Un libro de relatos sorprendente que está dando mucho de qué hablar a la crítica
Gran parte del éxito de Las cosas que perdimos en el fuego (Editorial Anagrama), de Mariana Enríquez, procede del boca a boca. Todo el mundo preguntaba sobre este libro. Me decían que era de terror, pero de un terror sutil, alejado de los cánones clásicos. Lo cierto es que sí, que es un libro de relatos de miedo, desasosegante como pocos, pero (también hay que decirlo) con un contenido irregular.
En unas cien páginas acumula un gran número de relatos. Unos son más notables y otros más prosaicos. Todos tienen la característica común de permanecer inconclusos o semiinconclusos, obligando al lector a terminar el relato en su mente o en poner de su parte para alcanzar una conclusión.
En cuanto a la temática, hay de todo: casas abandonadas, drogadictos, leyendas urbanas, locura, muerte, desolación, deseos que se cumplen, por terribles que sean. Y un homenaje al gran maestro H.P. Lovecraft que sólo verán sus fans. También contiene ramalazos de otros maestros del terror, como Ramsey Campbell o Joe Hill e incluso hay pasajes que logran la atmósfera axfixiante de Edgar Allan Poe.
Son especialmente notables La casa de Adela, que aunque trata el tema de la casa abandonada, se lee con gusto por las notas clásicas que despide y el cuento que da título al volumen, que habla de una epidemia de incendios con terribles consecuencias.
Por lo demás, es un viaje al Buenos Aires más marchito, decadente y peligroso. Hay muchas casas en el libro. Hay mudanzas, casas antiguas que resisten a la modernización de un barrio. Hay casas que son refugios y otras que son la puerta al infierno.
El resultado final es un libro satisfactorio si separamos sus relatos (y es algo que no me gusta hacer). En conjunto, deja buen sabor de boca, pero uno sigue teniendo la sensación de estar leyendo más de lo mismo, de no asistir a nada nuevo. No obstante, sigue siendo un experimento curioso y tiene párrafos que encantarán a los fans del terror más clásico, así como a los de Stephen King o incluso Clive Barker.