Imagen: web del hotel
Este fin de semana pasado asistimos al evento anual de recreación histórica La Hispania de los vikingos, que desde hace unos años tiene lugar en el pueblo segoviano de El Espinar. Como mi hermana y yo hace poco tiempo que formamos parte del mundo de la recreación y aún no tenemos tienda vikinga para poder hacer noche en los campamentos, pero nos apetecía pasar allí el fin de semana con el resto de miembros de nuestro grupo, Bjørnland hird, decidimos buscar alojamiento por la zona.No hubo suerte en El Espinar, y además justo para ese fin de semana los precios de los pocos hoteles que quedaban libres estaban por las nubes; pero como íbamos a ir al evento en coche, no nos importó buscar también por los alrededores. Hasta que dimos con Las Farolas, un hotel rural que en un principio nos pareció que estaba bastante bien, como finalmente fue.
El hotel es facilísimo de encontrar, porque está en la calle del Apeadero, 1, y esta calle hace esquina con la avenida principal, que es la que cruza el pueblo y por la que pasamos tanto si venimos desde Segovia como si lo hacemos desde Madrid por el alto del León. Justo al lado tenemos el cuartel de la guardia civil, así que no tiene pérdida; y tanto en la calle principal como en la del propio hotel se puede aparcar sin ningún problema. El edificio al parecer es muy conocido en el pueblo, porque hace años pertenecía a Telefónica (supongo que serían las típicas construcciones que antes hacían algunas empresas para alojar a sus trabajadores), y cuando dejó de utilizarse con este fin, se llevó a cabo una rehabilitación pero respetando el exterior tal y como estaba en su día. Y además de construir el hotel, en el propio edificio hicieron también un restaurante.
La entrada puede hacerse por cualquiera de las dos puertas que hay en la fachada, la del restaurante o la del hotel, porque el mostrador de recepción está justo separando las dos zonas. Allí nos atendió una mujer encantadora, que comprobó los datos de nuestra reserva y nos dio la llave de nuestra habitación, una llave de las de toda la vida con llavero enorme, de esos que es casi imposible perder. El hotel tiene un total de 9 habitaciones, todas ellas en la primera planta, y por cierto no hay ascensor así que toca subir andando; lo digo por si alguien tiene problemas de movilidad, que sepa que lo tiene un poco complicado...
Nuestra habitación era la 106, no excesivamente grande pero con el espacio muy bien aprovechado; al entrar teníamos en la pared izquierda dos camas, casi juntas y con una mesilla de noche a cada lado; enfrente un escritorio con la televisión, un espejo, una silla y un banco al lado; y la ventana, que daba justo a la calle lateral. Junto a la puerta de la habitación, totalmente a la izquierda, estaba el cuarto de baño, con bañera, inodoro y lavabo, además de una cestita con varios artículos de aseo, y un mueble bajo el lavabo con toallero y una balda; por supuesto, dos juegos completos de toallas, incluida una más pequeña para colocar en el suelo a los pies de la bañera. Y en el espacio entre el baño y las camas, un armario de madera con dos puertas, y delante de él un sillón que quedaba un poco apretado porque ya digo que la habitación no era demasiado grande, pero que nos vino estupendamente.
La decoración me gustó mucho porque era muy sencilla, en plan rústico, todo con muebles de madera y tonos amarillos, naranjas y rojos, pero nada llamativo ni con excesivas florituras. El suelo además era de madera (menos en el cuarto de baño), que es un material que me resulta muy acogedor. Las camas comodísimas y a pesar de que el hotel se encuentra en una calle de mucho tránsito, las ventanas aíslan genial y no escuchamos prácticamente ni un ruido en las dos noches que pasamos allí; casi se oía más a los vecinos de las habitaciones contiguas, aunque hay que decir que tampoco nos tocó gente ruidosa.
Cuando hicimos la reserva sólo estaba disponible en internet la opción de alojamiento, pero preguntamos en el restaurante y nos dijeron que podíamos hacer allí cualquiera de las comidas que quisiéramos, con cargo a nuestra habitación sin ningún problema; al final sólo cenamos la noche del viernes y desayunamos tanto el sábado como el domingo, pero desde luego la tostada de pan con aceite que nos pusieron la recomiendo porque estaba riquísima. Y sin duda la mejor de la estancia fue el personal, amabilísimos todos ellos y encantadores. Como además en San Rafael ya están más que acostumbrados a recibir visitantes para el evento vikingo, tanto recreadores como turistas, nos estuvieron preguntando qué tal había estado la cosa este año; también nos encontramos con algunos recreadores más en el hotel, y las caras de la gente cuando nos veía salir vestidos de vikingos fue una de las cosas más divertidas del fin de semana.
En resumen, un hotel muy bien ubicado, una habitación acogedora, un personal muy amable, una estancia que nos salió muy bien de precio... Totalmente recomendable, sin ninguna duda.