Revista Expatriados
Hoy, mi blog se une al sentimiento de indignación que reina en Europa en estos últimos tiempos: no por razones de crisis, esa palabra tan de moda ahora, sino por razones de maltrato hacia los extranjeros en Europa, particularmente en Francia. Como extranjera en Francia, con el famoso “titre de séjour” o permiso de residencia de un año renovable, vivo y como la angustia, cada vez que una nueva reforma de ley o candidato a la presidencia busca cambiar las reglas de este tormentoso juego de inmigración moderna. Y cada vez me pregunto lo mismo, ¿será que tendré que volver a Colombia, tras una nueva reforma, aunque no tenga, como dicen en mi país, ni cinco de ganas? (Si no sabes muy bien lo que pasa en Francia en materia de expulsiones de extranjeros y control de flujos migratorios te invito a que escuches este programa de radio de la RFI en español.) Desde hace ya siete años, mis papeles y yo tenemos una cita anual en la prefectura. Salvo que año tras año yo soy casi la misma, pero mis papeles son cada vez más y más numerosos, difíciles de obtener y vienen acompañados de largas esperas en la prefectura, de filas interminables, de tiquetes de paso a la ventanilla agotados, de malas caras del personal estatal a cargo de la horrible fila “extranjeros”. Yo sería casi la misma, de no tener tanta angustia que me carcome cada año. Lo mejor de esta historia es que mi angustia debería ser injustificada. Digo debería, porque yo hice mis estudios superiores en Francia, trabajo honradamente, pago mis impuestos y todos mis papeles son auténticos, sin estafas. Con todo y eso, cada vez que preparo mis papeles y voy a mi cita me siento como si hubiera hecho algo malo, como si los de la prefectura tuvieran el derecho de pedirme que me fuera del país, como si no fuera normal que yo, colombiana de nacimiento, hubiera un día decidido establecerme en Francia. No, yo debo estar haciendo algo malo, pidiendo este permiso de residencia aquí. Y como es algo malo, pues por eso me piden tanto papel: en mi paranoia de angustia termino por creer que es normal, que Francia me pida más y más documentos, que sospechen de mi inocencia, y así me convierto en un "presunto extranjero"… Como sospechosos nos sentimos, los extranjeros que vivimos entre la culpa y el miedo por haber un día decidido vivir en un lugar donde no nacimos, donde nuestra familia no está. El miedo que un nuevo gobierno o una nueva ley, o una prima para quienes aumenten la cantidad de personas expulsadas del país nos obligue a renunciar a nuestro proyecto de vida en Francia. Así, como dice el periodista que escribió este artículo (en francés) sobre la expulsión de los estudiantes, Francia ya no es el país de los derechos humanos, sino el que niega cualquie derecho... Francia quiere olvidar que detrás de cada permiso de residencia hay un ser humano, con sueños y proyectos, con amores y deseos, que quiere creer que él aún puede escoger el lugar donde vivir. Las elecciones para presidente en Francia se acercan a grandes pasos y algunos candidatos han hecho de la luchacontra la inmigración su pilar de campaña política. Triste campaña aquella basada en el odio y la negación del otro. ¿Qué clase de sociedad estarán “construyendo” esos candidatos? Aún así, no todo esta perdido y no todos los candidatos piensan de ese triste modo. Mientras las campañas avanzan, yo sigo con mi angustia, pero también con mis sueños, sueño con una Francia justa, abierta a los demás, en donde todos podamos convivir y compartir nuestras riquezas culturales: Sueño con que Francia y Europa sean de cierta forma el dorado que yo vine a buscar, hace siete años, sin casi ningún papel bajo el brazo y con la maleta llena de esperanzas.