Revista Religión

Las convicciones del maestro raúl porras

Por Joseantoniobenito
LAS CONVICCIONES DEL MAESTRO RAÚL PORRAS LAS CONVICCIONES DEL MAESTRO RAÚL PORRAS

(Pisco1897-Lima 1960)

Cuando el mundo tiembla, cuando los cimientos de la patria parecen resquebrajarse, cuando los últimos gobernantes del Perú purgan su falta de libertad por el incumplimiento de sus deberes sagrados con el bien común, buscamos líderes coherentes como Diógenes con su lámpara. A medida que se acerca el Bicentenario de la independencia del Perú, la memoria de los protagonistas que gestaron el nuevo estado del Perú o lo mantuvieron con dignidad a lo largo de doscientos años, se hace indispensable. Necesitamos forjadores de la peruanidad, hombres de una pieza, que dieron lo mejor de sí mismos a la formación de la nación con valores. Educadores, maestros que se desvivieron para dar vida y vida en abundancia.

Porras insufló a la historia ciencia y espíritu en la formación del alma nacional del Perú. De modo particular se centró en la biografía como vehículo para transmitir paradigmas de vida y de valores cívicos en la sociedad peruana.

En estos días en los que se recuerdan los 60 años de su paso a la eternidad, el ejemplo de Raúl Porras descuella singular y señero. Gracias a las actividades del Instituto que lleva su nombre, he vuelto a contactar con su vida y con su obra. En particular quiero agradecer el magisterio del historiador Gabriel García Higueras, con su tesis doctoral. A través de ella, podemos adentrarnos en la vida y obra del historiador, diplomático, educador, periodista y político, documentando con fuentes de archivo, especialmente de la prensa nacional e internacional, su talante de maestro en el mundo de la intelectualidad y de la cultura peruanas del siglo XX. La investigación se sustenta en el empleo de fuentes documentales archivísticas e impresas, publicaciones periódicas y bibliografía.

Me interesa destacar la fe católica que alimentó la vida de Porras y le sirvió como acicate y motivación durante toda su vida personal, familiar, profesional, social. Ojalá alguno de mis lectores se anime a estudiar lo que aquí apenas queda esbozado.

Nace en una familia católica y desde los cinco años recibe una esmerada educación religiosa puesto que aprendió sus primeras letras en el colegio San José de Cluny, dirigido por una religiosa francesa: la madre Matilde. A los once años, ingresó al Colegio de la Recoleta -institución regentada por los padres franceses de la Congregación de los Sagrados Corazones-, donde cursó estudios secundarios entre los años 1908 y 1911. "En ese tiempo, el Colegio de la Recoleta había cobrado prestigio entre los colegios católicos para varones en Lima, junto al Colegio de la Inmaculada regido por la Compañía de Jesús". "Entre los sacerdotes que con más afecto y gratitud recordaba de su instrucción colegial, se encontraba el padre Jorge Dintilhac, que enseñaba catecismo, y a quien consideraba como el sacerdote 'más perfecto' que hubo de conocer. También evocaba gratamente a dos grandes maestros de Historia Francesa: los padres Teófano y Andrés" (Gabriel García Higueras, op. cit, pp. 33-34)

En el marco de las conferencias del Conversatorio Universitario, de la denominada Generación del Centenario, el 15 de agosto de 1919, Porras "expuso la biografía y la obra del clérigo y escritor satírico limeño de las postrimerías de la Colonia, José Joaquín de Larriva (1780-1832), trabajo pionero en el que revelaba su inclinación primordial por los estudios histórico-literarios" (G. García Higueras, op. cit, p. 37): "Como Swift, como Rabelais y el Arcipreste de Hita, en extrañas literaturas, Larriva será siempre un viejo abuelo de la sátira nacional. Y en gracia al ágil ingenio de sus octavas, a la agudeza de sus improvisaciones, al regocijo de sus listines de toros y a la perenne fiesta de su pluma satírica, habrá que perdonarle sus pueriles intransigencias y su retardo patriótico, como a los abuelos venerables se le disculpan sus regaños inútiles y los achaques del reuma" (citado en G. García Higueras, op. cit, p. 129)

El maestro Porras siempre declaró con orgullo su labor educadora en el nivel de instrucción secundaria, magisterio al que consagró veinte años de su vida: "No puede haber -no hay a mi juicio- mayor placer ni mayor honra espiritual, que ser maestro de segunda enseñanza. Para serlo no bastan diplomas y títulos académicos; son necesarios ante todo amor y vocación. No se puede enseñar -ha dicho Tagore, el dulce maestro de la escuela de Bengala- sino aquello que se ama o sea aquello que guarda para nosotros algo de poesía y de misterio. Yo he enseñado únicamente historia -e historia del Perú que también, por la vocación continental de nuestro pueblo es historia de América- con el profundo deseo de recoger de la historia nuestra, todavía insegura y borrosa, las esencias morales que definen a nuestra patria y que sustentan en el alma de todos nosotros la conciencia y el orgullo inexplicado de ser peruanos" (citado en G. García Higueras, op. cit, p. 39).

Fue un auténtico maestro y apóstol de la juventud. Sembró convicciones patrióticas y orientó vocaciones entre la juventud, Raúl Porras "fue un auténtico maestro que consagró la mayor parte de su vida a la enseñanza e hizo de aquel ministerio un apostolado" y un estilo sobrio de vida que le llevaba a dedicar muchas horas de su vida a preparar las clases. La enseñanza fue una auténtica pasión, futo de rigurosa investigación y meticulosa programación. Sus alumnos coinciden en afirmar que escucharle era un deleite por la poderosa didáctica ejercida en el aula que se prolongaba en decisivos encuentros en los animados diálogos con los alumnos en los patios y jardines. Llegó a abrir su casa, su hogar para los alumnos más despiertos e interesados (G. García Higueras, op. cit., p. 42).

Sus conferencias eran auténticos acontecimientos académicos sobresalientes como don Guillermo Lohmann o Miguel Maticorena, Araníbar o Macera, Armando Nieto, Mario Vargas Llosa confesaron que su vocación prendió al escuchar el verbo encendido de las historias vivas del maestro Porras. La antigua casona de San Marcos exhibe una placa de bronce en el aula donde Porras pronunciara su última clase. En ésta se lee: "Al maestro Raúl Porras Barrenechea 1897- 1960 Que murió enseñando y enseñó muriendo. Dictó en esta aula su última lección el 10 de mayo de 1958" (citado en G. García Higueras, op. cit., p. 45)

En Porras se unen la hispanidad y la peruanidad. Su valoración de la herencia hispánica, no le llevaba a ignorar la raíz andina, sino que le ayudaba a apreciar "en ella los contenidos espirituales que aglutinan a las formas indígenas" como elemento constitutivo de la peruanidad (G. García Higueras, op. cit., p. 50) Don Guillermo Lohmann en la disertación dedicada a Porras como "hombre de letras y académico" con motivo del día del idioma en el centenario de su nacimiento, nos comparte un elocuente texto pronunciado al ofrecer una bandera del Perú al Museo del Ejército en Madrid:

"Venimos los peruanos desde nuestra vieja tierra del oro y del sol, trayendo una nueva enseña que el tiempo no ha descolorido aún, pero entre cuyos pliegues pasa el soplo milenario de leyenda, para depositarla en este plantel de gloria en que reposan las banderas más gallardas de la historia del mundo: las que se irguieron en todos los recodos y pasos de Europa para defender el ideal de la caballería cristiana de Occidente, las que se izaron en Granada y en Lepanto, las que llevaron las mesnadas del Cid y los tercios de Gonzalo de Córdoba y las que , cansadas de vencer , detrás de las columnas de Hércules surcaron los mares para llevar en las combas de sus naves el legado de la civilización occidental a un mundo nuevo, en una permanente e irrenunciable voluntad de cruzada"

Estas convicciones le llevaron en 1949, a fundar el Instituto Peruano de Cultura Hispánica, que contó entre sus miembros con "Honorio Delgado -su primer presidente-, Víctor Andrés Belaunde y Aurelio Miró Quesada. El Instituto ofrecía seminarios y conferencias y también otorgaba becas a los graduados que deseaban cursar estudios en España, merced a los auspicios del Instituto de Cultura Hispánica de Madrid" (G. García Higueras, op cit., p. 68)

"Raúl Porras fue pensador de sólidas convicciones", sostiene en su tesis García Higueras. Sostuvo desde joven los principios y valores del liberalismo, pero matizado por su naturaleza humanista, su tolerancia de espíritu que le llevaba a rechazar "cualquier manifestación de fanatismo y sectarismo", gracias a su raigambre cristiana (G. García Higueras, op. cit., p. 70)

Como Embajador del Perú en España, publicó en el "ABC" de Madrid el 22 de Julio de 1949, un artículo dedicado a San Francisco Solano con motivo del IV Centenario de su nacimiento en Montilla en el que se identifica totalmente con la obra misional de España y la acción evangélica del santo hispanoperuano: "este centenario montillano que ha puesto de relieve no sólo la figura de San Francisco Solano, sino todo el valor de la acción misionera de España en Indias, ha llevado a la multitud a arrodillarse en la calle de Sotollón, frente a la casa del Santo, y a besar al paso la mano del insigne obispo de Córdoba, al propio tiempo que se le hacía entender, por la "radio", nombres de tiempos desoídos, como el de Juan de Ávila y el Gran Capitán, y hasta aprender la geografía del Perú en los "Comentarios Reales", del Inca Garcilaso, que los escribió precisamente en Montilla y en Córdoba [...] Montilla, aseguran los montillanos, es un surco provechoso para el zumo sabroso de las vides y para el florecimiento de las divinas plantas místicas. El oro viejo de los retablos atraviesa los vitrales de las iglesias y va a besar el fondo áureo de las botijas y el dedal de oro de las copas del rubio amontillado. El beato Juan de Ávila predicó en Montilla y desde ahí escribió cartas a San Ignacio y a Santa Teresa, llenas de fuego doctrinal; San Francisco de Borja creó un ilustre colegio de jesuitas donde se educó Solano y las místicas y devotas discípulas del Beato de Ávila culminaron en la figura de "la santa condesa de Feria" ... Es innegable la deuda del Perú para Montilla al enviarle, para iluminar sus consejas de piedad y la dulce crónica franciscana, al santo apóstol moreno, pero lo es también el saldo de gracia, en favor del Perú y de Lima, por todo lo que ésta hizo en siglos piadosos por enaltecer la gloria del franciscano y llevarle a los altares.

El citado historiador Gabriel García Higueras informa en su investigación que, al cumplirse el primer aniversario de su deceso, la Municipalidad de Miraflores bautizó con el nombre de "Raúl Porras Barrenechea" el parque adyacente al Palacio Municipal. Ahí se yergue su busto en piedra tallada por Joaquín Roca Rey. "En este espacio, cada 27 de septiembre, después de la celebración" de la santa misa, el Instituto Raúl Porras Barrenechea de la Universidad de San Marcos, la Municipalidad de Miraflores y la Academia Diplomática del Perú, acompañados de delegaciones escolares, rinden homenaje a su memoria ( op. cit., p. 79).

Uno de sus discípulos, y también maestro en el campo de la historia, Pablo Macera, enfatizó el sentido de su vida como la del maestro que enseña de verdad: "Todo el tiempo daba lecciones. Más que periodista, historiador, político, diplomático, ejercía funciones de maestro, de enseñar, de mostrar la verdad" ¡Cómo resuena en su declaración el honroso oficio que cabe al historiador según Cervantes en su obra inmortal!: "debiendo de ser los historiadores puntuales verdaderos y no nada apasionados, y que ni el interés ni el miedo, el rencor ni la afición no les haga torcer el camino de la verdad, cuya madre es la historia, émula del tiempo, depósito de las acciones, testigo de lo pasado, ejemplo y aviso de lo presente, advertencia de lo por venir" ( Don Quijote de la Mancha I, cap.9).

Dios quiera que ni en España ni en el Perú -países que siempre hermanó- nunca falten los ingredientes que dieron sentido a la vida de este maestro de la peruanidad y de la hispanidad: su apuesta por la dignidad de la persona humana, la elegancia de la lengua española en los escritos históricos, la excelencia del mundo académico universitario, el compromiso de la academia diplomática por la paz, la coherencia y universalidad de la fe católica, el sentido misional de su profesión volcado en la juventud.


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