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Hace ya unos años, en la empresa en la que trabajo, participé de una actividad de capacitación sobre liderazgo. Andrés, en su rol de facilitador comenzó a explicar las pautas de la actividad en el primer encuentro. Después, no recuerdo muy bien cuáles fueron los primeros conceptos que desarrolló, pero sí recuerdo una de las primeras preguntas que hizo a todos los que participaban de la actividad, y los conceptos que derivaron de ella. Esa pregunta concentró mi atención y hasta el día de hoy no dejo de tenerla en cuenta en muchas situaciones. La pregunta era bastante sencilla, no obstante a nadie se le ocurrió dar una respuesta durante el breve silencio que hizo Andrés luego de enunciarla: ¿Ustedes pueden elegir no ir al trabajo mañana? ….. Preguntó Andrés…. ¿pueden hacerlo? insistió, y ante la falta de una respuesta de los participantes y luego de un breve silencio, dijo: “Sí que pueden hacerlo”…y continuó: ….“lo que no pueden hacer es elegir las consecuencias por no ir al trabajo”.
Fue entonces cuando algunos de los conceptos que fue desarrollando, de alguna manera los encontraba relacionados con esta pregunta: Empatía, compromisos conversacionales, feedback, disculpa efectiva, el perdón, el aprendizaje mutuo y el control unilateral. A todos estos conceptos, en algún aspecto les encontraba alguna relación con nuestras acciones y sus consecuencias. Fui percibiendo a través de esos conceptos, de qué manera nuestras acciones afectan a nuestra tarea, a la relación que tenemos con otras personas, a nosotros mismos y a la naturaleza.
En definitiva, en forma inconsciente o consciente nuestras prácticas individuales o colectivas generan consecuencias favorables o desfavorables en alguna de las dimensiones que mencionara A manera de ejemplo si analizamos las consecuencias de una práctica colectiva, como las generadas por la manera de hacer negocios que han fomentado las sociedades en los últimos 200 años, por un lado podemos comprobar que se ha conseguido un crecimiento económico con un alto grado de desarrollo tecnológico, el cual se podría considerar como la principal consecuencia favorable. Pero pero como contrapartida no se ha logrado el bienestar general de la sociedad. En este aspecto, como dato general, podemos decir que naufragamos en el tercer milenio con cerca del 40% de la humanidad sumida en la miseria, hambre y sed.
En este mismo blog, en la publicación “Economía Consciente”, se planteaba el rol que ha tenido el capitalismo “a la hora de promover crecimiento económico, pero lo ineficiente que ha resultado para fomentar bienestar y felicidad en la sociedad”. Y también propone como “El gran reto para la economía consciente, a la responsabilidad social corporativa de alinear el afán de lucro de las empresas con la humanización de sus condiciones laborales y el respeto por el medio ambiente”.
También Annie Leonard, en su documental “La historia de las cosas”, propone la posibilidad de satisfacer nuestras necesidades energéticas mediante la conservación de los recursos renovables, fabricar nuestras COSAS sin emplear sustancias tóxicas ni generar desechos, y reemplazar la cultura del consumismo por una cultura comunitaria y plena de compromiso cívico.
Por otra parte, también Peter Senge, aunque con cierto enfoque orientado al medio ambiente, en su obra “The Necessary Revolution: Working Together to Create a Sustainable World” plantea la necesidad de generar una revolución para “reducir, globalmente en un 80%, las emisiones de dióxido de carbono en los próximos 20 años y disminuir también drásticamente nuestro consumo de agua y energía”. Y sostiene que para que esta revolución se produzca: “debemos dejar de pretender que los problemas son de otros, dado que en un mundo interconectado no importa en cual lado del barco está el hueco, todos somos responsables de nuestros asuntos fundamentales: alimentos, agua, energía, desperdicios y residuos tóxicos. Y cada uno de nosotros tiene que ser parte de la solución.”
En síntesis, con diferentes matices o enfoques, las tres publicaciones citadas, proponen la necesidad de generar una forma diferente de hacer negocios. Ignorar estas nuevas perspectivas sería como no considerar la simple pregunta que nos formulara Andrés en aquel momento, llevada a este ejemplo:
¿Podemos como sociedad elegir seguir manteniendo la manera en que hemos generado negocios en los dos últimos siglos?
La respuesta para este caso pareciera ser la misma que nos dio Andrés en aquel encuentro:
” Si que podemos hacerlo, lo que no vamos a poder elegir son las consecuencias”
Y algunas de las consecuencias ya la estamos viendo, la inequidad social y el impacto ambiental cada vez más crecientes, son las más notorias, y no las hemos elegido. Debemos entonces elegir cambiar nuestras prácticas o acciones individuales y colectivas para no profundizar consecuencias no deseadas como las mencionadas. Creo que las tres ideas o perspectivas citadas tienen ese propósito.
Dejo abierta la posibilidad para que el lector pueda reflexionar sobre nuestras acciones y sus consecuencias.
Por Claudio Gerardo Villar.