bello y muy bien escrito. Está formado por las descripciones (de una o dos páginas cada una) de un amplio censo de ciudades con nombres de mujer. Cada descripción presenta un despliegue de alegorías verdaderamente apabullante. Todas las ciudades son hermosas, todas son misteriosas, todas son mágicas.
Y todas son sugerentes para arquitectos y para ilustradores.
Karina Puente Frantzen, arquitecta e ilustradora peruana,
se ha propuesto ilustrar todas las ciudades invisibles.
Esta es Zaira.
La primera del libro es Diomira, ciudad que tiene sesenta cúpulas de plata y las calles pavimentadas de estaño. Luego viene Isidora, cuyos palacios tienen escaleras de caracol incrustadas de caracoles marinos. Después Dorotea, con cuatro torres de aluminio, siete puertas del puente levadizo, cuatro verdes canales... Y así hasta cincuenta y cinco ciudades. Pero no son solo puentes, cúpulas, pasadizos, torres y murallas: Son la vejez, la soledad, los recuerdos, la ocultación, la amistad, el deseo, la mentira... Y de vez en cuando algún entreacto entre Marco Polo y Kublai Kan.
Karina Puente Frantzen, Las ciudades invisibles. Despina
Son ciudades muy sugerentes y poéticas. Muy evocadoras. En ellas vemos la vida discurrir entre misterio y belleza.
El libro no es para leerlo de corrido (pero tampoco para tardar tanto como he tardado yo). Lo suyo sería tomarlo como un libro de poemas, leer uno de vez en cuando y reposarlo, y dejarse llevar por las evocaciones. No amontonar una ciudad tras otra, sino leer tal vez una a la semana, o al mes, y saborearla. También se puede abrir al azar como hacen muchos con la biblia y leer lo que salga:
Puede ser que su invasión haya expulsado a los hombres, o puede ser que Armilla haya sido construida por los hombres como un don votivo para congraciarse con las ninfas ofendidas por la manumisión de las aguas. En todo caso, ahora parecen contentas esas mujercitas: por la mañana se las oye cantar.(1)
Karina Puente Frantzen, Las ciudades invisibles. Isaura
Las ciudades invisibles es un libro idóneo para estudiantes de arquitectura. No hay proyecto que no pueda exhibir en su primera lámina una hermosa cita suya. No hay Fin de Carrera que no tolere algún párrafo suyo, alguna bella evocación a una de esas ciudades con tan sugerentes nombres de mujer. No hay tesis doctoral que no admita una amplia cita en el frontispicio (junto con otras dos o tres de escritores europeos que tengan al menos tres consonantes seguidas en su apellido).
Zobeida, ciudad blanca, bien expuesta a la luna, con calles que giran sobre sí mismas como en ovillo. Esto se cuenta de su fundación: hombres de naciones diversas tuvieron un sueño igual, vieron una mujer que corría de noche por una ciudad desconocida, de espalda, con el pelo largo, y estaba desnuda. Soñaron que la seguían. A fuerza de vueltas todos la perdieron. Después del sueño buscaron aquella ciudad; no la encontraron pero se encontraron ellos; decidieron construir una ciudad como en el sueño. En la disposición de las calles cada uno rehízo el recorrido de su persecución; en el punto donde había perdido las huellas de la fugitiva ordenó de otra manera que en el sueño los espacios y los muros de manera que no pudiera escapársele más.
Es un libro en el que gustarse, un libro del que presumir e incluso del que alardear, un opus masturbatorium, un "mira cuánto sé y qué sensible soy, que lo cito". (Claro, que como lo cita ya todo el mundo se pierde bastante el postureo de la supuesta distinción). Como los hermosos tratados de urbanidad de antaño o los cansinos textos de autoayuda de hogaño, sirve y adorna. Es muy hermoso seleccionar una bella descripción y grabarla a cincel en cualquiera de nuestras memorias, ya sea la de un proyecto de derribo, la de un Plan Especial de Reforma Interior o la de una Tasación Pericial Contradictoria.
Caigo en la cuenta de que he titulado esta entrada "Las ciudades inservibles" y no lo son. Son muy útiles para quedar bien y para decorar cualquier trabajo. Cuando he usado el adjetivo "inservibles" me quería referir a que en realidad, por muy bien que queden, no sirven para nada: Si una ciudad vuela otra se ancla a la tierra, si una se oculta otra se exhibe, si un tira a la derecha otra tira a la izquierda, si una sube otra baja, si una evoca el lleno otra evoca el vacío, de manera que unas y otras se anulan y sólo queda un ruido blanco, un barullo sordo, muy bonito pero que en definitiva no nos aporta nada.
Aunque qué voy a decir yo. Quién soy yo para criticar. Digo que el libro es una sucesión de bellas frases en las que gustarse, hacer citas y grabar frontispicios, pero eso es también de alguna forma -pero peor- este blog. Y en eso estamos.
(1).- Esto es verdaderamente lo que ha salido cuando he abierto el libro. No lo he preparado ni forzado. El libro es todo el rato así. Algo realmente sofocante que creo que no es posible leer de corrido, ni tampoco con mucha seriedad, sino más bien tranquilamente, poco a poco y siempre cum grano salis.