Saturnalia - Antoine Callet
Con una hoz de piedra castró a su padre Urano, con una misma hoz, su hijo Zeus hizo sangrar sus genitales. Expulsado de sus dominios, anciano a la vez feroz, bondadoso y venerable se llega hasta las colinas del Lacio, donde el bifronte dios-rey Jano (Ianus, es decir Enero, que mira hacia un lado y otro del año, el que acaba y el que empieza), lo acoge favorablemente, permitiéndole reinar de nuevo, inaugurando entonces allí la mencionada Edad de Oro, época perfecta en la que el hombre era como un pequeño dios terrenal, que todo tenía y nada necesitaba.Como se ve en algunos grabados antiguos, como los que reproduce Panofsky en su tratado “Saturno y la Melancolía”, este rey invernal, regente de los signos zodiacales Acuario y Capricornio, opera una decisiva influencia en algunos caracteres humanos y algunas otras ocupaciones. En uno de ellos, leemos: “Saturno en su carro tirado por dragones... posee el Occidente y domina sobre los Magos, los sabios, las minas y el plomo”. También cabría añadir que determina el proceso creativo de algunos artistas que, imbuidos de un paradójico ‘furor melancólico’, han de buscar el extrañamiento y locura saturnina, su soledad y rigor, para culminar su obra.Por lo que vemos hasta ahora, nada hay que haga referencia al singular nacimiento de un niño judío. Si buscamos un nacimiento milagroso tenemos que ir más hacía Oriente, a las montañas de Persia. Allí, según celebraban sus numerosos fieles, un 25 de Diciembre, nace Mithra, al que nos referíamos en días pasados como el dios indoeuropeo que ya aparece en los cantos védicos formando una trinidad junto a Indra y Varuna.
Nacimiento que tiene un carácter cosmológico, pues nace Mithra y resucita el Sol, siendo por ello uno de sus epítetos Sol Invictus. Como en el caso de las Saturnales, también la incipiente iglesia cristiana se apoderó del mito y la fecha. Todo cambia para que lo esencial permanezca.