Revista América Latina
Las cumbres de la celac y los abismos de la oea
Publicado el 06 febrero 2014 por Fabricio @yosipuedochacoEMILIANO GUIDO
Miradas al Sur 2/2/14
La reunión de mandatarios latinoamericanos en la capital cubana confirma la creciente autonomía política
de la región y la perdida de hegemonía de los Estados Unidos en el sistema interamericano.
Cambia, todo cambia. Cuba fue, esta semana, presidente temporal y anfitrión de la cumbre de un bloque
regional, la Celac, que intenta desplazar a la OEA como eje vertebral del sistema político interamericano.
La Organización de Estados Americanos expulsó a La Habana hace más de medio siglo
cuando el mundo se dividía entre regímenes capitalistas y comunistas. El líder cubano Fidel Castro
desacreditó siempre al organismo como un “ministerio de las colonias” para significar el peso de los
Estados Unidos y, si bien la OEA, aprobó la membresía caribeña unos años atrás, la mayor de las
Antillas rechazó el convite. Además, el secretario general de la institución, el diplomático chileno José
Miguel Insulza, y la presidenta Laura Chinchilla viajaron a la capital cubana y restablecieron relaciones
diplomáticas face to face luego, de más de medio siglo, sin registrarse misiones protocolares de la
OEA y Costa Rica en suelo cubano.
Evidentemente, las relaciones políticas entre los gobiernos latinoamericanos ya no están tuteladas por
lo que se conoció en los noventa como el Consenso de Washington, un programa de flexibilización
económica y restricción de soberanía que la Casa Blanca proponía como modelo de conexión entre la
metrópoli y los países al sur del Río Bravo. Este hecho objetivo no implica escribir una leyenda rosa
de un proceso de integración regional eclipsado en los últimos meses por las reiteradas suspensiones
de la cumbre del Mercosur y por la inédita acefalía en la Secretaria General de la Unasur al haber falta
de consenso entre sus socios miembros para designar el funcionario al frente del cargo. Pero que el
régimen de partido único y economía centralizada adoptado por Cuba ya no se interponga como una
barrera entre La Habana y sus vecinos del sur no implica que los gobernantes de la Cuenca del Plata
sean soldados del marxismo leninismo sino que hoy pueden desplegar mayor autonomía en sus
agendas frente a Washington. Además, el gobierno cubano no es el mismo de antes.
El presidente Raúl Castro aprovechó, por ejemplo, la cita de la Celac para poner en funcionamiento el
Puerto de Mariel, una zona franca financiada por Brasil y que implica la mayor apertura económica
instrumentada por la gradual y tibia perestroika cubana. Paralelamente, la joven –sólo realizó dos encuentros
de Jefes de Estado– Comunidad de Estados Latinoamericanos y el Caribe instrumentó una
herramienta que implica reconocer la fuerte e in crescendo presencia extra- territorial de China en la
región con sus monumentales inversiones en el área de las commodities.
Los mandatarios latinoamericanos consensuaron en La Habana crear el Foro Celac-China para reforzar
el vínculo con la segunda economía del mundo, y primer rival geopolítico de la Casa Blanca en el
balance de poder global, y también resolvieron que este año se hará la primera reunión técnica para
darle volumen a la naciente mesa bilateral. Paz con Cuba, pérdida de influencia de la OEA, acercamiento
con China. Estados Unidos sigue siendo el Hegemón del mundo, y naturalmente de toda la
geografía americana pero, indudablemente, pasos políticos concordantes como la Celac van esmerilando
dicha asimetría política.
La denominada Declaración de La Habana no sólo encuadró buenas intenciones políticamente correctas
de los gobernantes, como “la lucha contra la desigualdad y la pobreza”, o jerarquizó reivindicaciones
históricas anticoloniales, solidaridad con Cuba por el bloqueo económico norteamericano y apoyo
a la Argentina en la Cuestión Malvinas, sino que evidenció cual es la relación de fuerzas interna entre
los distintos gobiernos en el tablero regional. La Celac, al igual que la Unasur, es un espacio político
donde las resoluciones se arriban sí o sí por consenso. Por lo tanto, su naturaleza es distinta a mesas
de integraciones económicas como la Comunidad Andina de Naciones o el Mercosur, donde se zanjan
acuerdos aduaneros o mecanismos de convergencia económica para achicar la brecha comercial.
Si bien la Celac está tejiendo una mínima burocracia, mediante encuentros ministeriales, el valor de
su razón de ser pasa por sentar a una misma mesa, aunque sea por unos días, a los máximos conductores
políticos de la región. No es, simplemente, un Foro para discutir ideas – como pretendió Chile
durante su presidencia pro- témpore para devaluar al organismo – ni el paraíso institucional de la
Patria Grande – como suelen remarcar los jefes de Estado que satelitan el eje bolivariano en sus discursos–,
pero su mera existencia implica que los Ejecutivos latinoamericanos puedan pautar denominadores
comunes para articular políticas frente al resto del mundo. No es poca cosa si se tiene en
cuenta que en los organismos clave de Naciones Unidas – Consejo de Seguridad – o en las instituciones
dominantes del sistema crediticio mundial – Fondo Monetario Internacional, Banco Mundial–, la
voz de los países del sur pasa prácticamente desapercibida.
Recapitulando, el documento final de la Celac reflejó los intereses
de un mapa político regional con tres cabeceras ideológicas claramente
diferenciadas. Por un lado, están los países de la Alternativa
Bolivariana para las Américas (ALBA) –Venezuela, Bolivia, Ecuador,
Nicaragua– y un programa eco-nómico y diplomático que intenta
desconectarse abruptamente de la influencia norteamericana; luego,
está la naciente y pro libre comercio Alianza del Pacífico –México,
Colombia, Chile, Perú–, con su propuesta de abrir las barreras comerciales
con Estados Unidos y el resto de los países centrales; por
último, el eje Brasil-Argentina busca más independencia y estatura
global pero no reniega, por ejem-plo, de buscar firmar un TLC con la
Unión Europea. Por lo tanto, este mosaico político a tres bandas, y
la obligatoriedad de suscribir resoluciones sin la égida de mayorías y
minorías, terminó precipitando una Declaración continental modelo
2014 con avances y retrocesos.
En principio, los países miembros de la Celac dieron un paso importante
a la hora de declarar a la re-gión como “zona de paz” y libre de
“armas nucleares”. Este punto implica preservar uno de los valores
más fuertes de América latina –donde en el único conflicto armado
vigente, el de Colombia, las partes involucradas están negociando
ponerle fin y, tras décadas de intento, con altas chances de concretar-lo– en un momento sensible
para la armonía entre los países del arco andino luego de que la Corte de La Haya redibujó en un fallo
los límites marítimos entre Chile y Perú. Pero, paralelamente, la necesi-dad de arribar a posiciones
comunes frustró la propuesta venezolana de incorporar a Puerto Rico –un país sin soberanía jurídica y
bajo tutelaje de los Estados Unidos– como nuevo socio de la Celac. En su discurso final, el presidente
Raúl Castro había advertido que: “Como escribió la poetisa puertorri-queña Lola Rodríguez de Tió:
‘Cuba y Puerto Rico son de un pájaro las dos alas’, por lo que reiteró que nuestra Comunidad estará
incompleta mientras falte en ella el escaño de Puerto Rico, nación hermana genuinamente latinoamericana
y caribeña, que padece una situación colonial”. Pero, las de-legaciones diplomáticas de los países
que poseen un mejor diálogo con la administración de Barack Obama influyeron en las reuniones
de los días previos al cónclave de Jefes de Estado para que, en el documento final, el apoyo a los
movimientos independentistas de Puerto Rico fuera menos explícito de lo que, en principio, se había
vaticinado desde varios medios de comunicación.
En términos formales, Cuba delegó a Costa Rica la presidencia pro témpore del organismo ya que el
traspaso de la comandancia de la Celac, al igual que ocurre en otros bloques integracionistas como la
Unasur o el Mercosur, sigue un orden alfabético. Sin embargo, la mandataria Laura Chinchilla no será
quien esté al frente de la institución porque, paradójicamente, el país centroamericano va hoy a las
urnas para elegir a su próximo presidente. En un hecho histórico, el centroizquierdista Frente Amplio
tiene muchas chances de terminar el largo ciclo bipartidista conservador local y sumar a San José a la
tendencia de gobiernos progresistas y populares de América latina. El resultado, de concretarse, no
modificará, claro está, el rumbo de la región pero le daría más oxígeno a un proceso político continental
que hoy sintoniza más con el espíritu de la Celac que con la, otrora influyente.