Revista Cultura y Ocio
Miguel Roig es un tipo inquieto. Nació en Rosario y vive desde hace casi veinte años en Madrid. En este ciudad es dónde nos conocimos hace ya cuatro años a partir de amigos argentinos en común. En ese momento yo estaba buscando un lugar en el que discutir los textos que estaba escribiendo y me había recién incorporado al reconocido taller de Clara Obligado. Miguel me contó que en Madrid, con un grupo de amigos, se habían largado a una aventura: poner en marcha una escuela de letras, el Hotel Kafka. Entonces me invitó a tomar unos seminarios. Así nos conocimos con Miguel Roig y al poco tiempo empezó a compartirme las contratapas que todos los meses escribe para el periódico de su ciudad natal, Rosario 12.
En otro post ya hablamos de estas notas, ahora quiero referirme a un conjunto de contratapas que el año pasado Miguel escribió, no se si conciente o no, con nombres de ciudades: Williamsburg, Dun Laoghaire, Gijón y Los Quirquinchos. En cada una de ellas sitúa una historia. Yo creo que cuando uno escribe no elige un tema a desarrollar, como hacía Jean Paul Sartre en sus novelas, pero sí puede tener una preocupación, alguna obsesión que se reflejen en las historias. Decía que, a veces es conciente, otras no.
En Williamsburg, barrio de Brooklyn, sitúa la historia de una invitación de un viejo amigo a irse a vivir a la casa que dejaba libre, en la que conocerá una mujer que, viéndose despechada, al ser dejada por otra, se venga asesinándolo. ¿Cómo es posible que el protagonista nos relate una historia en la que lo mataron?
En Dun Laoghaire, Irlanda, ubica una serie de asesinatos de mujeres, realizados con arma blanca, que ocurren cada siete u ocho años, aproximadamente, y que el narrador deduce que se trata del mismo asesino. Dice Roig, "comparto con De Quincey la idea de que el arte es un fin en si mismo, y que si se practica el asesinato por si mismo y no como medio de venganza o de obtener dinero, es un arte. Y en este caso estamos frente a una de sus máximas manifestaciones. La de un artista que lleva más de treinta años dedicado a la sofisticada tarea de atraer a sus víctimas hasta la red y escapar indemne, con limpieza, sin dejar rastros pero sin ocultarse, ya que como acabo de explicar actúa ante los ojos de todos, frente al saber de todos, repitiendo el uso de la misma arma en cada intervención y dejando por delante el tiempo suficiente para elaborar conjeturas, buscar pistas y descubrirlo". Una verdadera historia policial que para conocer al asesino tendrán que leer.
En Los Quirquinchos habla de la desaparición del sentido de la vida y de la nieve. Empieza diciendo "he vuelto a leer Los Muertos de James Joyce. A pesar de ser un relato breve cada vez que vuelvo a él, en esas pocas horas de lectura, descubro algo que antes no había percibido. Lo cierto es que ahora lo he entendido como un relato que trata de explicar el sentido de la vida y no como una mera interrogación sobre la muerte".
Finalmente llegamos a Gijón, el relato que más me gustó. De este no les contaré nada, léanlo.
Y una cosa para Miguel que hace tanto que no nos vemos, un viaje de él u otro mío, o el laburo, o el libro que está escribiendo sobre el fenómeno de la publicidad en los tiempos que corren, siempre se interponen en el postergado café: pensate en editarlos como libro porque componen una verdadera unidad. El título ya lo tenés, ¿no?Blog del autor del libro de cuentos "Historias fugaces de hombres y mujeres".