Revista Educación

Las dos Españas

Por Siempreenmedio @Siempreblog
Las dos Españas
vivir y a vivir empieza,entre una España que muerey otra España que bosteza.Españolito que vienesal mundo te guarde Dios.Una de las dos Españasha de helarte el corazón.

Estos días vuelve a escucharse la expresión que da título a este artículo y que popularizó Antonio Machado con los versos que están sobre estas líneas. Expresión que se utiliza bien para ejemplarizar la polarización política izquierda - derecha, bien para evitar posicionarse en una de las dos y tirar por una imaginaria e inexistente tercera España. Porque las dos Españas han estado ahí prácticamente desde siempre: la España de la monarquía, los títulos nobiliarios, el clero, la burguesía, los terratenientes, los ricos empresarios, la corrupción... y la España del campesinado, del proletariado, del hambre y de la pobreza. Con el final de la dictadura franquista y el inicio de una nueva democracia, con esa transición tan "modélica" que ahora estamos pagando, los españoles comenzamos a imaginar que las dos Españas por fin eran una sola; una España unida, en libertad y sin rencores, pese a que a unos se les perdonó todos sus crímenes y se les permitió mantener sus riquezas conseguidas con la sangre de millones de españoles y a otros se les negó la justicia, la verdad y la reparación; se les negó incluso enterrar a sus muertos con dignidad.

El auge del capitalismo y la aparición del neoliberalismo vinieron a crear en nosotros una ilusión de prosperidad y riqueza que se fue al garete con la crisis de 2008, año en que empezamos a ver las grietas de la frágil estructura sobre la que descansábamos. Antes de ese fatídico año ya había señales: la existencia de ETA y su empeño en atentar contra nuestra recién fundada democracia o los escándalos de corrupción del PSOE de Felipe González (incluyendo el terrorismo de estado con los GAL), los del PP de José María Aznar y de nuevo del PSOE de Zapatero eran signos de que la primera España, esa que helaría el corazón de Antonio Machado, aún existía, aunque menos evidente, menos directa, más sibilina y astuta. La otra, la del hambre y la pobreza, vivía -ya sin tanta hambre ni pobreza- con la falsa apariencia de seguridad que da una hipoteca a 30 años y varios créditos en marcha, mucho más mermada ideológica y políticamente (como dice el "Rancius" en su canción para el programa La Vida Moderna: " Con la hipoteca se te cura el comunismo "). Si algo ha hecho bien -para sus propios intereses- el neoliberalismo, ha sido convencer a la clase trabajadora de que es clase media (sic). Sumen a eso un siglo de lucha mundial contra la amenaza del comunismo, 40 años de criminalización de la izquierda en España y el desprecio a la lucha obrera y tendrán el por qué esas dos Españas parecían ser una sola.

Digresión: No deja de ser elocuente la normalización histórica de la lucha contra la amenaza del comunismo y el uso indiscriminado del término comunista para referirse a medidas e ideas de izquierdas, mientras que el concepto de lucha contra la amenaza del fascismo desapareció tras la derrota de Alemania e Italia en la Segunda Guerra Mundial, aunque el germen y las ideas del fascismo no han dejado de perpetuarse durante el siglo XX y lo que llevamos de XXI, adoptando tácticas menos directas y violentas pero igual de peligrosas.

Las dos Españas

Las crisis, esas cosas que para los ricos son oportunidades (si no pongo aquí un insulto es por respeto a los lectores), para la clase trabajadora son golpes directos al hígado, golpes que a veces acaban contigo pero que otras veces despiertan tu indignación, tu hartazgo, tu dignidad y tu combatividad. Y cuando la segunda España se hace visible y comienza a protestar y a organizarse, la primera intenta no perder sus privilegios históricos: Obispos que aparecen en televisión opinando sobre decisiones políticas, reyes que reciben dinero de dictaduras y que ocultan en Suiza, políticos que roban dinero público y reciben sobornos y pagos en B, que disfrutan de tarjetas sin límite de gasto proporcionadas por instituciones bancarias que colaboran en sus campañas, que se niegan a sacar la religión de las aulas o acabar con los privilegios de la iglesia, que son grandes amigos de propietarios de conglomerados mediáticos, que privatizan servicios públicos para poner a sus amigos empresarios al frente y hacer negocio con el dinero público, que acaban en consejos de administración de empresas del Ibex, que son amigos y parientes de jueces, abogados o fiscales puestos ahí mediante procedimientos oscuros, políticos y miembros de las fuerzas de seguridad del Estado que pertenecen a familias infames del pasado de España, empresarios del campo que esclavizan a trabajadores (en su mayoría inmigrantes)... nada de eso es casualidad. Es la España que hiela el corazón.

Nos guste o no, hay dos Españas y no tres: una que, apoyada por los sectores ideológicos más extremos de la política, la iglesia y el empresariado españoles, intenta conservar su riqueza y sus privilegios a costa de nuestros derechos y otra que intenta mejorar nuestro país para todos. No es una cuestión que se reduzca únicamente a una España de derechas y otra de izquierdas. Estamos ante una España que defiende los derechos humanos y otra que intenta arrebatárnoslos; Es hora de preguntarnos qué tipo de España queremos y luchar por ella, no de esconderse en la tibieza, la falsa equidistancia e ilusiones de convivencia con antidemócratas y ladrones que han construido el sistema a su conveniencia. Quien prefiera mantenerse al margen, que lo haga, pero no escondan su cobardía en la afirmación de que esas dos Españas son lo mismo, porque me ofende. Me ofende que me metan en el mismo saco de la gente que, desde sus descapotables, sus despachos y sus mansiones, hablan de las oportunidades de las crisis, de abaratar despidos, bajar impuestos, recortar y privatizar servicios públicos, negar asistencia sanitaria a inmigrantes, y que mienten, se burlan de nosotros, desprecian al pobre e insultan a homosexuales o feministas. Su extremo no es el mío. No nos parecemos, y desde luego, no somos los mismo.


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