En el siglo XX, después de la Primera Guerra Mundial, se produjo un periodo de euforia económica motivada por diversos factores; las reparaciones de guerra que los perdedores abonaban a los Aliados, sumado a la reconstrucción de Europa y al auge de la entonces nueva industria automovilística produjo una euforia económica, conocida como “los felices años veinte“. Durante este periodo se produjo una burbuja especulativa sobre la cotización de los valores en Bolsa que se pinchó de golpe en octubre de 1929, arrastrando con ella a gran parte de los bancos de Estados Unidos, arruinando a miles de inversores y sumiendo, primero a EEUU y después a Europa, en una gran crisis económica que conocemos como la Gran Depresión.
Si seguimos leyendo los libros de historia, podemos ver como la gran crisis produjo como consecuencia disturbios sociales que los gobiernos democráticos de algunos países, bastante débiles, no pudieron abordar de manera efectiva. Ello hizo que mucha gente viera en los partidos de índole totalitaria un medio para volver al orden; como es sabido, es en épocas de crisis cuando el mensaje populista cala hondo, normalmente porque estas posturas acostumbran a ofrecer soluciones aparentemente fáciles a la ciudadanía a base de demonizar ciertos colectivos a los que se culpa de todos los males. Pasó en Alemania, donde el pequeño partido nazi ganó las elecciones de 1933, y a partir de entonces se empezó a fomentar la industria armamentística y se demonizó al colectivo judío; la economía se reactivó pero pronto tuvo la necesidad de usar este material acumulado para poder fabricar más, la ideología nazi tenía su receta para ello, se llamaba el “espacio vital” del pueblo alemán. Básicamente, consistía en que el pueblo alemán se creía en el derecho de invadir y eliminar los pueblos que consideraba inferiores para colonizar los nuevos territorios con alemanes. Las ansias expansionistas alemanas derivadas de la filosofía del “espacio vital” llevó a la culta Alemania a anexionarse Austria y la parte alemana de Checoslovaquia porque hablaban alemán; poco después se anexionó lo poco que quedaba de Checoslovaquia y fijó su mirada en Polonia, donde había zonas que habían sido Alemanas; la invadió y así empezó la Segunda Guerra Mundial. La locura expansionista no frenó con ello, y los millones de muertos de la mayor guerra de la historia dan fe de ello. Pasó también en el siglo XVII, una gran crisis económica produjo una guerra en Europa, que fue la Guerra de los Treinta años y hay muchos más ejemplos.
Alguien se preguntará el por qué de empezar este nuevo artículo con una larga introducción histórica cuando normalmente hablo de política o economía. Esto es así porque no se puede conocer bien la historia sin conocer la economía y creo que, actualmente, y sin darnos cuenta, vivimos en situaciones similares. Tenemos una crisis derivada de una burbuja financiero-inmobiliaria que en España ha llevado a consecuencias dramáticas. La crisis ha empezado en Estados Unidos, como la de 1929 y se ha extendido a Europa debido a la globalización. Las diferencias son que la del 29 fue bursátil y la actual ha sido inmobiliaria y que actualmente tenemos medidas macroeconómicas para luchar contra los efectos de la crisis que en los años treinta se desconocían, como los subsidios de paro, etc.
![Las consecuencias de las crisis en la historia banderasrusas](http://m1.paperblog.com/i/249/2498946/consecuencias-crisis-historia-L-21jHmp.jpeg)
Pero hay un colateral preocupante, que no es otro que, aunque las medidas de tipo social atenuen parcialmente los efectos de la crisis, la frustración que se genera en la sociedad y en la generación que más la padece tiene consecuencias difíciles de prever. Esto es tan así que los mensajes populistas vuelven a calar en la sociedad; pasa en algunos países de Europa con algunos partidos ultras y xenófobos y pasa en Rusia, que se aprovecha de la debilidad del gobierno de Ucrania después de la Revolución Maidan para recuperar Crimea, un territorio poblado por rusos que quedó en Ucrania después de la desintegración de la URSS y ya veremos que pasa luego con el este de Ucrania, de lengua rusa. ¿Alguien ve alguna similitud con lo que pasó en los años treinta?
Las crisis siempre producen debilidades que son aprovechadas por oportunistas políticos; si uno lee la historia un poco entre líneas, se dará cuenta de que los cambios de régimen, revoluciones y demás se producen casi siempre en estos momentos. De hecho, tengo la firme convicción de que los motivos de las hostilidades humanas siempre son económicos o políticos, nunca románticos; es decir, si uno tiene la vida asegurada, ¿quién en su sano juicio se mete en líos que sólo empeoren su situación? Nuestra responsabilidad es aprender de los errores pasados para arrimar el hombro y solucionar las crisis y evitar caer en lo que parece fácil y que tantos problemas crea a la larga; evitemos pues avivar las rencillas históricas, el populismo y la sinrazón.