Por: Manuel García
La nueva propuesta de López de Celis, Las Crónicas de Armikelo (en editorial Odeón), destaca por una interesante combinación de novela y ensayo para desarrollar una profunda revisión sobre el terrorismo de ETA en España. Quisiera en esta breve reseña indagar en esa justa reivindicación hacia el reconocimiento social e institucional de las víctimas que las Crónicas de Armikelo elabora a través de personajes tipo dentro de una novela sin demasiada argamasa técnica, pero que nos introduce en contextos providenciales dentro de la evolución de lo que algunos medios, orgullosos del eufemismo, han definido como “el problema vasco”.
La novela-ensayo nos describe los entresijos de una posible negociación entre el Gobierno y ETA para revelarnos la complejidad política y emocional que subyace en una encricijada de tal calibre, donde parece que nadie quiere asumir la responsabilidad moral de los crímenes, ni las consecuencias de una política antiterrorista con sus luces y sus sombras. Dice Andoni, uno de los personajes: “La línea divisoria que nos separa se basa en dos análisis distintos, dos percepciones que tienen que ver con el cansancio y la frustración, que también tienen cabida en este universo sectario. Mientras los moderados creen que la lucha armada es ineficaz para doblegar al Estado español y puede terminar arruinando el proyecto político de la izquierda abertzale, los más radicales y sanguinarios difunden la tesis de que, en realidad, es España la que necesita desesperadamente negociar con ellos” (pág. 199).
López de Celis se implica, al igual que en otros de sus textos, en una realidad histórica preñada de tabúes, profundizando en la raíz fanática de los radicalismos y en la violencia ideológica de los discursos políticos donde priman intereses económicos y electorales antes que los humanitarios. Los personajes de la novela obedecen a estereotipos, extraídos de la realidad, que representan a los negociadores e intermediarios de una paz definitiva del terrorismo. La autora asume como un diálogo interior las voces de los personajes que reflexionan sobre los asuntos y las tramas en los que se basan los avances de la negociación, sin dejar los problemas personales en los que viven sumergidos cada uno de los protagonistas. Las partes ensayísticas son la crónica de esa cruenta historia que nos lastra y que algunos pretenden olvidar con nuevos discursos aparentemente bienintencionados, pero que parecen excluir el sufrimiento de las víctimas. La novela abre un debate sobre las decisiones que existen tras esta clase de estrategias de negociación. No hay rencor hacia las formas en que se han hecho las cosas por parte de López de Celis, pero sí una intención de hacer visible la maquinaria política que persiste en este diálogo continuado entre Estado y terroristas.
El epílogo de las Crónicas de Armikelo es muy emotivo, especialmente cuando la autora, como otro personaje más en el discurso narrativo, evoca recuerdos personales que motivaron este trabajo y que la llevan a pensar en la necesidad de la memoria para que las sociedades prevalezcan en ese aprendizaje moral del pasado como muestra de madurez y de estabilidad democráticas: “Me gustaría ser capaz de transmitir con estas reflexiones toda la experiencia acumulada como actor de reparto de esta representación, para no olvidar nunca que la razón y la palabra deben sonar con más fuerza que las pistolas y las bombas. Lo contrario es, además, diabólico, un camino que no lleva a ninguna parte” (pág. 363).