Título: Las estrellas se pueden contar Autora: Giulia Carcasi Editorial: Planeta Año de publicación: 2011Páginas: 331ISBN: 9788408104889
Hace unas semanas, mientras íbamos de compras por un centro comercial, al pasar por el escaparate de una librería me fijé en un libro con la portada azul titulado Las estrellas se pueden contar. Pensé que era un libro de astrología o algo por el estilo y le comenté a mi chico que me parecía absurdo que se vendiesen y comprasen libros así.
Mi sorpresa fue mayúscula cuando pocos días después me encontré ese libro en el buzón. Me lo había enviado la editorial Planeta, pero yo no lo había pedido. La sorpresa fue en aumento cuando leyendo la contraportada y las solapas descubrí que me había equivocado completamente. No era un libro de astrología sino una novela juvenil. Una historia de amor adolescente de esas que tanto me gustan.
Y esta no sólo me ha gustado, me ha entusiasmado. Sólo me ha durado un día y medio. Me ha atrapado de principio a fin y sus 331 páginas me han sabido a poco. Me he quedado con ganas de más. De compartir más ratos con sus dos protagonistas, Alice Saricca y Carlo Rossi.
Alice tiene 18 años, vive en Roma y estudia el último curso de instituto y dentro de pocos meses se enfrentará a la selectividad. Quiere estudiar Letras. Se pasa las horas escribiendo poemas en su agenda y en las paredes de su habitación. Ese es su refugio, su forma de ver el mundo, de entenderlo y de relacionarse con él. Su forma de olvidarse de lo mal que están las cosas entre su padre y su madre y de lo difícil que resulta integrarse en el caótico mundo adulto. Un mundo en el que todo es blanco y negro o, con un poco de suerte, gris. Nada de colores, de libertad, de poder decir lo que se piensa. Nada de revolución. Porque todo es difícil, muy difícil.
Alice no puede evitar complicarse la vida, pensar demasiado las cosas, comerse la cabeza y tener miedo, mucho miedo. Miedo a saltar sin red, miedo a dejarse llevar por sus sentimientos, por su corazón y por su alma. Ella prefiere hacerle caso a la cabeza. Sólo a la cabeza. Siempre. Por eso ahora lo único que le importa es la selectividad.
Carlo va a la misma clase que Alice, la conoce desde hace muchos años, pero están a años luz. Él es el bicho raro de la clase, el empollón, el que se sienta en la última fila, el que siempre llega tarde, despeinado. No encuentra su sitio. No encaja en ninguna parte. No entiende a sus compañeros de clase ni ellos le entienden a él. Pero él quiere que las cosas cambien. Quiere ser uno más, formar parte del grupo, ser igual que los demás. Y lo único que se le ocurre para conseguirlo es recurrir a la marihuana.
Alice nos cuenta en primera persona todo lo que pasa en las primeras 194 páginas de la novela. Su relación con Camilla, Milla, su hermana pequeña, todavía un bebé, su ojito derecho. Sus enfrentamientos con su madre, con la que no se entiende porque las dos prefieren ocultar sus sentimientos, sus problemas, sus inquietudes y sus alegrías. No lloran y si lo hacen siempre disimulan. A veces es la alergia y otras el rímel. Nunca confiesan la verdad. Su amistad con Carolina, que es como su hermana mayor y su relación con Giorgio. Su primer amor, su primer beso, pero también su primera traición y su primera decepción. Alice se enfrenta también a un odioso y asqueroso profesor dispuesto a hacerle la vida imposible a base de dolorosas injusticias.
Carlo nos relata el mismo período, los últimos meses del curso, entre las páginas 197 y 331. Sus dudas sobre quién es y, por encima de todo, sobre quién quiere ser. Quiere cambiar, ser como los demás y está dispuesto a todo para conseguirlo. Hasta a tener un rollo con Ludovica, la chica más fácil de la clase. Para él también será la primera vez, el primer amor, y los primeros desengaños que, con dolor, le enseñarán quién es realmente.
Una novela fresca, divertida, actual, desenfadada y con mucho ritmo gracias a los capítulos cortos y a este efecto espejo que nos permite conocer la historia desde los dos puntos de vista, el de Alice y el de Carlo. Dos miradas, dos maneras de vivir que luchan por un solo amor. Porque si algo tienen claro es que el amor es cosa de dos y que las estrellas se pueden contar.