El desgaste anímico del cuidador es evidente, con todo el dolor que supone ver a la persona querida en una situación de dependencia, el hecho de volcarse y en algunos casos abandonar todo para realizar la atención que se solicita produce un devastador estado de alteración psicológica que puede ir desde sentirse culpable por no realizar adecuadamente los diferentes cuidados, ya sea por no estar capacitado técnicamente o por no tener la condición física adecuada. A, en otros casos por estar en una vida plena y pasar a otra donde el espacio social y laboral, e incluso a veces familiar se reduce al del enfermo.
Los sentimientos de impotencia, si no se sabe como cuidar o de desamparo si no se obtiene ayuda profesional son muy frecuentes. Por no mencionar la incomprensión de los cercanos si el enfermo se convierte en el centro absoluto y se los desatiende según lo socialmente aceptado. La vida del cuidador se convierte así en un debate entre la obligación asumida y la pertenencia a una familia o entorno que le demanda atención que en estos momentos solo puede conceder al dependiente. Puede ser causa de separación de parejas, de enfrentamientos con hijos o con otros miembros de la familia, tanto si no quieren participar en los cuidados y se le involucra sin sentir que esa sea su función, como si ellos mismos se sienten relegados de la relación que anteriormente mantenían con el cuidador.
Se une el desgaste físico cuando es un tiempo largo de enfermedad, y más si el cuidador ya tiene una edad avanzada.
La norma social de que sean las mujeres de la familia quien sean las que se comprometan con el cuidado, las lleva a pasar de la crianza de los hijos al cuidado de los padres, lo que interrumpe en muchos casos carreras laborales difíciles de retomar y lleva al aislamiento social.
La retroalimentación de la responsabilidad del cuidado y del amor por el enfermo, tienen como resultado un cambio tanto psicológico como social al cambiar de rol de esa persona a alguien que casi desaparece y se convierte en la sombra del enfermo, pareciendo que no tienen ninguna necesidad de cuidado y reconocimiento por un trabajo de 24 horas diarias durante años.
Es necesario por la sociedad el establecimiento de herramientas, asistencia y compensación para estas personas que ejercen de cuidadoras. Durante el periodo de cuidados como cuando el enfermo ya no está, y se quedan sin su misión y necesitan volver a integrarse de nuevo en una vida con objetivos muy distintos al inicio del ejercicio de los cuidados.