Gea, Diosa Madre de la mitología griega
Desde el inicio de los tiempos, cuando el hombre empezó a adorar a seres superiores en un intento de entender la naturaleza salvaje que le envolvía, una de las diosas que más adoró fue la diosa - madre o diosa de la fertilidad.
Antiguas civilizaciones como los sumerios, mesopotámicos, griegos, romanos, celtas, y un largo etcétera, han adorado a un ser supremo femenino relacionándolo con la fertilidad humana y con la fertilidad de la tierra.
La agricultura ha sido la base de la alimentación de los seres humanos tras la superación de la fase cazadora - recolectora. Por supuesto la reproducción humana, ha sido la base de su propia supervivencia.
Siempre me ha sorprendido esta relación entre fertilidad de la tierra y fertilidad del hombre y la mujer. Y siempre pensé que era una simple analogía. Pero hace unos días, leyendo un precioso libro sobre mujeres en la antigüedad clásica, descubrí una respuesta mucho más profunda. En los tiempos clásicos y hasta hace bien poco, se desconocía cual era la contribución real de la mujer a la concepción. En una obra de Esquilo, Euménides, del siglo V a.C. encontramos una visión que permaneció durante mucho tiempo en la sociedad:
La que es llamada la madre no es el origen del vástago, sino sólo la que cuida del embrión recién sembrado1.
Mientras que la "semilla" del hombre, a pesar de no recibir su nombre científico de espermatozoide hasta el siglo XVII, era visible, el papel de la mujer en la formación de un nuevo ser humano era desconocida. De ahí que se utilizara el símil de que la mujer era como la tierra, un receptáculo de la semilla del hombre.
Sería el médico holandés Regnier Graaf quien descubriría en 1672 los óvulos. Después de un descubrimiento tan reciente no es extraño que siglos y siglos de creencias y adoraciones a unas diosas relacionadas con la tierra, hayan permanecido en culturas de todo el mundo hasta nuestros días.
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1. Diosas, rameras, esposas y esclavas. Mujeres en la antigüedad clásica, Sarah B. Pomeroy. Pág. 82