El consumo de marihuana o hachís reduce en las personas la capacidad de retener y procesar, de manera transitoria, la información para comprender, aprender y razonar nuevos conceptos; afectando a la memoria a largo y corto plazo, siendo ésta última la más dañada, la conocida como memoria de trabajo.
El componente psicoactivo que afecta directamente a nuestra memoria es el tetrahidrocannabinol o THC. Hasta ahora se creía que este ingrediente de la marihuana afectaba directamente a las neuronas, pero un reciente estudio publicado en la revista Cell, expone que el THC afecta directamente a los astrocitos, no a las neuronas.
La idea de que las neuronas eran las únicas responsables de nuestra memoria, o falta de ella, se queda obsoleta con un estudio muy reciente del Instituto Cajal, perteneciente al CSIC, en el cual muestran la auténtica función de los astrocitos. Éstos son unas células en forma de estrella que se encuentran en el sistema nervioso y de las que se creía, tenían la única función de nutrir y proteger a las neuronas, pero que ahora se ha demostrado que forman parte, y de manera muy activa, en la creación de recuerdos. Explicado de una manera científica podemos decir que el proceso de formación de recuerdos comienza cuando las neuronas liberan un neurotransmisor llamado acetilcolina, que provoca que aumente la concentración de calcio en los astrocitos. Estos niveles de calcio provocan en los astrocitos la liberación de otro neurotransmisor, de nombre glutanato, el cual detecta las neuronas vecinas y en las que se produce la LTP, la Potenciación a Largo Plazo, es decir, la formación del recuerdo en sí.
Este descubrimiento no sólo nos ayuda a saber qué parte de nuestro cerebro estamos estropeando con el consumo de drogas, sino que saber la auténtica función de los astrocitos abre una nueva línea de investigación de enfermedades que afectan a la memoria como el Alzhéimer.
Aunque si eres un consumidor de droga por el efecto que crea en tu cuerpo y en tu mente, te ofrezco otra opción. ¡Enamórate!
No hace muchos años, Lucy Brown, una investigadora y catedrática de neurociencia del Colegio de Medicina Albert Einstein de Nueva York, a través de un estudio, concluyó que enamorarse tiene el mismo efecto que una droga, puesto que analizando la actividad cerebral de una serie de personas que decían estar locamente enamoradas, podía verse cómo se activaban las neuronas del núcleo caudado y las del segmento ventral, dos áreas vinculadas al placer. Viendo, además, que estas áreas se inundaban de dopamina, una hormona que aporta, como las drogas excitantes, la sensación de subidón, haciendo que te sientas más motivado, lleno de energía y con ganas de asumir riesgos.
Sé que la idea de dejar una droga o de enamorarse no resulta para nada sencilla, pero si fuese fácil, todo el mundo lo conseguiría.