La tauromaquia o las fiestas con toros, desde los sanfermines hasta el toro de la Vega o de San Marcos, son propios del folclore español. Hoy en día hay una extendida controversia sobre estas fiestas que enfrenta a los defensores de las corridas de toros frente a los ecologistas y anti taurinos. En este artículo no se quiere profundizar en la discusión sino en el origen de la fiesta. La mayor de las fiestas y del folclore de los pueblos hunde sus raíces en la antigüedad. Muchas de las costumbres actuales tienen un origen sagrado, un significado numinoso que no se suele recordar. Los toros son un vestigio de antiguos ritos que han cambiado sus elementos sacros por los lúdicos.
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El animal totémico.
El tótem es el emblema de la tribu y el símbolo de lo sagrado. Funciona, pues, como identidad del clan. De ahí que se haya comparado los escudos heráldicos propios de la nobleza con la religión totémica. Para las sociedades antiguas el tótem representa el mundo sagrado, que es el posee mana, el que dota de sentido la realidad profana.
Se ha considerado que las fiestas de los toros en España y en otros lugares de la zona del Mediterráneo, (en el caso de América las corridas con estos animales provienen de España y Portugal) son los últimos reductos de una religión totémica. Se puede ver varios puntos comunes entre ellos. En primer lugar, las corridas giran alrededor de toda la especie y no de un individuo o de varios. Lo mismo ocurre con el tótem que no suele ser, salvo casos excepcionales, un solo individuo sino una especie entera.
En segundo lugar, el toro es un animal que se ha considerado sagrado o ha estado vinculado a ciertas divinidades desde la antigüedad. El toro remite, pues, a un numen perdido en el tiempo. También se le ha relacionado con ritos de fertilidad. Hay varios mitos en los que entra el juego este animal, de los que cabe destacar el famoso episodio en la mitología clásica de Teseo y el minotauro.
Pero antes de destacar estos mitos, conviene señalar un tercer punto de nexo entre las fiestas de los toros y la religión totémica. Es la propia fiesta la que recuerda el sacrificio del tótem de las sociedades arcaicas. Hay que tener en cuenta que sobre los animales totémicos pesa una prohibición, conocida con el nombre de tabú. El tabú no es una mera norma normal, sino que posee un carácter religioso. Violar el tabú supone un sacrilegio. Sin embargo, esta norma se invierte en ciertos periodos, en los cuales se vuelve obligatorio el consumo de tótem. Pero se trata de un banquete místico, cuya utilidad es la participación con lo sagrado. Algo similar a lo que ocurre en el cristianismo con la comunicación, es decir, en la pascua.
En realidad las similitudes entre el sacrificio del tótem y el sacrificio de Cristo en la cruz se ha comparado en muchas ocasiones. Sánchez Dragó equipará por ello la fiesta de los toros con la eucaristía. En ambos, afirma, se trata de un ritual que se sigue minuciosamente y en ambos se celebra la muerte de un dios. Aunque convendría corregir que el tótem en las sociedades arcaicas no es identificado con una divinidad personal, sino con un mana, es decir, con una fuerza.
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Los mitos y el simbolismo del toro.
Ya se ha mencionado que el toro podría estar vinculado con los ritos de fertilidad. Entre ellos cabría destacar un antiguo mito de origen persa, en la que se muestra también el sacrificio ritual de un dios y la comunión de los fieles. En la religión de Mithra se elige a un toro para ser inmolado y así garantizar la fertilidad de ese año. La ceremonia sería una representación del sacrificio de Mithra.
“En lo tocante al contenido, el sacrificio mitraico tiene el significado de una autoinmolación, pues el animal en este caso sacrificado, el toro, es aquí el toro cósmico y, en cuanto tal, originalmente uno con Mithra. (…) El motivo del tránsito mitraico se corresponde con el vía crucis, y la transformación del toro sacrificado, con la resurrección del Dios cristiano en el pan y el vino.” (Jung, Acerca de la psicología de la religión occidental y de la religión oriental, p. 237-8)
Este simbolismo del toro puede verse en algunas fiestas como las carantoñas en las que no participan el animal, sino personas disfrazadas de él. Se suele similar en estas fiestas encierros y corridas. Las personas que representan al toro suelen ser los jóvenes del pueblo y se dedican a perseguir a las jóvenes del sexo femenino con gestos libidinosos. Resulta claro que la fiesta tiene una relación con ritos de fertilidad. Al final de la misma se da muerte simbólicamente a los toros disparando una escopeta al aire.
“La vaquilla representa la fusión de la naturaleza humana y la animal. (…) El toro, aunque simulado, también representa al caos. Durante un periodo transitorio, se permite que no naturalezas no humanas, animalizadas, trasgredan, durante un paréntesis el tiempo ordinario, el orden y las normas establecidas. Orden social y equilibrio amenazado que se restablece definitivamente con la muerte metafórica del animal que causa el caos.” (Marcos Arévalo, Javier, Roles, funciones y significados de los animales en los rituales festivos. El toro de San Marcos, p. 11)
En estos casos no sólo se muestra al toro como representación de la sexualidad y vinculado a ritos de fertilidad, sino que es un símbolo de la parte instintiva del hombre. Las corridas de toro y muchas otras fiestas protagonizadas con él supondrían el triunfo de la razón sobre el instinto. Esta parte queda domesticada como la festividad de San Marco. La víspera de la fiesta algunos hombres de la cofradía salen por los campos donde pacen las vacas salvajes y eligiendo a un toro le dicen: “Anda Marcos, ya es la hora”. Según la leyenda el toro bravo les sigue mansamente y se deja adornar los cuernos por las mujeres y los niños. Le guían por las calles y después asiste a la misa comportándose en todo momento pacíficamente. Cuando la misa a terminado le dicen al animal: “Vete Marcos”. De esta forma regresa el toro al campo volviendo a su comportamiento normal de animal salvaje.
Caro Baroja considera que este mito tendría un origen griego. Aunque también lo pone en relación con la agricultura, ya que San Marcos es un patrón de la misma. Se identifica al animal con el santo, lo cual implica una sacralización del toro, al menos por un tiempo. Esto lo acercaría a la religión totémica. Pero, por otro lado, el hecho de que sean las mujeres las que lo reciben y adornan se ha interpretado como un rito de fecundidad. En Badajoz, hace unos años, las jóvenes novias iban a bailar a la ermita de San Marcos porque se decía daba suerte en el matrimonio.
Esto lleva a otro mito en el que se contrapone también la razón y el instinto, el mito de Teseo y el Minotauro. Según el relato los atenienses estaban obligados por Minos a mandar cada nueve años siete muchachos y siete muchachas al Laberinto de Creta para ser devorados por el monstruo que allí vivía. Este ser mitad humano mitad toro era hijo de Pasífae y el toro blanco de Poseidón. El minotauro recibía el nombre de Asterio o Asterión. Teseo se presentó voluntario para ir a Creta y terminar así con el sangriento tributo.
El oráculo de Delfos aconsejó al héroe que tomará a Afrodita como guía. Ella hizo que Ariadna, la hija del rey Minos, se enamoraba del joven nada más verle. De ahí que ayudará a matar al minotauro, que era su hermanastro. Ariadna entregó a Teseo un ovillo mágico que le ayudó a escapar del laberinto. Ató el cabo del ovillo al dintel de la puerta y así pudo regresar siguiendo el hilo. En el centro del Laberinto encontró la guarida del monstruo al que mató con una espada que le dio Ariadna. Aunque algunos escritos afirma que lo mató con sus propias manos.
Después de la lucha liberó al resto de sus compañeros y huyó con Ariadna, a la que había prometido hacer su esposa. Sin embargo, Teseo la abandonó en la isla de Día cuando ésta dormía en la playa. Ariadna fue rescata por Dioniso y se convirtió en su esposa.
Dejando de lado lo que posteriormente les ocurrió a los héroes de este relato se puede ver que el enfrentamiento de Teseo y el Minotauro supone una lucha del ser humano frente a su parte instintiva. En esta misma línea se encuentra la captura por parte de Heracles o Hércules del Toro de Creta. Dicho toro arrojaba llamas abrasadoras y se dice que fue el que engendró al minotauro. Heracles consiguió llevar al toro hasta Micenas donde se lo entregó a Euristeo. El combate contra el toro o contra un hombre disfrazado de toro solía ser propio del rey. El cuerno del toro simbolizaba, por otra parte, la capacidad de fertilizar la tierra y de producir lluvia.
Se podrían señalar otros mitos y rituales en los que aparece el toro, ya sea como animal totémico o como símbolo de la fuerza, del instinto y la fertilidad. Un vestigio de estas leyendas son las fiestas que ha hoy día se dan en muchos pueblos de España. Si bien es cierto que estas fiestas han dejado de lado en mayor parte de las ocasiones sus elementos sacros, lo que impera es sólo un juego. El ceremonial da paso a lo lúdico, pero mantiene sin saberlo los rasgos numinosos.
“En otros términos: la idolatría se resuelve en magia, el totém en artefacto de tramoya y el arrobo místico en emoción deportiva o placer visual. Esta metamorfosis- dirá Álvarez de Miranda- supone una radical degradación desde el punto de vista religioso. Si en las religiones nacionales el toro únicamente puede perdurar como símbolo y en las mistéricas como víctima, por lo que hace a la magia popular sólo tiene posibilidad de supervivencia a condición de transformarse y desaparecer en cuanto objeto litúrgico, introduciéndose en la esfera profana.” (Sánchez Dragó, Fernando, Gárgoris y Habidis. Una historia mágica de España, p. 947)
Bibliografía:
Caro Baroja, Julio, (1974), Ritos y mitos equivocos, Madrid, ed. Itsmo.
Durkheim, Émile, (2008), Las formas elementales de la vida religiosa, Madrid, ed. Alianza.
Graves, Robert, (2008), Los mitos griegos, España, ed. RBA.
Jung, Carl Gustav, (2008), Acerca de la psicología de la religión occidental y de la religión oriental, Madrid, ed. Trotta.
Marcos Arévalo, Javier, Roles, funciones y significados de los animales en los rituales festivos. El toro de San Marcos, p. 235- 254.
Sánchez Dragó, Fernando, (2004), Gárgoris y Habidis. Una historia mágica de España, Barcelona, ed Planeta