Revista Cultura y Ocio

Las condiciones de escritura de ciertos libros, Ricardo Piglia

Publicado el 20 marzo 2023 por Kim Nguyen

El otro día leía que la colección que estás armando para Fondo de Cultura, de reediciones argentinas, la “Serie del recienvenido”, iba a ser en su momento de primeros libros. Me gustó la idea. ¿Qué te interesa de los primeros libros?

Me gustan mucho los primeros libros. Me parece que tenemos que estar más atentos a los primeros libros, deberíamos hacer más trabajos con la ópera prima, no hay mucha atención al asunto. El que publica su primer libro todavía no es un escritor. No tiene ninguna de las marcas del que publica y empieza a actuar inmediatamente como un escritor. Me gusta mucho ese momento de pasaje. Un tipo anda por ahí, que tiene sus redes, y de pronto publica un libro, y eso hace aparecer, su las cosas van bien, como ha pasado muchas veces, un voz nueva, una voz que marca algo, un toque que no existía antes. Tenemos una gran tradición acá. El juguete rabioso de Arlt, Sudeste de Conti, La traición de Rita Hayworth de Puig, Nanina de Germán García, En breve cárcel de Sylvia Molloy, El amparo de Gustavo Ferreyra, Entre hombres de Germán Maggiori, hay muy buenos primeros libros en la literatura argentina. Por eso trato de seguir siempre la línea de lo que se está publicando, porque me parece que todavía no están las marcas de lo que la circulación de la literatura luego producirá. Es algo imaginario, porque no hay nadie fuera del circuito. Pero la relación entre ser inédito y ser publicado es un pasaje fundamental, y uno tendría que volver siempre a esa escena. […]

Un tema lindo es también el de los últimos libros, pero es más difícil marcar una tradición de últimos libros.

Sería interesante también. Algunos parecen ejemplificar la teoría del estilo tardío de Said, la idea de que los escritores se liberan al final, y los grandes libros, los más extraños, son escritos por tipos más viejos. Hay casos así. David Viñas, ¿no? Terminó escribiendo literatura mucho más experimental y mucho más abierta. Mientras que tenés, por el otro lado, el caso Borges, que fue más bien hacia una posición más convencional. No podés comparar Ficciones o El Aleph con nada de lo que Borges escribió después. Es una distancia notable. Pero también en el caso de él hay algo de lo que no se habla nunca, una especie de tabú, que es que estaba ciego y no podía ya leer más lo que escribía. Es como si el mercado -y la academia y el periodismo cultural- no quisieran meterse en esa historia y considerar a los textos de Borges en un plano de absoluta continuidad, cuando es evidente que cuando dejó de leer sus propios textos su estilo no pudo tener ya la categoría ni la complejidad que tenía.

De hecho promovió mucho la teoría de la oralidad, en la época del Informe de Brodie, porque no podía escribir y tenía que dictar.

Es fantástico. Siempre hacía teorías contrafóbicas. Siempre que se tenía que defender lo hacía con un ataque. No decía “qué macana, ya no puedo escribir con la complejidad de antes”, sino que decía “hay que escribir sencillo”. Ahora, vos comparás una página cualquiera de “El sur” —que es el último texto que escribió en 1953— con uno de los textos posteriores, que son buenos dentro de lo que es el estándar de la literatura, desde luego, pero parecen versiones todavía no escritas. ¿Qué me interesa entonces de esta cuestión? Las condiciones de escritura de ciertos libros. Y ahí están las condiciones de escritura de los primeros libros y de los libros finales. Hay que prestarle atención a las condiciones materiales; cómo se ganan la vida los escritores, por ejemplo, cómo hacen la parada de ser un escritor.

Ricardo Piglia
Conversación con Mauro Libertella
El estilo de los otros
Ediciones Universidad Diego Portales

Foto: Ricardo Piglia


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