El 17 de diciembre de 1860 Nautdah tiene 36 años y vive en las praderas de Texas con su familia. Es la mujer de Peta Nocona, el joven jefe de una de las tribus de la nación comanche, y tiene 3 hijos: dos niños, Quanah y Pecos, y una niña, Topsana. La supongo feliz como única mujer de Peta (señal de respeto en la poligámica cultura comanche) junto a sus seres queridos. Aunque la vida allí no es fácil, a medida que aumenta la presencia del hombre blanco mengua la de los bisontes, su principal medio de vida. Las disputas con los blancos eran frecuentes desde hacía siglos pero la batalla se iba perdiendo porque aquellos forasteros tenían dos armas incontestables: la viruela y el rifle de repetición.
La madrugada del 18 de diciembre son los rifles de la caballería de los Estados Unidos y de los Rangers de Texas los que aparecen por el poblado de Nautdah, cerca de Pease River. Su marido, que resultó herido, y sus dos hijos pueden escapar de la carnicería que allí causa el hombre blanco, cabelleras indias en mano incluidas. Nautdah, con su pequeña Topsana en brazos, también intenta huir pero es capturada.
Y entre el caos de polvareda de caballos, gritos, sollozos y sangre, seguro que a Nautdah le tuvieron que venir imágenes más o menos nítidas de una vida anterior en la que ella ya había pasado por ese mismo horror.
Una vida anterior en la que ella se llamaba Cynthia Ann Parker.
Nautdah en seguida llama la atención de sus captores. Su piel era oscura, requemada por el sol, su cabello estaba ennegrecido con grasa de bisonte, y no respondía cuando le hablaban en inglés, pero no es una comanche más, sus ojos azules la delatan. Hasta que el coronel Isaac Parker la reconoce, aquella india es su sobrina Cynthia, secuestrada por los comanches 25 años atrás. Aquella era una historia increíble que llenó periódicos, una de esas historias de frontera que iban formando la leyenda del nuevo país. Tan impactante que un siglo después sirve de inspiración a Alan Le May para escribir el relato The Searchers, que el maestro John Ford adapta para su película del mismo nombre (es España, Centauros del desierto, véanla por dios), una de las películas más grandes de la historia del cine.
Natalie Wood y John Wayne en Centauros del desierto (1956), película inspirada en la historia de Cynthia Ann Parker
Pero para Nautdah, aquello no era una peli. Conserva la cabellera (cortada en señal de duelo, pensó que su marido estaba muerto tras el ataque) pero era la segunda vez que de manera violenta y cruel le arrancan su vida.
Matanza de los comanches
En su primera vida se llamó Cynthia Ann Parker, nació sobre 1824 en Illinois y con nueve años, 1835, se trasladaba junto a su familia a Texas. Un lugar perfecto para hacer realidad el sueño americano: “Go west”, allí regalaban buenas fincas a quien quisiera trabajarlas. Claro que en la vida real los sueños tienen espinas que no se ven hasta que te pinchas. Aquellas praderas fértiles eran tierra salvaje, de frontera. Los comanches, grandes guerreros, no estaban dispuestos a regalar los territorios de sus padres y sus hijos sin presentar batalla.
“El Imperio de la Luna de agosto”, donde S.C Gwynne cuenta la historia de Cynthia
Los Parker eran un clan: la caravana de unos 30 carros se detuvo a unas 40 millas al este de lo que hoy es Waco y levantaron una empalizada de protección en lo que se acabó llamando Fort Parker. Allí se dedicaron a la agricultura y la ganadería. Un largo período de ausencia de indios por la zona les hizo volverse descuidados, con lo que era habitual que la puerta del fuerte quedase abierta.
Así que la mañana del 19 de mayo de 1836 aquella niña blanca empezó una nueva vida. Para ello tuvo que asistir a una matanza espeluznante. Guerreros kiowas y comanches asaltaron Fort Parker, originando una carnicería. Allí Cynthia presenció flechazos, lanzadas, cabelleras arrancadas, mutilaciones, violaciones, bebés degollados… Una pesadilla que tuvo que acompañarla toda la vida.
A ella no la mataron, fue atada a la grupa de un caballo y arrastrada durante todo un día hasta conducirla al poblado. A los niños pequeños los indios se los llevaban para usarlos o venderlos como esclavos. Y eso le ocurrió a Cynthia. Fue maltratada al principio, pero el instinto de supervivencia se abrió paso: fue adoptada y en unos años la joven Nautdah (que significa aceptada o acogida) era una comanche más. Viajeros y mercaderes hablaban de una niña comanche rubia de ojos azules que huía de ellos cuando le hablaban en inglés. Su propio tío James Parker se pasó una década persiguiendo a las tribus comanches para encontrarla, lo que otra vez nos lleva a la película de Ford. Hubo intentos de pagar el rescate de la joven, pero los indios los rechazaron todos, ella era ya una más de la comunidad y no quería saber nada de los blancos. Se casó (o lo que fuera) y formó una familia.
Matanza de los rangers
Hasta que aquel diciembre de 1860 llegaron los rangers, nueva matanza y de vuelta a la sociedad civilizada. Volvía a ser Cynthia, otra vez a empezar. Pero ya no era lo mismo. La primera Cynthia tenía 9 años, Nautdah era una mujer de 36 que había hecho su vida como comanche. No se si el instinto de supervivencia se le había agotado o es que tras dos matanzas no estaba dispuesta a seguir siendo el punching bag del choque de civilizaciones.
Nautdah tras el rescate. Extranjera de dos mundos
El caso es que en realidad nunca volvió a ser Cynthia Ann, aquella niña se perdió en las praderas para convertirse en Nautdah. Fue llevada a vivir junto a su tío y luego rebotó en casa de varios familiares. Ella intentó, sin éxito, escaparse varias veces, arrancándose sus ropas de mujer blanca para vestirse como la india que era. En el camino había muerto su marido, su hijo Pecos y su Flor de la Pradera, Topsana. A su hijo Quanah (último caudillo guerrero comanche que rendido a la evidencia de su derrota acabó en una reserva, vistiendo traje sastre y sombrero sobre sus largas trenzas) nunca más volvió a verlo.
Más que rescatada, estaba prisionera de su antigua familia blanca, que le impedía reunirse con su hijo Quanah. Se encerró en su mundo, tal vez en sus recuerdos de las praderas. Asfixiada de civilización, se convirtió en una sombra, dejó de hablar y al final hasta de comer. Muy debilitada, murió de una gripe en 1870.
Aunque, en realidad, se puede decir que Nautdah nunca sobrevivió a aquel día de diciembre de 1860 en el que los blancos destrozaron su familia y rescataron a Cynthia Ann Parker, una niña blanca que a su vez había muerto 20 años antes.
Quanah Parker, hijo de Nautdah y útimo jefe guerrero comanche.
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