Los rosales que hay fuera del taller han vuelto a florecer tras dos meses de inactividad (no tenemos ni idea sobre el cultivo de esta flor), así que, aunque tenemos que cogerlas a escondidas, pues los parterres pertenecen a la comunidad, nos tienta demasiado la belleza de los pequeños capullos recién florecidos. Y nos ha dado por secarlos. Tampoco somos expertas en la materia, estamos más bien en esa etapa de ensayo y error... Pero, al menos, tenemos una cosa clara, que nuestras preferidas para este menester son las de color rosa (las rojas se oscurecen demasiado cuando secan).
Procuramos cogerlas recién florecidas...,
..., y las ponemos en agua.
Es cuando comienzan a abrir, las llevamos al taller, donde el ambiente es gélido y gélido, o gélido al cuadrado... Que podríamos curar jamones, vaya, pero como somos tan finas, secamos flores...
Las dejamos boca abajo un mes aproximadamente, porque necesitan su tiempo...
..., o hasta que alcancen este aspecto.
Es entonces cuando las rociamos con laca o, incluso, barniz al agua.
¡Y listas!
Nos encantan cómo quedan; nuestra intención es ir haciendo, poco a poco, un ramo. A veces, los hemos visto decorando alguna casa, y nos parecen maravillosos de bonitos.
Este es uno de nuestros propósitos para el año que entra...¿Cuáles son los vuestros?
Y así de floreadas nos despedimos hasta después de Reyes. Ya os contaremos si vinieron o no cargados de regalos...
¡Que paséis feliz final de año y mejor comienzo del 2019!