La maldad casi se respira, hay una pesadez que podemos soportar porque los venezolanos siempre echamos un chiste, así estemos a pie de urna del funeral de un familiar – en este caso en el funeral del país – una risa apenas perceptible y a seguir aguantando. La maldad es oficial, es política de estado, es la aventura de salir a laburar, de salir a ver a los seres queridos, de salir y no volver. La maldad es decir que tenemos que odiar a otros, es el precio que se negocia para que vivamos en este país que tiene todo menos una guerra: amenazas, insultos, desagravios y lo obvio, muertes.
Estamos invadidos por la maldad, ya sea por la duda de que haya bien en este país o porque la cobija del miedo nos acomode aun mas que la cobija de la tristeza. El miedo es el primer disparador del odio, cuando sentimos que podemos estar en desventaja, insultamos, atacamos, ofendemos, hacemos lo que sea para imponernos. ¿Les suena? Es la política oficial, es el medio que tienen los que nos gobiernan para perpetuarse hasta que el poder les aguante.
Los que están bajo la sombra del gobierno viven un difícil dilema, aceptar que mas allá de los aciertos de la revolución, el pantano de desaciertos es del tamaño de un océano. Pero, el bendito pero, muchos aun están haciendo fortunas y todavía sienten que pueden seguir raspando la olla, se acaba, la olla se acaba.La oposición, franca mayoría, se siente minoritaria. Parece que el poder logra resumir al más grande grupo político del país a un pequeño grupo minoritario, y lo hace a partir de detalles que son señales evidentes: Mandar a la oposición al fondo del cartelón electoral, ejercer una agresiva campaña mediática culpando a la oposición de todo lo que el gobierno hace, desaparecer a los pocos medios independientes y apenas dejar las redes sociales como medio de pelea política.Los venezolanos anónimos, los que protagonizan las millones de conversaciones donde acordamos que el país está en su peor momento, discutimos una y otra vez sobre lo que pasa. Estamos de acuerdo que esto no tiene sentido, menos futuro, que las decisiones parecen sacadas de una guía malvada de los 10 pasos para acabar por la vía rápida un país. Pero de nuevo nos acobijamos, miedo y tristeza y si a alguien le molesta, lo atacamos, le gritamos, nos agrandamos: Yo he luchado, yo he protestado, yo he hecho, yo tantas vainas.
En algún momento nos tocará unirnos a todos. Aceptar que nos hemos equivocado, despojarnos de las cobijas y enfrentar las ventoleras que vendrán. En un mundo moderno, las dictaduras se hacen modernas. Ya no importa si podemos o no salir del país, ya no importa si nos quejamos por aquí o por redes sociales, lo que importa es que el gobierno sigue controlando todo lo que necesita controlar: El acceso a la moneda extranjera, la emisión de la moneda local, la creación y vigilancia de las leyes y la forma más sencilla de controlar a la gente: arma a los delincuentes que viva la inseguridad.
La dictadura, el partido de gobierno, los militares nos hacen a la medida nuestras cobijas: Tristeza y miedo. Echa un chiste en el funeral pero calladito te vez mejor.
Yo no sabría decirles si Leopoldo, María Corina y Antonio tienen razón en detrimento de Henrique. Pero algo me dijo un amigo y creo que tiene razón, a estas dictaduras izquierdosas hay que sacarlas con los métodos que han aplicado siempre que han intentado montarse en el poder: Calle. No sé cómo se aplica esa calle, pero definitivamente como que los primeros son los que debemos seguir.Después de todo, que la paz sea con vosotros. A veces he pensado que estos animales se equivocarán tanto que algún día este país dejará de llamarse Venezuela. Pero ahí mismo pienso que la gran mayoría de venezolanos, los que oponen, dejaremos de equivocarnos y echaremos para atrás ese mal destino.Ya es hora que nos empecemos a quitar las cobijas y enfrentemos lo que venga…