Las oligarquías de Occidente -que es tanto como decir los amos del mundo- toman medidas y hacen políticas muy funcionales para sus intereses futuros y los intereses inmediatos de sus poblaciones. Occidente concentra el poder económico, tecnológico, financiero y militar. Sangra los países periféricos absorviendo sus riquezas minerales y biológicas y explotando su mano de obra. Fomenta la fuga de cerebros con políticas selectivas de inmigración que cierran el paso a la mano de obra no calificada “sobrante” y dan facilidades a los profesionales calificados.
El Nobel de Economía Jan Tinbergen calculó a finales de la década de 1970 en 460.000 millones de dólares anuales la transferencia de recursos que en forma de fuga de cerebros va del Sur al Norte. El mecanismo principal es el siguiente: un joven de un país empobrecido recibe educación primaria, secundaria y universitaria en su país, a cargo de su familia o del Estado (en cualquier caso, pagado con recursos del país). Una vez formado, es fácil que se traslade a un país del Norte donde podrá desarrollar mejor su talento y recibir una remuneración mayor y un futuro más prometedor para sus hijos. Así el país de destino se beneficia de médicos, ingenieros, investigadores, etc., cuya formación le ha salido gratis. La mencionada estimación de Tinbergen cuantificaba lo que esta fuga de cerebros representa desde el punto de vista del gasto educativo. Una vez más son los países pobres los que ayudan a los ricos a enriquecerse, a la vez que se ven privados de los talentos que podrían contribuir a la mejora de sus condiciones de vida. Esta sangría no ha hecho más que aumentar desde aquellos años, y se refuerza con las políticas migratorias de los países de destino. Estos países, en lugar de practicar políticas para evitar o reducir la fuga de cerebros, o si acaso compensarla de algún modo, acentúan la sangría dando facilidades a la mano de obra altamente calificada para que pueda emigrar al balneario del mundo.
La otra cara de la política migratoria de Occidente son las barreras de acceso. Estados Unidos han construido en Río Grande el muro que impide que los pobres atraviesen la frontera mexicana y practica desde hace muchos años una política inmigratoria selectiva que favorece la fuga de cerebros. Pero también la Europa-fortaleza se consolida. También en Europa se favorece la fuga de cerebros. A la vez, la política migratoria europea no se limita a esto. El 18 de junio de 2008 el Parlamento europeo aprobó la “Directiva de retorno” sobre inmigración que impone condiciones draconianas a los extranjeros extracomunitarios y los persigue si carecen de la documentación exigida con privación de libertad que puede llegar a los 18 meses. Esta medida será administrativa, no judicial, y por tanto a salvo de recursos legales. Pero la Europa-fortaleza no sólo se dota de armas jurídicas, sino también de armas militares. En 2004 se creó la Agencia para la Cooperación en las Fronteras Exteriores, conocida como Frontex. Tiene la sede en Varsovia. Está encargada de controlar los flujos migratorios y rechazar la llegada de inmigrantes indocumentados. Esta agencia estaba dotada en 2007 con 116 barcos, 27 helicópteros, 21 aviones y 400 radares móviles, que se instalan también en las costas de países de origen y de tránsito, en virtud de acuerdos bilaterales de la UE con esos países.
En la web de la agencia se hace saber que su presupuesto para 2007 -que procede en su casi totalidad del presupuesto de la UE- ascendía a 34.980.000 euros, frente a 6.280.202 euros en 2005: se trata, pues, de una agencia en rápida expansión. Los efectos de estos medios de disuasión ya se hacen notar. En las Canarias las entradas de inmigrantes indocumentados descendieron en un 56 por 100 en 2007. No obstante, la presión migratoria no cesa, y los candidatos procedentes del África subsahariana alargan la ruta saliendo de puntos más alejados (Guinea y Senegal) y navegando más lejos de las costas, y utilizan otros medios -como embarcaciones más pequeñas y rápidas- o toman la ruta del Magreb hacia el sur de Italia. Esto no puede dejar de aumentar el peligro de muerte, el sufrimiento y el gasto económico de esos exiliados de la pobreza.
fuente: MEJOR CON MENOS, Necesidades, explosión consumista y crisis ecológica (JOAQUIM SEMPERE)