Hace tiempo me propuse hacer una entrada sobre de qué forma vivíamos las fiestas los concejales y, en concreto, cuál era la vivencia del concejal de IU en el Ayuntamiento de Palencia. También para que sirviera para la reflexión y debate sobre en qué ámbitos tenemos que intentar estar representados y en qué otros no.
He de empezar por plantear que muchas de las cosas que se hacen por parte del Ayuntamiento respecto a las fiestas no gozan de nuestro visto bueno aunque acudamos a los actos. Por exponer un par de ejemplos:
- es el alcalde quien elige quienes son los pregoneros de fiestas: el literario, el popular y el del palentino ausente. Nada tenemos que ver en que los tres pregoneros sean varones, tengan más de 60 años y sean antiguos estudiantes de La Salle. (Aunque sí expone una clara componente de clase en la elección de los mismos.)
- Ninguno de los grupos de música ha sido a propuesta del consejo municipal de fiestas, que es el órgano de participación del que se dota el Ayuntamiento para que las asociaciones colaboren en la elaboración de las fiestas.
Pese a esta dinámica viciada de funcionamiento político alérgico a la participación ciudadana considero importante que en determinados ámbitos festivos estemos representados, si es posible asistir y en otros estemos consciente y públicamente ausentes. Nuestra participación obedece a querer aportar una visión crítica y constructiva, participando aunque no se esté completamente de acuerdo con determinadas formas y se intenten cambiar, desde la institución y también desde la calle. De ahí, por ejemplo, nuestra propuesta de que el Día del Palentino ausente el pregón lo realice un joven que haya tenido que emigrar de nuestra ciudad y de España para buscarse la vida en otro país, en lugar de alguien que se ha casado con una mujer que era Duquesa. Nos parece pertinente recuperar un perfil reivindicativo en las distintas fiestas que se realizan. Fiesta, reivindicación, compromiso, lucha por cambiar la injusticia pueden ir de la mano.
Es criticable e incluso cuestionable nuestra asistencia a determinados ámbitos festivos con referencias más nostálgicas que reivindicativas, sobre todo entre los pregones, más centrados en contar lo bien que se vivía en la Palencia de su época, en plena dictadura, por cierto, cuando tenían que ir con pantalón corto y la Calle mayor estaba sin asfaltar. Nuestra crítica política va dirigida a quienes eligen a quienes tienen un tono más típico del pasado, de una edad y una perspectiva similar y recurrente a lo largo de los años, que son los responsables de dar ese perfil a la fiesta.
Por otro lado, mi asistencia tiene más de compromiso y de representación social, que de apoyo a una labor con la que estoy en desacuerdo. Aunque intento asistir a gran cantidad de actos y exponer mi visión crítica de la manera en que se organizan, a veces, públicamente y otras no.
Otras es imposible acudir, como la celebración del Día de la policía nacional, porque en los momentos difíciles de crisis se hace un uso desmedido e inadecuado del dinero con dispendios totalmente innecesarios como el del próximo octubre. Además se nombra juez y parte y se hace para gloria de quienes gobiernan. La policía nacional no se salva de ser utilizada políticamente para promocionar una visión benévola del poder de qué es este cuerpo de seguridad del Estado.
Las recientes medallas entregadas por el Director General de la policía o las entregadas de forma estrambótica a la Virgen del Amor, las críticas de los sindicatos de policía a la forma en la que se está gestionando la policía, que se intente hacer un archivo policial en una zona destinada a un centro cultural, una fiesta ajena al entorno municipal y un cierto olor a naftalina en la dinámica de programación de este acto hacen que no vayamos a estar presentes. (Así como estar dando clases en Miranda.)
A partir de mañana nos involucramos en la organización de las próximas fiestas populares, más participativas y donde el proceso festivo sirva para hacer pedagogía sobre cómo es la gestión y qué límites tenemos desde lo municipal.