Digo blanco, tú negro.
Yo imperfecta, tú lo opuesto.
Tú dices tinto, yo me lo bebo.
Y así se nos van los días, descubriendo las pequeñas diferencias que nos hacen tan iguales.
Un par de dos, así de mal escritos; llenos de todos los números y letras del abecedario. El choque de dos mundos sobre un mismo eje, que de tanto colapsar se aman y desarman solamente para reconocerse en cada una de sus partes. Qué bonita incongruencia la que nos retratan sobre y bajo las sábanas. Infierno y cielo, de un minuto a otro transformado en eternidad. Todo bajo el mismo techo. Somos cúpula construida entre lo cóncavo y lo convexo de todas nuestras salientes. Cópula, coito, de todas las palabras trenzadas por nuestras manos. Derecho y revés, todo al mismo tiempo y en todos los lugares. Después, todo sereno y mientras tanto, yo… loca por ti.
Yo dormida, tú despierto. Los dos soñando y sabiendo que todo es posible mientras yo testaruda y tú perseverante. De principios y finales bellos, también de la falta y el disfrute de ellos. Qué más da la mentira si la verdad nos hace norte aún caminado hacia el sur.
Y así, entre certezas y dudas vivimos los días y las noches. Descubriéndonos cobardes valientes de todas esas diferencias que nos hacen tan iguales.