La vida a veces se torna surrealista cuando uno menos se lo espera. No estoy segura de lo conveniente de escribir esta entrada pero digamos que no consigo sacarme ninguna otra de las yemas. Como diríamos en mi Twitter de mis amores, #estápasando. Aquí. Y ahora.
Hace unas semanas recibí la llamada más inesperada de mi vida. Un señor encantador se ponía en contacto conmigo al parecer buscando una hermana. Jozú lo que me costó asimilar que el objeto de su llamada era que quizá la susodicha hermana podía ser yo. Acabáramos. Era un tio simpático y educado. Estaba nervioso y al otro lado del aparato se encontró con una madre tigre educadísima también aunque algo menos habladora. En un sinfín de disculpas y no hay de qués quedamos en vernos en Septiembre para que él me explicara y yo me dejara explicar. Entre tanto me dio todos sus datos personales para que pudiera cerciorarme de quiénes eran y el porqué de su búsqueda.
Al parecer esta familia es una de las víctimas de los casos de bebés robados que se han dado en España en los últimos años. De alguna forma han debido tener acceso a alguna base de datos de adopciones y han llegado hasta a mí después me imagino de varias violaciones de mis derechos a las que prefiero hacer oídos sordos. Resumiendo, que mientras hacía malabares en la piscina para ponerle los corchos a La Tercera sin que se me ahogara La Cuarta me convertí en protagonista involuntaria de un culebrón de aúpa.
Desde un principio la posibilidad me pareció remota porque las fechas no cuadran y me parece difícil colar un bebé de cinco meses por uno de un mes pero oigan, cosas más raras se han visto. Aunque por la información que tengo mi adopción fue de manual, tras un abandono voluntario y por los cauces legales de aquellos tiempos, quién sabe si pudo haber un funcionario podrido en algún eslabón de la cadena. En cualquier caso, a riesgo de que me tachen ustedes de frívola, yo no soy Cáncer me miren por donde me miren. No soy yo nadie defendiendo mi carta astral: Escorpio hasta la muerte.
Lo gordo es que a mí ni fú ni fá. No me mal entiendan, tengo la más profunda consternación por todas aquellas familias a las que les hayan podido robar un bebé. Me parece un crimen atroz e inhumano que debe ser penado con toda la dureza que estipule la ley. Respeto, entiendo y comparto la necesidad de esas madres y esas familias de buscar a estos niños, comprobar que están bien, e imagino que en su caso acogerlos en el seno de su familia. Aquí es donde a mí se me rompe la baraja.
Yo estoy encantada de ponerme en manos del CSI de turno y ceder uno o varios mechones de mi escueta cabellera para que puedan determinar si efectivamente existe algún parentesco. No soy yo quién para dejar a una familia in albis en semejante brete. Ahora bien, digamos que Plutón se alinea con Saturno en Marte menguante y resulta que efectivamente soy la hermana pródiga. ¿Cambiaría en algo mi vida? En lo fundamental no. Yo tengo madre y padre, y una familia completa. No hay ADN ni madre biológica que pueda cambiar los últimos treinta y cuatro años de mi vida ni deshacer las noches que mi madre se ha pasado en vela al lado de mi cama. No quiere decir que no pueda establecerse un vínculo afectivo de algún tipo que todavía desconozco pero digamos que las fiestas de guardar las tengo comprometidas.
Y aquí me encuentro temiendo herir los sentimientos de un señor que no conozco y con el que me voy a encontrar próximamente para escupirle en una pipeta o vaya usted a saber. No pertenezco a ningún club de adoptados anónimos por lo que no sé si mi sentir es la norma o la excepción pero yo llevo toda la vida conviviendo con una incógnita. Siempre he sabido que hay una parte de mí, el historial biológico, que desconozco pero esta carencia, teniendo lo afectivo cubierto, es trivial y estoy más que acostumbrada a vivir con ella. Sin más.
La otra parte sin embargo se enfrenta por vez primera a este descubrimiento y tiene, supongo, una imagen mucho más romántica del parentesco. Y no les culpo. Si a mí me robaran un bebé me comería vivo al cualquiera que se me pusiera por delante. La pregunta es ¿Me comería vivo a mi propio bebé? ¿Qué haría yo si al encontrarlo viera un bebé feliz en una familia estupenda? Debe ser terrible. La verdad.
Hoy, ante el inminente encuentro, me he metido en la web de SOS Bebés Robados y se me han puesto los pelos de punta al leer la siguiente frase: “Contra los padres falsos no va a haber demasiado ensañamiento por parte de los hijos pero la Justicia tiene que perseguir a intermediarios, médicos o enfermeras”. En lo del personal sanitario totalmente de acuerdo pero señores, no hay padre falso que haya cuidado y querido a una persona toda su vida. Podrá ser padre adoptivo, adoptante o lo que sea, pero falso… Eso nunca. Y bonita persona sería servidora si me dedicara a ensañarme con unos padres que lo único que han hecho es desvivirse por mí.
Es común en las apariciones públicas de estas familias y las asociaciones que las representan el hablar de sí mismos como los padres y hermanos verdaderos. Porque así lo sienten desde su dolor por la pérdida de un ser querido. Lo comprendo. Pero comprendan también que a mí, con todo el dolor de mi corazón, se me hiela la sangre la leerlo. Este es otro drama humano de esto, que algunos de estos hijos robados no son huérfanos. Ni necesitan otros padres. Aunque sean los “verdaderos”.
Supongo que son las dos caras de la misma moneda.
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